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jueves, 13 de marzo de 2008

Aislamiento


Cada día es más elevado el número de individuos que se muestran públicamente con los auriculares de sus aparatos de reproducción musical conectados a sus oídos. En los transportes públicos, en las tiendas, e incluso en el trabajo, esta situación se hace más y más habitual. Está relacionada, evidentemente, con el mundo del aislamiento personal. Lo que conviene analizar es el origen de esta necesidad. Se trata, en gran medida, de una medida de protección contra la agresividad que nos envuelve constantemente. Agresividad disimulada bajo el disfraz de la corrección política, pero agresividad al fin y al cabo. Del aislamiento, como de cualquier otra actitud humana, se pueden hacer varias lecturas. La negativa nos refiere a la falta de contacto con el grupo, al escapismo, que a la larga puede provocar consecuencias negativas para el individuo. La positiva se refiere a justamente lo contrario: la posibilidad del cultivo personal que se hace cada vez más difícil en el marco alienante de la colectividad. El equilibrio, por tanto, se hace necesario entre las dos actitudes, que pugnan constantemente entre sí y parecen conducirnos a puntos opuestos igualmente perniciosos: la del misántropo y la del que hace del deseo de pertenencia al grupo una de sus metas cotidianas. La del autosuficiente y la del autoinsuficiente. La del que teme la soledad y la del que teme al grupo. Quizás el hecho de rellenar nuestro silencio interior con música también responda, de alguna manera, a un miedo inconsciente a la soledad que resulta del aislamiento acústico. Pero eso ya depende de la relación que guarde cada uno con la música que le atrae, si le hace de estupefaciente ó de espejo. Aunque eso ya es harina de otro costal.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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