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miércoles, 27 de junio de 2012

Astronomía


        La astronomía es una de las ciencias más antiguas que existen y, ciertamente, una de las más eficaces –sino la que más- a la hora de enseñarnos a ver el mundo con ojos renovados. Al ser tan antigua, con la historia de la astronomía asistimos a la historia del devenir de las cosmovisiones y paradigmas, de las proyecciones y de las especulaciones en estado puro que han existido desde épocas remotas. El universo pitagórico-platónico y geocéntrico de la Antigüedad y la Edad Media europea nada tenía que ver con el universo aristotélico y heliocéntrico que se inició en el Renacimiento. El universo cartesiano, mecanicista, reversible y eterno del XVII nada tenía que ver con el universo entrópico, irreversible, finito del XIX. El universo spizoniano, espacio-temporal, energético-material relativista nada tenía que ver con el universo vedántico, expansivo, creativo-destructivo, ocupado mayoritariamente por elementos desconocidos de la actualidad. Un poco como en la historia de la ciencia, cada cambio de paradigma ha supuesto también una ampliación de perspectivas. Visto desde la perspectiva de la tierra, el sol gira alrededor de ésta. Cuando ampliamos los sistemas de referencia, la situación se invierte. Conforme nos alejamos del sistema solar y de la Vía Láctea (Kant fue el primero en sugerir que lo que veíamos como nebulosas podian ser nuevos universos-islas ó galaxias), no solamente la perspectiva espacial cambia; también cambia el propio concepto de lo que es espacio y tiempo, apreciaciones que no son absolutas, sino que dependen de la materia. A cada revolución en el paradigma físico de la cosmovisión se ha correspondido una revolución en el terreno del pensamiento y del arte. Al universo plano del canto llano y la pintura bidimensional siguieron la polifonía renacentista copernicana, que conjuga las voces de los diferentes astros en torno a la idea central, y el desarrollo de la perspectiva en pintura. El mecanicismo newtoniano-cartesiano-kepleriano halla su imagen sonora en la música barroca, con su rítmica y sus dinámicas invariables. El universo que se desgasta del segundo principio de la termodinámica refleja el mismo tipo de angustia que las armonías inestables y vegetativas del romanticismo tardío. El universo relativista vuelve a ser estable, aunque su sustento ya no es mecánico porque la masa, el espacio, el tiempo y la energía se han hecho inseparables y conviene ver esta estabilidad con ojos renovados, como sucede con la profunda revisión del tiempo en música que supone la obra de Debussy, Stravinsky, Messiaen y sus contemporáneos, así como en el cubismo pictórico. El universo del Big Bang en continua expansión halla su traducción en las músicas de Ligeti, Boulez y Carter mientras que la creación y destrucción vedánticos se reflejan en las músicas de Cage, Feldman, Murail ó Harvey, así como en la pintura expresionista americana de los 50-60.

miércoles, 20 de junio de 2012

Mentiras


            No hay mayor mentira que una verdad antigua, dice el refrán. Puede parecer herético, pero las verdades también evolucionan, se despliegan e incluso cambian abiertamente. Las verdades antiguas que siguen vigentes lo son porque se renuevan constantemente y es por ello que son actuales a pesar de su edad. Como le pasa a la música de J.S. Bach ó a la poesía de Petrarca. En Occidente, desde Parménides, tendemos a identificar las verdades como objetos y no como procesos. Normalmente no tenemos problemas en admitir que las verdades que atañen a usos y  costumbres, modas, dogmas, puedan cambiar. En cambio, tendemos a creer que las verdades científicas son una conquista inmutable y perpetuamente actualizada. No es cierto. Las verdades de la ciencia, como cualquier otra verdad, pueden envejecer y ser substituídas por nuevas verdades. No es que las antiguas verdades pasen a ser mentiras; simplemente no se adecúan al paradigma actualizado y su grado de “verdad” disminuye. Muchas de las que se toman en la actualidad como verdades absolutas de la ciencia no son más que dogmas implícitamente aceptados no muy diferentes de los que los poderes religiosos sostenían hace pocos siglos. El hecho de que la ciencia natural estudie fenómenos externos e intersubjetivos sostiene la creencia en sus supuestas verdades absolutas, mientras que se ignora que el estudio científico de la naturaleza sigue siendo una actividad puramente humana.

sábado, 9 de junio de 2012

Alquimia


                        Las personas introvertidas –las que extraen sus impulsos y energías de su interior- poseen un recinto o fuente psicológica en donde se produce el milagro alquímico. Las personas extravertidas evidentemente también poseen esta cocina alquímica, pero al situarla en el exterior resulta estar más ocultada por el mundanal ruido. Cuando esta fuente es recóndita podemos contemplar su riqueza y su frescor directamente, sin que medien otros elementos reflejantes de por medio. Por eso el introvertido siempre se sentirá atraído por los lugares recónditos, especialmente aquellos lugares que se sitúan en medio del bullicio y son capaces de aislarse de él. Me voy acercando al tercer substantivo con que denominar la cocina psicológica: el jardín secreto. Un jardín que florece de forma más o menos privada y cuyos frutos son frágiles y solo pueden ser manipulados con mucho cariño antes de que puedan ver por fin de la luz pública. El jardín aloja los secretos de la alquimia y el amor, pero también las potencialidades no realizadas y la tibieza de la primavera. A veces el mundo exterior penetra en nuestro jardín secreto y lo alimenta con hallazgos, aperturas de mente, visiones poéticas y reencuentros furtivos. Benditos sean.

sábado, 2 de junio de 2012

Baile



            Siempre he querido ser diferente. Eso no deja de ser un desequilibrio, porque todos formamos parte de lo mismo, o todos somos manifestaciones de lo mismo. Querer ser diferente y temer ser igual supone una ceguera a este respecto. Hay otros que siempre han querido ser iguales y temen ser diferentes. Es otro desequilibrio, porque todos tenemos nuestras particularidades; todos somos, en cierta manera, diferentes. Querer ser igual supone una negación del libre desarrollo. Lo ideal, lo nirvánico, es no querer nada en especial. Caminar alegremente, incluso mejor realizando unos pasos de baile. El tipo de baile que cada uno prefiera, o el que la vida le permita.