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domingo, 30 de abril de 2006

¡¡Muchas Felicidades!!



Hoy celebra su aniversario una querida amiga. Se trata de un ser que parece venido al mundo para ayudar a los demás. Pero esta cualidad, la de la generosidad, aunque rara, se da más frecuentemente que la otra que mi amiga exhibe airosamente frente a las contingencias de la vida. Esta rara flor es la integridad. En estos tiempos que corren en que, como diría Raimon, gente que pudo resistir la tortura no puede hacer otro tanto con la adulación, encontrar tal flor tiene más valor que las esmeraldas y los rubíes.

Feliz aniversario y que los dioses te sean propicios...

miércoles, 26 de abril de 2006

Intercambio de experiencias


Arte “culto” y arte popular. Tema en ocasiones complejo y mal entendido. No se trata de términos antagónicos, más bien se refieren a aspectos irreducibles. Lo contrario de arte “culto” es arte “inculto” y lo contrario de arte popular es arte impopular. Existen, por tanto, las cuatro posibles combinaciones. En numerosas ocasiones se comete el error categorial de contraponer estos términos o, simplemente, de confundirlos ó de creer que el arte popular es la consecuencia “actual” del arte culto. En todas las épocas y culturas ha existido una avanzadilla de personas cuyo sentir, cuya perspectiva vital ha ido por delante de la del grupo. Desde los maestros espirituales hasta los visionarios, artistas, filósofos, científicos, educadores. Incluso los empresarios, pasteleros ó deportistas han contado en sus filas con tales individuos. Ello explica sin duda, en parte, uno de los hechos por lo que el arte “culto” de una época concreta no resulta, en ocasiones, popular. La distancia a salvar depende, en gran medida, de la época considerada. En una época en la que predominen las fuerzas que contribuyen a la estabilidad de ciertas estructuras de la conciencia/percepción la distancia a salvar será menor que en otra época en la que predominen las fuerzas que contribuyen a la desintegración de tales estructuras. La distancia entre música “culta” y música popular en, pongamos por caso, 1790, era mucho menor que en, pongamos por caso, 1955. La música “culta” generada en 1955 es mucho menos “popular” que la generada en 1790. Personalmente, creo que faltan muchos años de evolución para que Le Marteau sans Maître pueda llegar a ser tan popular como Die Zauberflöte (suponiendo que ambas piezas contengan parecidas dosis de universalidad, que éste es otro tema). En otras épocas aparecen aproximaciones y la distancia a salvar se hace más pequeña debido a contingencias externas que hacen que la influencia crezca (sobre todo, del arte popular hacia el culto). En los años de la primera postguerra mundial, la música “culta” sufrió una influencia considerable del mundo del jazz. Y es que el mundo de la música bailable de los felices años veinte tenía bastante que compartir con la música de concierto de la época: el afán por liberarse del S XIX. Aunque esta influencia puede considerarse una tradición: cuando compuso su Ragtime (1919), Stravinsky dijo seguir la misma tradición que había utilizado el minué, el vals ó la mazurca en la categoría de música de concierto. El tema de la influencia del arte popular en el arte culto ha dado lugar a innumerables estudios y reflexiones. Pero una parte de los hallazgos de las avanzadillas a que me refería hace un rato también han acabado sufriendo su incorporación en los anales del arte popular. Arte “culto” y arte popular: categorías irreductibles en continuo intercambio de experiencias.

lunes, 24 de abril de 2006

Karma


Cuando efectuamos un cruce de diferentes niveles conceptuales pueden aparecer cualidades que no existen exactamente como tales en ninguno de los dos niveles. Se trata de falsas emergencias que no se corresponden con ninguno de los dos niveles pero que aparecen cuando aplicamos conceptos de un nivel a objetos del otro. Por ejemplo, el concepto de destino (en sus variantes más diversas, desde la fatalidad de los griegos a la predestinación luterana) emerge de la aplicación de una intuición proveniente de estratos profundos de nuestra conciencia, a nuestro quehacer habitual. Esta intuición se halla entonces alimentada por ciertos datos empíricos que rompen radicalmente con el paradigma que inconscientemente aplicamos a este quehacer nuestro habitual. Siguiendo con el ejemplo anterior, el concepto de karma, que puede parecer paralelo al de destino, se halla perfectamente integrado en el seno del paradigma que lo engendró. El karma para el oriental no tiene nada que ver con el destino para el occidental. Se corresponde con la estructura profunda que antecede al tiempo. Ello también incluye las potencialidades, no solamente las realizaciones. No va asociado a inquietud, rebeldía ó deseo de huida –elementos situados dentro del tiempo- sino a camino ó desarrollo en el espacio/tiempo de una realidad más profunda que se incorpora así a nuestra conciencia, ampliándola.

viernes, 21 de abril de 2006

La Cuarta Dimensión


En su obra The Ever-Present Origin (1950), el pensador Jean Gebser presenta un modelo de evolución de la conciencia humana a través de diferentes etapas de integración progresiva con características bien definidas para cada uno de sus períodos (arcaico, mágico, mítico, racional, integral). La evolución del arte, que es un producto de esta conciencia, sigue un camino paralelo a la evolución descrita. La percepción, que tiene un peso específico muy importante en el proceso de creación/aprehensión del arte, ha ido evolucionando consecuentemente. Gebser se refiere explícitamente de manera algo intuitiva al orden de dimensión característico de cada período, asignando dimensiones 0 a 4 a cada uno de los cinco períodos aludidos. El período llamado mental ó racional, que se empieza a desarrollar en la antigua Grecia, es el período tridimensional; el período en que el espacio se desarrolla en la conciencia hasta el perfeccionamiento de la perspectiva por parte de los artistas del Renacimiento. El período integral (cuyas raíces hay que buscar a principios del S XIX, aunque su desarrollo propiamente dicho pertenece ya al S XX) introduce una nueva dimensión a nuestra percepción: el tiempo. Pero no el tiempo lineal-sucesivo característico de la racionalidad, sino el tiempo no lineal, el tiempo circular: hemos integrado, tal como hace la Teoría de la Relatividad Restringida (1905), el tiempo como una nueva coordenada espacial. El equivalente en las artes plásticas lo hallamos en el cubismo: las obras de Picasso nos hacen percibir el tiempo como una dimensión espacial más; contemplamos simultáneamente diversas situaciones temporales de un paisaje ó de un rostro, representando este hecho una considerable ampliación de nuestra conciencia.
En el caso de la música, el paso del S XIX al S XX comporta toda una serie de cambios de perspectiva entre los cuales es una parte importante la incorporación de la idea del tiempo no lineal. La música del XIX se caracterizó por una tendencia hacia la hipertrofia expresiva en la cual la flecha del tiempo comportaba una clara dirección lineal, al igual que en la termodinámica clásica la dirección de los procesos viene dada por la tendencia hacia el aumento de la entropía. El reloj de Newton/Bach del XVIII derivó hacia la máquina de vapor de Boltzmann/Wagner en el XIX. El primer indicio de debilitamiento del tiempo lineal lo hallamos en la música de Debussy. La suspensión de las funciones tonales por la utilización de acordes aislados y escalas modales anuncia la revolución del XX. Creo que el disparo de salida para la música del XX, más que por la Salome (1905) de Strauss (como sostienen algunos críticos), viene dada –de una manera considerablemente más silente- por el Prélude a l’Après-Midi d’un Faune (1894) de Debussy.
La aparición de Stravinsky –hermano artístico de Picasso- en el horizonte comporta la consolidación de la idea de una cuarta dimensión temporal. La suspensión del tiempo viene ahora dada por los ostinati, por la presentación simultánea de los acordes más simples de una progresión armónica y nos produce un efecto de cesación del tiempo. El compositor siempre había reivindicado para su música un carácter de “ordenación del tiempo”, pero, más importante aún, contiene el concepto de afirmación del presente absoluto (el presente fuera del tiempo o nunc stans de los filósofos).
La tendencia a desarrollar nuevas perspectivas temporales se halla en muchos de los compositores del XX, aunque sus músicas aparentemente no tengan demasiada relación entre sí. Los ritmos intrincados que aparecen en la obra de Messiaen llevan este concepto todavía más allá, sumergiéndonos en un mundo en el que el tiempo virtualmente ha desaparecido (éste era el sentido que su autor quería dar al Quatuor pour la Fin du Temps, 1940). Incluso un creador que parece tan alejado de éstas corrientes como puede ser Frederic Mompou, también participa. Así, los ritmos circulares cercanos al éxtasis (en la conocida expresión de Gerardo Diego) característicos de una parte de su obra (Charmes, 1921).
Más recientemente, una parte de la obra de György Ligeti (Atmosphères, 1961, Lontano, 1972), parece evocar la mismísima raíz holográfica de la cual nuestro oído puede extraer numerosas percepciones diferentes. También en la obra de los compositores minimalistas la percepción temporal ha quedado modificada en favor de la no-linealidad. En este caso se nos presenta la recurrencia que evoluciona lentamente siguiendo un orden temporal particular.

miércoles, 19 de abril de 2006

Matrices


Cada uno de nosotros nace con una matriz incorporada que de hecho es lo que determina nuestra relación, no tan sólo con nuestro entorno, sino también –y sobretodo-, con nosotros mismos. Los hechos que más nos influencian en la vida –quitando, evidentemente, los extraordinarios, tanto los buenos como los malos- son los que más encajan con nuestra matriz; es decir, son los hechos por los que mostramos más sensibilidad.
Cuando preguntamos al mundo y buscamos respuestas estamos aplicando nuestra matriz de conocimientos, que no tan sólo contiene elementos racionales. También están presentes elementos emocionales, intuitivos e inconscientes. Cuanto más amplia sea esta matriz tendremos una respuesta más generosa. Con objeto de ampliar al máximo la matriz, sin embargo, lo que debemos de hacer es adoptar una distancia lo mayor posible con el mundo. Entonces los elementos personales de la matriz se volverán más borrosos y la imagen obtenida nos resultará, curiosamente, más nítida. Esta imagen, empero, siempre estará formada dentro de nuestra matriz. En cierta manera somos nosotros que estamos pariendo la imagen de la realidad. Esta filosofía berkeleiana se encuentra de nuevo en la base de la constelación del nuevo metaparadigma científico.

martes, 18 de abril de 2006

Eiffel


Un mal endémico en nuestro país es el constituido por la falta de visión histórica que hace que en todo momento estemos reconstruyéndolo todo a partir de cero. Normalmente este punto cero no es tal, sino mucho más abajo en la escala de conocimientos, porque debido a la propia falta de visión histórica en muchas ocasiones reinventamos la sopa de ajo. Siempre estamos derribando para construir cosas nuevas. De esta manera hemos derribado edificios modernistas para construir engendros hasta que los edificios modernistas se han vuelto a poner de moda en los circuitos mercantilistas. En la época del plástico lo plastificamos todo, orquestados por unos pocos con el ánimo de hacerse de oro a costa de muchos que se creían muy modernos. Cuando el plástico pasó de moda dejamos las plastificaciones para los marcos kitsh y pasamos a otra cosa. Si la Torre Eiffel se hubiera construido en Barcelona, haría un siglo que ya no existiría.

viernes, 7 de abril de 2006

Sentido de la realidad


Nuestro país es especialista en generar grandes cantidades de leyes que después nadie cumple. Estoy de acuerdo en que una gran parte de estas leyes no guardan ninguna relación de correspondencia con el mundo de la practicidad diaria. Entonces lo mejor sería abstenerse de generar abortos porque sí, únicamente con el fin de justificar un lugar de trabajo ó un deseo de poder. Ello es igualmente válido en el ámbito del sector privado, donde no falta ninguna de las anteriores condiciones. En otras latitudes en las que tradicionalmente se han valorado más la realidad y las necesidades de una comunidad no existe tanta urgencia por escribir leyes y sí, en cambio, un compromiso de los ciudadanos para con la estructura comunitaria que asegure unos mínimos de convivencia. Aquí concebimos las leyes como soluciones mágicas del tipo “a partir de ahora todo irá bien gracias a…” Ello explica, además, el carácter efímero de las leyes, que se sobreescriben a una velocidad increíblemente rápida. Nunca se aprende de la experiencia; se hace balancear el péndulo del uno al otro extremo. Y así nos luce el pelo.

miércoles, 5 de abril de 2006

Reduccionismo


Hoy en día mucha gente se dedica a la investigación científica, ya sea buena, regular o, decididamente, mala. La época en que la comunidad científica estaba constituida por unos pocos seres con tan elevado grado de vocación y tan poco reconocimiento dinerario que sólo se podían permitir investigar los ricos y los chalados, definitivamente, ha muerto. La superpoblación actual en este campo conlleva toda una serie de fenómenos sociológicos que nos diferencian radicalmente de otras épocas: en primer lugar, los científicos del período entre el S. XVI y la primera mitad del S. XX eran gente con un importante bagaje en cultura clásica, conscientes en buena parte de los casos de la novedad y de los límites de un modelo. Hoy en día la fauna del mundo científico está poblada de integristas que creen que son los únicos con potestad de decidir dónde está la verdad y dónde no. Estos seres ignoran sistemáticamente el trasfondo epistemológico sobre el que fundan su trabajo. Sólo existe la verdad y la mentira, y el que no está con la verdad está con la mentira. Terrible. Lo primerísimo que hay que hacer para poder iniciar un cambio de paradigma es reconocer que estamos sometidos a otro. Si no, lo único que haremos será emular a la paloma de Kant, que creía que si no hubiera aire –y, por consiguiente, rozamiento con él-, podría volar más rápido, ignorando que es precisamente el rozamiento con el aire lo que le permitía volar. Hace unos meses leí una entrevista con un profesor quelconque que aseguraba que, de no haber sido por la influencia de Platón y Aristóteles, la ciencia –perdón, la Ciencia-, hubiera avanzado mucho más rápidamente. Este buen señor –científico reconocido, blablabla- ignoraba que el nacimiento de la ciencia moderna se había debido, en gran parte, a la reintroducción en Occidente –por parte de los sabios árabes, que tenían su sede muy cerca de donde él tiene su actual cátedra- de la filosofía de Aristóteles. Tot és química, rezaba un poco afortunado slogan para promover cierta exposición. Claro. Y Tot és fisica, y Tot és ètica, y Tot és dret penal, y Tot és qualsevol cosa. La poco disimulada tendencia al más rancio reduccionismo todavía sale a coletear en el ágora por parte de nuestras autoridades científicas. ¡Sublevémonos contra esa autoridad! Puedo admitir cualquier opinión menos la que niega cualquier opinión diferente de ella. Quizá ello tenga algún tipo de turbio origen inconsciente... pero esto sería el tema de otra entrada.

Centro


Para los occidentales, los conceptos de espacio y tiempo tienen un significado muy diferente del que tienen en Oriente. Existen un aquí y un ahora que constituyen un punto en un mapa cartesiano y que normalmente hacemos servir de origen de coordenadas de tal mapa espacio/tiempo. No tan sólo hacemos girar todo nuestro entorno alrededor nuestro (el famoso giro copernicano de Kant) sino que, además, de acuerdo con la teoría general de la relatividad, un observador cualquiera se aparece a si mismo situado en el centro del Universo, sea cual sea su posición –lo cual amplía considerablemente nuestra noción de espacio; hay una diferencia cualitativa entre la sala de estar de casa y un cluster de galaxias-. Los astrónomos calculan la distancia que nos separa de una galaxia por el efecto de corrimiento al rojo: cuanto más distante está una galaxia, a más velocidad se aleja de nosotros. Si echamos un vistazo hacia atrás en la historia, observamos que la velocidad a que se suceden los cambios significativos va en aumento conforme nos acercamos al presente. Es decir, existe también aquí un efecto de “corrimiento al rojo”. Esto ha sido válido para cualquier época, aunque la perspectiva se va acumulando con la evolución. Es por ello que el tiempo histórico se tiende a observar ahora como un objeto fractal. Un efecto similar, aunque mucho más subjetivo, es el que experimentamos conforme avanzamos por la vida: el tiempo parece encogerse cada vez más. Aquí interviene el concepto de tiempo psicológico, que está mucho más estrechamente ligado al tiempo físico de lo que se comúnmente se cree. Para el oriental el tiempo no deja de ser una circunstancia fortuita, que no modifica demasiado el estado de la conciencia, ya que el punto aquí y ahora contiene, en esencia, todos los demás puntos de nuestro espacio/tiempo.

martes, 4 de abril de 2006

Albert spricht


Der wahre Wert eines Menschen ist in erster Linie dardurch bestimmt, in welchem Grad und in welchem Sinn er zur Befreiung vom Ich gelangt ist.

(El verdadero valor de un hombre está ante todo determinado por el grado y el sentido con los que ha logrado triunfar por lo que hace a la liberación respecto de su ego).

lunes, 3 de abril de 2006

Experiencia


Cuando leemos un libro que nos complace especialmente no adquirimos experiencia como tal, pero sí que resonamos con su contenido; se nos activa toda una serie de conocimientos que ya parecían estar latentes en nosotros. Gracias a la persona que ha sabido conceptualizar y poner en términos de lenguaje una idea, la hemos recordado ó actualizado. Sucede algo parecido cuando aprehendemos una obra artística con la que podemos identificarnos en un alto grado. Quizá el descubrimiento de la obra de un gran creador nos puede abrir un mundo nuevo que configure todo un campo de experiencias. En este caso no se trata de una simple conceptualización que utiliza el lenguaje, sino de algo más: este lenguaje está escrito sobre un soporte directamente perceptible por nuestros sentidos. La unión de carne y espíritu que conlleva la obra artística puede dar lugar a toda una profunda experiencia situada más allá de la conceptualización. En ciertos contextos, se considera a la música como una forma de meditación.