Un enunciado equivalente al del “mito de lo dado” sellarsiano dentro del campo de las ciencias de la naturaleza vendría dado por la expresión “no puede existir otra ciencia (física) que la actualmente conocida”. En primer lugar, deberíamos reconocer que la “física actualmente conocida” –aun diría más, “la física canónica y ortodoxamente aceptada”- hace ya muchos años que muestra fisuras; ya no es posible hablar de “La Física”. No solamente hago referencia a la incompatibilidad que presentan las dos grandes mecánicas “inventadas” en el S XX –la Relativista y la Cuántica-, sino que pienso en las grandemente divergentes teorías sobre la estructura interna –internísima- de la materia. La praxis intelectual del S XX –y me refiero tanto al mundo del pensamiento como tal como al mundo de las ciencias como al de la creación artística- tira fuertemente hacia un universo tanto material como conceptual relativo, (inter)subjetivo, histórico-diacrónico, no-normativo, evolutivo. En el caso del mundo del pensamiento abstracto el proceso culmina con la superación de la modernidad y parece estancarse con el advenimiento de la postmodernidad. En el campo del pensamiento aplicado el proceso no parece tan autoevidente. Parece que existe una fuerte tendencia a considerar todo lo que se puede agazapar bajo el paraguas del método científico como perteneciente de manera exclusiva a la modernidad. Creo, sin embargo, que desde el momento en que podemos considerar a Kant y a Nietzsche como las primeras piezas de la postmodernidad, también se puede hacer lo propio con la mecánica relativista y especialmente con la mecánica cuántica. La “deconstrucción del espacio y el tiempo” y la introducción de la subjetividad/cocreación en las percepciones responden a afanes claramente alineados con los de la postmodernidad. Sin embargo, los furiosos filósofos postmodernos, que tan empeñados estaban en acabar con la fenomenología, el existencialismo, el estructuralismo y otras manifestaciones tardo-modernas, en pocas ocasiones se atrevieron a invadir el sacrosanto terreno de las ciencias naturales. Quizás por temor a ser denostados ó debido a un ancestral miedo a lo considerado sagrado ó arcano. Y las concepciones del más conspicuo defensor de la postmodernidad en el mundo del conocimiento científico, Thomas Kuhn –junto con su ilustre línea de predecesores Bachelard y Koyré- siguen pesando más en el mundo de las humanidades que en de las ciencias. Ilustre paradoja.
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