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viernes, 31 de agosto de 2012

Bionosología



            Leo por algún sitio que un nuevo rico ruso tiene el proyecto de invertir y hacer invertir a otros millonarios de la famosa lista de Forbes una gran suma de dinero en un proyecto de investigación sobre la perpetuación a go-go de la vida de los humanos. Este buen señor, que por lo visto quiere sacar provecho de los hallazgos que, según dice, podrían prolongar la vida de un individuo más allá de los doscientos años a base de biorobótica, este buen señor, digo, demuestra una vez más que el dinero no lo puede comprar todo. En este caso el sentido común, sin ir más lejos. La prolongación de una vida humana individual comporta, además del mantenimiento de las funciones vitales, la adaptación a la época en que se vive. Cuando alguien deja de estar siquiera mínimente adaptado a su época está abandonando una parte importante de la vida, que mantiene a base de recuerdos y esquemas que pueden no pertenecer ya al presente. Incluso una buena parte de las mentes preclaras que han ido por delante de su época y han ofrecido alguna revolucionaria idea, creación ó hallazgo acaba, aun a su pesar, siendo desplazada por los tiempos que se suceden. Y es que en el terreno de las ideas, la finitud de la biología de los individuos es el agente renovador más eficaz.  El compositor checo Leos Janacek escribió en 1926 una ópera sobre una obra previa de K. Capek que ahonda en este sentido: el caso Makropoulos, en donde un personaje femenino se ve en la encrucijada de tener que vivir más de 330 años sin otro deseo al final que acabar con un periplo para el que su mente ya no está preparada, por mucho que su cuerpo lo esté.

sábado, 18 de agosto de 2012

suites


                        Durante el S XIX la música de diversión se vistió de largo y, en sus formas más elaboradas, visitó las salas de conciertos. El público burgués también necesitaba, al fin y al cabo, una música sencilla de escuchar que sirviera de contrapunto a las creaciones más áridas (¡como sucede hoy en día con el público en general!). Y la gran forma de la música ligera de la segunda mitad del XIX y principios del XX está constituída, como sucedía en la música barroca, por la suite. Paralelamente a su hermana barroca, la suite ligera del XIX está constituída por danzas (el vals, la polka, las czardas, el galop y el cake-walk han substituído a la courante, sarabande y gigue) y también por fragmentos más cantables (el aria barroca da lugar al arioso). La gran diferencia –además, está claro, del carácter más desenfadado- en la forma viene dada por los nexos de unión entre los sucesivos fragmentos. Mientras las piezas barrocas –todas en la misma tonalidad, según la estricta costumbre de la época- mantenían el equilibrio aun mostrando una independencia, ahora una parte importante del efecto viene dada por la continuidad y los enlaces entre tonalidades y ritmos. No tan solo se nos ofrece un efecto perspectivista de causa-efecto sino que en ocasiones tiene lugar la repetición ulterior de alguno de los fragmentos, en una disposición que nos recuerda vagamente al rondó. Como fragmento conclusivo se nos acostumbra a presentar una danza movida ó una coda sinfónica más elaborada. ¿Ejemplos? Los valses de Johann Strauss, las oberturas potpourri de Jacques Offenbach y Federico Chueca,  los ragtimes de Scott Joplin, ciñiéndome a los ejemplos más excelsos.