Holismo es una de las palabras clave de esa constelación que acompaña al nuevo
paradigma científico. Y al igual que sucede con otros términos de la tal
constelación, ha sido mal utilizada y abusada en numerosas ocasiones. El
holismo supone la restitución de la integridad del sistema en contraste al
método común de la ciencia moderna (moderna del S XVII) que tiende a
descomponer en partes el sistema para tratar de conocerlo, de acuerdo con la
máxima aristoteliana de que el todo es la
suma de las partes. A principios de S XX se determinó que había otras
posibilidades, la de que el todo fuese más que la suma de las partes y también
de que fuese menos. La teoría general de sistemas, establecida por von
Bertalanffy después de la II Guerra Mundial, en la misma época que el
nacimiento de la cibernética, daría incluso una respuesta diferente: la parte es una forma de ver el todo, ya que
la parte contiene el todo de la misma manera que el todo contiene la parte.
Es decir, que lo que deja de ser funcional es el viejo concepto de todo y de
parte (esta postura había sido ya adoptada previamente por los padres de la
mecánica cuántica, Bohr y Heisenberg). Las posteriores Teoría del Caos y
Geometría Fractal establecen nuevos paradigmas que substituyen a los conceptos
del todo y la parte. Y a la luz de esta nueva cosmovisión es cuando podemos
observar en la distancia que muchas de las viejas miradas eran solo partes
aisladas, perspectivas en suma, de un paisaje que ahora vemos con más
globalidad. Pero para poder realizar este paso de síntesis se ha hecho
necesaria la emergencia de una nueva forma de ver las cosas. El universo
sistémico es tan potente que incluso tergiversa conceptos sólidamente establecidos
como el de causalidad. La red-que-todo-lo-une hace de la relación causal
clásica, una vez más, una extracción quirúrgica que no conserva la información
original y tiende a substituirla por el concepto de causalidad circular. Bajo
el nuevo prisma vemos el modelo darwiniano de evolución como una perspectiva
cercenada, en este caso del ecosistema correspondiente, pero que modifica
substancialmente la parte del modelo que Popper clasificaba de “programa
moral”. Así, el motor de la evolución es la congruencia global del sistema más
que la selección de mutaciones azarosas. Azar y necesidad, otro de los
dualismos que han perdido gran parte de su significado en los últimos cincuenta
años. Hoy sabemos que el orden nace necesariamente del desorden y que se encamina
necesariamente hacia él. O sea que determinismo e indeterminación no
constituyen, una vez más, una dualidad ab
initio sino que resultan de un “corte epistemológico” perspectivista. Las
dualidades no se resuelven sino que se disuelven.
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