Nuestros
utensilios básicos de navegación por los aspectos cognitivos de la vida son las
percepciones y los referentes. A su vez, ambos están condicionados por una
genética, son modulados por una historia personal, y llegan a constituir
paradigmas o macroencuadres. Su funcionamiento interno se basa en la
racionalidad, pero también, de forma más o menos incosciente, en el mito y la
magia. Cuanto más amplios, numerosos y variopintos sean los referentes que
alberguemos, tanto más lo serán nuestros horizontes. Esta muelle sociedad que
parece atrapada por un bucle de recursión positiva hacia el colapso se deja
controlar fácilmente por aquellos que sacan partido de la limitación de
referentes. Nuestros referentes mayoritarios están constituídos por cuatro
elementos que iluminan pobremente nuestros chatos horizontes; a saber: 1/las
consignas publicitarias, 2/las consignas propagandísticas, 3/el cine, la música
y la literatura de consumo y 4/las asociaciones de términos automáticas. Los
guias de new york muestran tal restaurante donde se filmó determinada escena de
un film popular o cual rincón de la ciudad en donde tuvo lugar una persecución
en otro film. Eisenhower, durante su presidencia, dijo en una ocasión que
"el jazz es nuestro mejor embajador". Sin duda se refería a los años
veinte y treinta. Cuando pronunció la frase el cine había ocupado tal lugar. Es
evidente q cuando viajamos intentamos casar nuestra percepción con nuestros
referentes. Los referentes de la cultura popular, por extendidos y
autoreplicantes, tienen una fuerza inusitada. Pero el hecho de reducir la
percepción de una metrópolis a un puñado de anécdotas es una reducción, a mi
entender, excesiva...
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