Esta es la entrada del blog que hace la número quinientos. Es por ello que
me permito hoy hacer alguna reflexión en torno a él, concretamente el por qué
de su título. La Postmodernidad, importante etapa crítica para con la
Modernidad pero incapaz, por otra parte, de autoreconocerse como una parte
integrante de ella y más concretamente de su decrepitud, establece la no
existencia de metaespacios que puedan hacer de puente interparadigmático.
Además, la postmodernidad (y he ahí su trazo característicamente narcisista)
reconoce los diferentes paradigmas como intercambiables a capricho personal. De
esta manera se habría llegado a un punto de aprehensión prístina de cualquier
realidad, que se manejaría a placer personal de cada uno, ya que cualquier
visión es perfectamente posible y autocreada. La postmodernidad, por tanto,
quiere representarse a sí misma como el final de la historia, el desvelamiento
del último telón de fondo que ya no puede caer puesto que hemos llegado a la
(inexistente) pared posterior del escenario. Y esta pared nos dice que no
pueden haber verdades absolutas, que todo es relativo. La visión evolucionista
añade que aunque no haya verdades absolutas, existe un grado de holoarquía y de
relatividad entre las verdades relativas. Y el juego de la caída de los telones
de fondo puede aún continuar (derribando la pared posterior del escenario, que
nos revelará a su vez otra pared más profunda). Lo de metacorner expresa esta
voluntad de relativismo holoárquico. Por mucho que no puedan existir narrativas
comunes entre las diferentes visiones, sí que pueden existir narraciones-puente
entre algunas de ellas que se hallen en determinada configuración relativa
holoárquica. Lo de transcliché es más evidente. Para navegar entre los
metaespacios se hace del todo necesario el proveerse –o más bien, desproveerse,
en este caso-, de cierto equipaje. Nuestro entorno diario nos ofrece una
dualidad que a veces se hace absolutamente insoportable. Por un lado nos regala
cada vez más posibilidades de abstracción, de comunicación, de información, de
alcance, mientras que por otro nos reduce cada vez más a visiones
superficiales, alienantes, cosificadoras y manipulativas. Necesitamos
percatarnos de esta tendencia automultiplicativa hacia el cliché y abandonar
sus caminos trillados. Transcliché Metacorner, por tanto, parte de una decidida
voluntad de desafiar la visión habitual de las cosas, visión que tanto se
replica en los medios y por otro lado quiere, de alguna manera, alinearse con
lo que podríamos llamar las estructuras de la Trans-Modernidad. Ahí es nada!...
Vistas de página en total
viernes, 14 de noviembre de 2014
miércoles, 12 de noviembre de 2014
Acumulaciones
Hace cuarenta años, cuando el debate epistemológico entre la Modernidad y la Postmodernidad estaba en su cénit, la pregunta clave en el marco del conocimiento científico era –como se suele plantear en Occidente- de tipo dual: “-¿es o no es acumulativo el conocimiento científico?”. Nuestra posición más avanzada en la actualidad disuelve el dualismo. El conocimiento científico ni es acumulativo ni deja de serlo. Es más bien evolutivo. El conocimiento científico no es una masa sólida que se deglute como podían suponer los modernistas ni un objeto creado a voluntad como podían suponer los post-modernistas. Entre otras cosas porque la mente no es una boca que deglute un alimento externo al organismo ni la realidad es moldeable a capricho. El problema del debate Popper-Kuhn radicó en que ni los popperistas entendieron a Popper ni los kuhnianos entendieron a Kuhn (aparte del hecho de que gran parte de los científicos oyeron hablar de Popper –y lo malentendieron- pero no de Kuhn, al que básicamente malentendieron gente de Humanidades).
viernes, 7 de noviembre de 2014
Metabolismos
Cualquier
manifestación colectiva denota un trazo cultural, desde la gastronomía al arte,
desde las fiestas populares a la poesía, desde la actitud frente a la
colectividad hasta la actitud frente a las desgracias. Y la actitud frente a
las heces no escapa a este esquema. Las heces son parte del subproducto que un
organismo animal genera a partir de su metabolismo y forma parte de un sistema
mayor que incluye los procesos físico-químicos que la vida genera y mantiene, y
que a su vez, mantienen la vida. Parece evidente que tales desechos no sean
útiles a la misma especie animal que los genera, aunque puedan serlo para
otras. En el caso humano (como sucede sin duda para otros animales) las heces
pueden ir acompañadas de patógenos y, de forma natural, contienen elementos que
las hacen desagradables a la especie que las genera (aunque, como ya he
indicado en una ocasión, el elemento odorífero puede, en otras ocasiones,
resultar atractivo bajo otro punto de vista). Este aspecto es cultivado desde
la infancia, generando en el niño un disgusto hacia los excrementos que cumple
una función protectora pero a la vez los equipara con lo indeseable, lo que
nunca debe de estar alrededor de uno….sin recordar que somos nosotros los que
generamos tal producto. Históricamente los occidentales se han sorprendido por
los usos evacuatorios de otras culturas, como la árabe o las orientales, que hacen
uso del agua para la limpieza post-evacuación, tildándolos incluso de
primitivos o bárbaros. Es aparentemente mucho más bárbaro aplastar los
excrementos contra el ano con un trozo de papel que después se frota contra la
misma zona. El tema también se suele situar en la zona del sarcasmo y la
parodia, como en la tradicional figura del pessebre
o belén catalán, la del caganer. I és que en això d’evacuar lluita de classesno n’hi ha!!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)