Aquella fría y
gris mañana de invierno anticipado presenció, casualmente y sin que mediara
preparación, una nueva reunión de “los cuatro mosqueteros”. Estaban, como
siempre, rememorando el pasado, removiendo el presente y preocupándose por el
futuro. José Antonio se sentía particularmente inspirado en aquella época del
año, durante la cual buena parte de la ciudadanía –reflejo de climas templados-
sufría de bajo tono vital o incluso, emulando a los osos, se hallaba en un
estado próximo a la hibernación.
–“En numerosas tradiciones esotéricas la época de máxima declinación del
sol se toma por la de máxima energía espiritual, interior, en una suerte de
curiosa ampliación del primer principio de la termodinámica”, anunció José
Antonio. Por una vez Ernesto unió su voz a la de Pablo para intentar acotar tal
principio, aparentemente sin fundamento, mientras Guillermo permanecía callado.
-“La verdad –prosiguió José Antonio- es que a mí esta época me inspira
tanto para afinar mi percepción como para elaborar mis alquimias. Estoy más
sintonizado con la vida, o sea que resueno con más facilidad con mis
percepciones”. Pablo prefería la primavera, Ernesto el otoño y Guillermo el
verano (“por ser más práctico”, decía). Los cuatro mosqueteros representaban
así las cuatro estaciones, los cuatro puntos cardinales. El cuatro es el número
de la Tierra, el número de la estabilidad (y también el de la encrucijada, la
superposición de dos direcciones). José Antonio reconoció que gran parte de su
alto tono vital se debía a la atenta escucha
matinal de las partitas de Bach.
-“La música de Bach siempre se me presenta con la sensación de actualidad renovada.
Parece resonar con cualquier época. Yo diría que huele a tinta fresca”, anunció
José Antonio. Aunque no era la primera vez que se refería a su ídolo musical en
tales términos, aquella mañana contagió parte de su entusiasmo a sus amigos. De
hecho Ernesto se sentía más atraído por el mundo del jazz, Pablo por la canción de autor y Guillermo,
aun no sintiendo una particular predilección musical –y quizás a causa de ello-,
respetaba todos los gustos. Aun así todos se hallaban prestos a aceptar a Bach
como figura amiga.
-“Bach, como cualquier otro gran compositor, es capaz de educar el sentido
artístico y, con ello, contribuir al desarrollo integral de los individuos. Es
por ello que hoy en día se intenta evitar al máximo este tipo de experiencia
musical y el sistema prefiere ofrecer al consumidor medio una música sin
demasiado fondo, de esa que se consume y se tira directamente”.
-“Esta circunstancia forma parte del proceso autoalienante del sistema que
observamos como se acelera día a día”, recalcó Pablo.
-“Pero, por qué no dejáis a cada uno con sus asuntos y no os dejáis de
meter en camisa de once varas por lo que respecta al comportamiento de la
población?” –apuntó Guillermo. –“¿No tiene que haber de todo y para todos los
gustos en la viña del Señor?”
-José Antonio terció:
-“A eso me refiero. Una sociedad rica, una sociedad floreciente es aquella
sociedad compleja, donde todas las actividades forman ricos entramados con gran
diversificación. Es evidente que un árbol tiene un tronco, pero cuanto más
divididas estén sus raíces, más solidez presenta frente a un vendaval”.
-“Más agarradas sus raíces y más flexible su follaje”, apuntó Ernesto,
mientras rememoraba la vieja historia del roble y el sauce.
-“A eso me refiero, conciudadanos”, siguió José Antonio. “El problema de
este maldito país sigue siendo el de la pobreza de planteamientos en su
discurso general. Demasiado gente haciendo lo mismo a la misma hora, vamos. Los
medios de comunicación parecen diseñados por un consejo de memos….
-… a las órdenes del gran capital, -acabó Pablo.
-“Si; demasiada gente arreglando el país de boquilla sin hacer nada por
cambiar”, siguió Guillermo….
No había acabado de pronunciarse la última frase cuando sucedió algo que,
de todas todas, parecía poner en duda las especulaciones de los jubilados. Como
si de una catarsis programada se tratara. Como una erupción volcánica capaz de
detener el frío invernal por unos momentos interminables.