Vistas de página en total

martes, 24 de febrero de 2015

Invierno



                        Aquella fría y gris mañana de invierno anticipado presenció, casualmente y sin que mediara preparación, una nueva reunión de “los cuatro mosqueteros”. Estaban, como siempre, rememorando el pasado, removiendo el presente y preocupándose por el futuro. José Antonio se sentía particularmente inspirado en aquella época del año, durante la cual buena parte de la ciudadanía –reflejo de climas templados- sufría de bajo tono vital o incluso, emulando a los osos, se hallaba en un estado próximo a la hibernación.
–“En numerosas tradiciones esotéricas la época de máxima declinación del sol se toma por la de máxima energía espiritual, interior, en una suerte de curiosa ampliación del primer principio de la termodinámica”, anunció José Antonio. Por una vez Ernesto unió su voz a la de Pablo para intentar acotar tal principio, aparentemente sin fundamento, mientras Guillermo permanecía callado.
-“La verdad –prosiguió José Antonio- es que a mí esta época me inspira tanto para afinar mi percepción como para elaborar mis alquimias. Estoy más sintonizado con la vida, o sea que resueno con más facilidad con mis percepciones”. Pablo prefería la primavera, Ernesto el otoño y Guillermo el verano (“por ser más práctico”, decía). Los cuatro mosqueteros representaban así las cuatro estaciones, los cuatro puntos cardinales. El cuatro es el número de la Tierra, el número de la estabilidad (y también el de la encrucijada, la superposición de dos direcciones). José Antonio reconoció que gran parte de su alto tono vital se debía a la atenta escucha  matinal de las partitas de Bach.
-“La música de Bach siempre se me presenta con la sensación de actualidad renovada. Parece resonar con cualquier época. Yo diría que huele a tinta fresca”, anunció José Antonio. Aunque no era la primera vez que se refería a su ídolo musical en tales términos, aquella mañana contagió parte de su entusiasmo a sus amigos. De hecho Ernesto se sentía más atraído por el mundo del jazz,  Pablo por la canción de autor y Guillermo, aun no sintiendo una particular predilección musical –y quizás a causa de ello-, respetaba todos los gustos. Aun así todos se hallaban prestos a aceptar a Bach como figura amiga.
-“Bach, como cualquier otro gran compositor, es capaz de educar el sentido artístico y, con ello, contribuir al desarrollo integral de los individuos. Es por ello que hoy en día se intenta evitar al máximo este tipo de experiencia musical y el sistema prefiere ofrecer al consumidor medio una música sin demasiado fondo, de esa que se consume y se tira directamente”.
-“Esta circunstancia forma parte del proceso autoalienante del sistema que observamos como se acelera día a día”, recalcó Pablo.
-“Pero, por qué no dejáis a cada uno con sus asuntos y no os dejáis de meter en camisa de once varas por lo que respecta al comportamiento de la población?” –apuntó Guillermo. –“¿No tiene que haber de todo y para todos los gustos en la viña del Señor?”
-José Antonio terció:
-“A eso me refiero. Una sociedad rica, una sociedad floreciente es aquella sociedad compleja, donde todas las actividades forman ricos entramados con gran diversificación. Es evidente que un árbol tiene un tronco, pero cuanto más divididas estén sus raíces, más solidez presenta frente a un vendaval”.
-“Más agarradas sus raíces y más flexible su follaje”, apuntó Ernesto, mientras rememoraba la vieja historia del roble y el sauce.
-“A eso me refiero, conciudadanos”, siguió José Antonio. “El problema de este maldito país sigue siendo el de la pobreza de planteamientos en su discurso general. Demasiado gente haciendo lo mismo a la misma hora, vamos. Los medios de comunicación parecen diseñados por un consejo de memos….
-… a las órdenes del gran capital, -acabó Pablo.
-“Si; demasiada gente arreglando el país de boquilla sin hacer nada por cambiar”, siguió Guillermo….
No había acabado de pronunciarse la última frase cuando sucedió algo que, de todas todas, parecía poner en duda las especulaciones de los jubilados. Como si de una catarsis programada se tratara. Como una erupción volcánica capaz de detener el frío invernal por unos momentos interminables.

1 comentario:

Lluís P. dijo...

Fratello,
Comparto tu parecer sobre la música de Bach y los efectos que produce en el alma de los mortales, no es necesario repetir aquí las acertadas palabras de Juan Antonio. El mismo Juan Antonio da en el clavo al afirmar que “El problema de este maldito país sigue siendo el de la pobreza de planteamientos en su discurso general.” Y si, además de pocas iniciativas, éstas sólo se discuten hasta la saciedad sin pasar a la acción, como sugiere Guillermo, el panorama se torna desolador.
Sin embargo, el esfuerzo para encontrar colectivos con propósitos encomiables (y no me refiero sólo a oenegés) da sus frutos y estoy convencido de que todavía hoy podemos apuntarnos a una velada musical que valga la pena (hay ciclos estupendos en el Palau de la Música), a una salida cultural con guías perfectamente conocedores del tema (Barcelona Cultura, del Ajuntament de Barcelona, por poner un ejemplo), o bien a una conferencia que fuerce la reflexión (como las actividades que se organizan en el Monestir de Pedralbes o las ponencias en el Círculo de Economía). ¿Minoritarias? Seguro, pero estoy convencido que éstas perdurarán en el tiempo, mientras que las que sólo narcotizan al respetable se perderán en el olvido.
Saludos,

fp