Las deconstrucciones, hoy tan a la orden del día, afectan a todas las
actividades humanas, desde las noéticas a las éticas pasando por las
ritualísticas, artísticas o folklóricas. La actitud deconstruccionista está
subsumida en el corazón mismo del pensamiento post-moderno: la falta de un
espacio o significado absoluto –llámese metafísica o de otra manera- en referencia
a nuestros signos que, desde este punto de vista, sólo dependen unos de otros y
no de un fondo común que los referencie. La constatación de este hecho siempre
me ha parecido una conquista importante, pero sólo representando un estadio pasajero que suponga una movilización de referentes y no lo que ha acabado haciendo la post-modernidad: aislando elementos, racionalizándolos y
proyectándolos contra un supuesto fondo de pantalla blanca que no deja de ser
lo que siempre ha negado: un absoluto inamovible. Comienzo de esta manera tan
teórica y abstracta para seguir con el tema propio de este post: las
deconstrucciones de las costumbres y ritos. Es absolutamente normal y aun
necesario que las costumbres evolucionen. Los ritos, que forman parte de las
acciones ligadas a una estructura mítica de pensamiento, también evolucionan de
forma paralela al progresivo hundimiento en el inconsciente de tal estructura
de pensamiento. Las costumbres y ritos fúnebres han estado presentes desde
épocas muy remotas de la historia de la humanidad, y han evolucionado de la
manera descrita, desde la pura magia hasta el rito y más allá, conllevando
además aspectos sociales, de cohesión tribal/social, aspectos estéticos, etc. Cada
época y cada cultura ha poseído, como parte de su evolución, una colección de
acciones y ritos que le han sido característicos. La post-modernidad, en su
afán de haber superado la evolución histórica, ha creado una deconstrucción del
rito para cualquier uso. Lo ha hecho, empero, intentando preservar a toda costa
la mentalidad anterior, la mítica, y lo ha hecho con miras a mantener el
negocio que supone el acto fúnebre. De esta manera las empresas pseudo-públicas
que se encargan de desplumar al ciudadano lo hacen sobre la base de sus
creencias, temores, vergüenzas, y contricciones. ¿La forma de combatir este
desajuste? Una vez más, la educación. Cuando el rito se deconstruye
(entierro/cremación; féretro abierto/cerrado; flores si/no; esquela si/no
–tamaño?- ; ceremonia laica/religiosa –qué religión?- música si/no –cual?-
duración -10?15?20 min?-; servicios post-funerarios si/no…..) pierde toda su
significación, que se halla enraizada en la tradición y su evolución. Si
referimos los elementos descohesionados como si tuvieran entidad propia y nos
dedicamos a construir combinaciones lineales ad hoc hemos matado ya al insecto para pincharlo en la colección.
Ya no es un insecto; es un objeto de contemplación. Por eso veo una
contradicción insoportable entre este afán digitalizante y la mentalidad
funeraria tradicional. Si la mentalidad evoluciona dejemos que aparezcan nuevos
ritos y no juguemos con los elementos desmembrados de los antiguos. Una
espiritualidad evolucionada puede considerar que la materia es sagrada sea cual
sea su estado y destino; que el espíritu del difunto se halla en la mente de
los que lo conocieron; que la individualidad personal es un espejismo que
desaparece tras la defunción; que la memoria de un difunto se puede evocar en
cualquier lugar y ocasión y que todos los seres se hallan unidos en una gran
red-de-vida omniabarcante. Lo que implicaría que la gestión de los cadáveres se
realizara de forma sencilla y con dinero público de ese que tanto se roba en
beneficio privado. Y el que quisiera construir un baldaquino barroco con su
dinero por aquello de impresionar al vecino incluso en estado post-mortem, pues allá él.
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viernes, 20 de mayo de 2016
viernes, 13 de mayo de 2016
Per al meu pare
Do not go gentle into that good night
Dylan Thomas, 1914 - 1953
Do not go gentle into that good night,
Old age should burn and rave at close of day;
Rage, rage against the dying of the light.
Though wise men at their end know dark is right,
Because their words had forked no lightning they
Do not go gentle into that good night.
Good men, the last wave by, crying how bright
Their frail deeds might have danced in a green bay,
Rage, rage against the dying of the light.
Wild men who caught and sang the sun in flight,
And learn, too late, they grieved it on its way,
Do not go gentle into that good night.
Grave men, near death, who see with blinding sight
Blind eyes could blaze like meteors and be gay,
Rage, rage against the dying of the light.
And you, my father, there on the sad height,
Curse, bless, me now with your fierce tears, I pray.
Do not go gentle into that good night.
Rage, rage against the dying of the light.
Old age should burn and rave at close of day;
Rage, rage against the dying of the light.
Though wise men at their end know dark is right,
Because their words had forked no lightning they
Do not go gentle into that good night.
Good men, the last wave by, crying how bright
Their frail deeds might have danced in a green bay,
Rage, rage against the dying of the light.
Wild men who caught and sang the sun in flight,
And learn, too late, they grieved it on its way,
Do not go gentle into that good night.
Grave men, near death, who see with blinding sight
Blind eyes could blaze like meteors and be gay,
Rage, rage against the dying of the light.
And you, my father, there on the sad height,
Curse, bless, me now with your fierce tears, I pray.
Do not go gentle into that good night.
Rage, rage against the dying of the light.
viernes, 6 de mayo de 2016
Onanismos
Una época narcisística es necesariamente una época onanista. Y si una parte no despreciable del narcisismo viene cristalizada alrededor
de la exhibición de imágenes, una parte
importantísima de ellas tiene un origen claramente onanista: las selfies. El retrato fotográfico nació,
en la época de los albores de la fotografía, como un intento de plasmar una
persona o grupo de personas a la manera de un retrato pictórico. Es decir, con
una pose artificial y afectada. Es más, como el trasunto primero burgués y más
tarde proletario del aristocrático óleo. Hace cien años todas las familias,
incluidas las de origen humilde, pasaban, una vez en la vida al menos, por casa
del fotógrafo para realizar “la fotografía” que las inmortalizara, y que luego
enviarían incluso, a modo de postal, cargada de buenos augurios y autógrafos a sus parientes y amigos. La apariencia de
los personajes nada tenía que ver con su imagen habitual: vestían con el traje
de las grandes ocasiones, que rara vez se ponían, sobre un decorado con tenues
arbolillos que parecía una versión burguesa de los fondos pictóricos
renacentistas, e incluso en ocasiones lucían, como las postales iluminadas,
unos toques de color sobre sus mejillas y que permitían, a su vez, efectuar
leves modificaciones del color de sus cabellos. Cuando la posibilidad de hacer
fotografías se vulgarizó –especialmente tras la universalización de la
auto locomoción- las familias no tan solo retrataban a gogo a sus familiares
sino también –y especialmente- los lugares que visitaban (las fotos-trofeo en
que el familiar aparecía, a veces con tamaño liliputiense, ante el decorado
ahora natural del lugar visitado). En aquella época de las Instamatic y Verlisa
rara vez se pretendía fotografiar una cara de cerca. Solamente los que
realmente amaban la fotografía y se habían comprado carísimos objetivos especiales
podían hacerlo sin riesgo a desenfoques o deformaciones de los rostros. La
irrupción de la fotografía digital supuso un salto a una nueva era. El
resultado ya no se hacía esperar hasta el revelado y las copias. Ahora era
posible tener un feed-back instantáneo
que nos guiara a través de un trial-and-error
hasta el resultado deseado. Además –¡gran novedad!- ya no era necesaria la
iluminación del fogonazo de magnesio en interiores. La débil luz de una vela
era suficiente para dejar su rastro en el objetivo, que por algo la física es
más esencial que la química. El paso siguiente no se hizo esperar demasiado: la
incorporación de cámaras fotográficas a cualquier tipo de utensilios, hasta
llegar a los smartphones. Estos aparatos han supuesto una revolución en las
comunicaciones pero evidentemente con su parte regresiva incorporada. Así, los
adolescentes no se desprenden de ellos porque los utilizan para expandir –con
ayuda de las insidiosas redes sociales- su narcisismo y exhibicionismo
naturales. Imagino al arquetipo de adolescente que representa el mozartiano Cherubino
utilizando su smartphone para hacer furtivamente fotos comprometidas de tutte le donne del palazzo y, como no,
gran cantidad de fotos reflexivas, auto-fotos o, como se las conoce vulgarmente,
selfies. La selfie publicada en una
red social satisface simultáneamente los impulsos narcisistas y exhibicionistas
de adolescentes y población adolescentoide de hoy en día. Pero el problema de
la selfie es que, debido a un simple problema de óptica, ofrece una imagen
deformada del rostro debido a la excesiva proximidad del objetivo. Curiosamente
el adolescente ha aprendido a vivir con esta deformación en sus manifestaciones
visuales. El adolescentoide, con más recursos y menos tragaderas que su joven
emulado, ha preferido desarrollar el llamado palo de selfie o brazo alargador que permite autofotografiarse a
una distancia suficiente como para esquivar la deformación. El palo de selfie
parece querer hacernos olvidar el origen onanista de este tipo de fotografía. Al
menos con este artilugio también se pueden auto-fotografiar grupos. Algo es
algo….
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