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viernes, 27 de enero de 2017

Retorno


                    Hace muchos años visualicé por tv un imaginativo cortometraje en el cual una voz, fácilmente reconocible en aquel entonces –la del pintor Salvador Dalí- explicaba una historia épica con ribetes casi míticos a partir de unas imágenes muy difuminadas de manchas de colores ocre y verdoso que se iban desplazando muy lentamente por la pantalla. Había princesas, batallas, lagos y desiertos por donde algún personaje transitaba hasta dar la vuelta al mundo. Al final el encuadre retrocedía y mostraba al pintor con una pluma estilográfica en la mano, explicando que lo que se había visto no era más que una ampliación de la superficie del instrumento, debidamente oxidada por contacto con la orina del “divino Dalí”. Era un poco como observar un micromundo casi soñado dentro de otro mundo. Pero lo que más me impactó fue la percepción del gran viaje iniciático que está contenido en una pequeña superficie que se cierra sobre sí misma y que nos devuelve al punto de partida -con la experiencia, eso sí, de todo el viaje-. Un poco como sucede en la Odisea, La Divina Comedia o Flatland. Como una catarsis sin salir de casa. Aunque bien mirado, también la revelación a Edipo es un viaje de vuelta a casa; una casa más turbadora que la que había conocido al principio de su periplo.

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