El
arte se distingue de otras actividades humanas por su poliédrico abanico de
significados y simbologías. Una obra de arte perdurable parece hablar a cada
generación y a cada individuo de forma personalizada. Esta riqueza asegura que
la obra maestra guarde, cual magma, un remanente de energía que parece
renovarse con el paso del tiempo. Esta personalización incluye, claro está, una
referencia que remite a un tiempo pasado en nuestra biografía. Igual que la
magdalena de Proust, algunas piezas han quedado fijadas en nuestra mente en
referencia a determinados paisajes vividos o soñados en otras épocas. Nuestro
tiempo es pobre en simbologías porque hemos reducido éstas a la superficialidad
de los clichés y las racionalizaciones, que nada tienen que ver con ellas.
Nuestra época no cree en las simbologías, pero cree de forma totalmente
a-crítica en racionalizaciones y clichés. Quizas se refiera a eso Byung-Chul
Han cuando habla de la sociedad de la transparencia. El poliédrico abanico de
significados y simbologías al que aludía antes viene a ser, en cierta manera,
lo opuesto de la figura de superficie pulida de las esculturas de Jeff Koons
que Han utiliza como metáfora de nuestra época. La transparencia a la que Han
se refiere no es capaz de reflejar nada, mientras que las esculturas de Koons
solamente reflejan una imagen muy nítida pero muy pobre. El magma del poliedro
complejo siempre encierra muchas sorpresas ignotas que se renuevan con el
tiempo.
2 comentarios:
Hola Carles,
En mi opinión el tema que tratas en este post tiene múltiples ramificaciones. En primer lugar me gustaría decir que el símil del magma como una fuerza permanente y latente que en cualquier momento se puede manifestar me parece muy buena.
Nuestra relación con una obra de arte es dual y paradójica: por una parte suele ser una herencia común recibida y por otra es una experiencia íntima e individual que,como bien dices, depende de nuestra sensibilidad y de la biografía de cada uno.
El arte permanece y la vida humana pasa (ars longa vita brevis) y esta percepción y certeza a medida que vamos cumpliendo años produce un cierto vértigo por todo lo que implica.
Como diría un maestro taoísta o zen en el arte el espíritu habla al espíritu,la obra maestra está en nosotros y nosotros en la obra maestra. Quizá no se puede expresar mejor.
Si nos preguntamos acerca de la utilidad del arte, a mi me basta con saber que nos ayuda a superarnos y a elevarnos por encima de nosotros mismos. En este punto se podría conectar el arte con la religión, pero esto es ya otro asunto.
Tal como señalas vivimos en una sociedad empobrecida y descreída que adora falsos ídolos. Otro aspecto de lo mismo es que parece que vivimos en un mundo donde se ha perdido la autenticidad y tenemos que "conformarnos" con sucedáneos, y eso a cualquier nivel: desde pequeñas cosas cotidianas hasta temas que nos afectan profundamente.
Gràcies per la inspiració!
Filo
Hola Filo,
Tu profundo comentario sobre la pervivencia de la obra de arte comparada con la humana me recuerda alguna reflexión personal al respecto (la visión de un personaje de hace 100 años sobre una obra de hace 200 que todavía nos conmueve o el vértigo que produce el pensar que una obra que de repente nos empieza a hablar desde el pasado ya estaba ahí mucho antes de nuestro nacimiento).
Gràcies per la contribució
Carles
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