Apenas salgo
del restaurante donde almuerzo en alguna ocasión y ya noto una nueva vibración
del móvil (la primera, esperada, ha tenido lugar cuado he hecho uso de la
tarjeta de crédito). Miro el aparato y leo un banner de Google: did you like
Ca la Fulaneta? rate this restaurant! Por un momento mis dedos se acercan a
las estrellas ponderativas, pero en seguida se hacen atrás. Ya sé que los
grandes números, por lo que hace a la opinión de las masas, pueden ayudar en
ocasiones a los individuos. Pero .... ¿qué pinta Google en todo esto? Y al
punto recuerdo el caso de Sócrates, condenado a muerte por obra y gracia de un
mecanismo similar. Por votación anónima el pueblo de Atenas decidió que las
enseñanzas de Sócrates corrompían a la juventud y se libró entonces al notable
filósofo a la dura ley de la polis. En nuestras modernas democracias repetimos
con excesiva facilidad el mismo mecanismo. He escrito ya muchas veces que no
debemos confundir la universalidad de los votos y la igualdad de derechos de
toda la ciudadanía con las opiniones particulares de cada individuo. Todos los
votos valen lo mismo pero ¡no todas las opiniones! Puntualizo: para valorar un
restaurante no hace falta ser especialista; ya lo sé. Pero cada vez que Google
nos pregunta algo supuestamente inocente compramos más números para acabar
participando de la tómbola de Solón. ¿Por qué no nos preguntan si creemos que
Facebook y Twitter alienan a la juventud?? Ca la Fulaneta: he comido muy bien
pero no pienso ponerlo por escrito en la red.