De un tiempo a esta parte los que ya llevamos determinado tiempo en este
mundo podemos observar que la historia parece acelerarse y penetrar en un
torbellino que puede conducir a la humanidad hacia un nuevo desastre. Cuando
analizamos la naturaleza de esta dinámica rápidamente nos percatamos que se
trata de un sistema complejo lleno de bucles y remolinos y resultaría de una
simplicidad infantil tratar de buscar las “causas directas” de tal situación.
Cualquier causa directa identificada, siendo convenientemente analizada nos
generaría un bucle que, aisladamente considerado, no nos serviría para explicar
la situación. Los auges de los populismos, los nacionalismos, la xenofobia, el
racismo, el sexismo, las ofertas de ultra-derecha… cada cual con sus características
y circunstancias locales tienen una fuente común que se puede resumir con la
palabra ‘malestar’. Este malestar resulta muy difuso, a pesar de los factores
objetivos con que podemos ilustrar este discurso. Es cierto que cada día crecen
las desigualdades sociales, es cierto que cada día crece la violencia
doméstica, es cierto que cada día crece la intolerancia, pero también es cierto
que en Occidente seguimos viviendo en una situación de prosperidad (a costa de
otras sociedades, bien seguro) y que poseemos una conciencia ecológica, de
igualdad de género, de respeto hacia la alteridad como nunca vistas hasta
ahora. ¿Cuál es entonces la causa profunda de tal malestar? ¿Hemos alcanzado un
nuevo grado de conciencia que nos impide ser felices delante de tanta miseria moral?
¿Somos víctimas de inacabables deseos de posesión generados por intereses
crematísticos que se extienden alrededor nuestro en forma de espiral? ¿Somos
víctimas de la inestabilidad y los rápidos cambios que tienen lugar en nuestro
alrededor y no somos capaces de asumir? A buen seguro que necesitamos una
reflexión transdisciplinaria profunda que nos adecue mentalmente a las realidades
de nuestro presente. Seguimos creyendo que “la realidad” es algo externo a
nosotros y esta es precisamente la causa de que tal ‘realidad’ esté ahora
estancada y a punto de explotar ante nuestras cargadas narices. La vía del
conocimiento, de la reflexión, del intento de entender donde estamos, de la
renovación, del auto-descubrimiento, es la única que nos puede salvar del
desastre individual. El desastre colectivo es otro tema…
2 comentarios:
Fratello,
Apuesto por la creciente desigualdad social como motivo de la crisis que dibujas. A la primavera árabe se suma ahora la latinoamericana, liderada por Chile. Allí, en Santiago, se subió el precio del billete de metro un quince por ciento y la revuelta que siguió fue un grito de “¡basta!” a lo que este incremento suponía para los usuarios del transporte público más utilizado: el apartado de desplazamiento se convertía en el 20% de los gastos mensuales, otra vuelta de tuerca en los insuficientes salarios de los chilenos. Éstos, como en la mayoría de los países sudamericanos, carecen de cobertura si se quedan sin trabajo o enferman, de un sistema educativo de calidad gratuito y de unas pensiones dignas. Los medios de comunicación no reflejan la tasa de suicidios altísima de los chilenos ya entrados en años completamente desahuciados económicamente. O se reparte un poco la enorme riqueza de los oligarcas de turno, o bien la revolución está garantizada. ¿Y entonces? ¿Pueden los militares aplastar a su propio pueblo? Pocos quieren este cruento escenario, el diálogo es la mejor opción. Avanzar hacia la sociedad del bienestar de los países europeos, ¿es también el camino que recorrerán latinoamericanos y árabes? Aquí se abre una nueva incógnita, puesto que el factor cultural pesa como una losa cuando hay que tomar ciertas decisiones (pensemos en los derechos de la mujer en los países musulmanes). A pesar de la idiosincrasia de cada pueblo, estoy convencido de que, paso a paso, se avanzará hacia un mundo mejor. Nadie dijo que el progreso social fuese un camino de rosas...
Totus tuus,
fp
Fratello,
Dices bien. En numerosos países en donde la desigualdad social, de género o raza es importante estalla el conflicto. Pero el caso es que el malestar se extiende por todas partes. También en las zonas en donde aparentemente las desigualdades son menores. Vivimos una época de inarmonia con el mundo. Tot plegat dona molt que pnsar ....
Tuo quoque
fp
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