Observamos que de forma creciente
muchos individuos de nuestra sociedad se entregan a un peligroso intercambio,
ofreciéndose a (auto)rebajar su grado de conciencia -podríamos decir, de
lucidez- a cambio de un más o menos efímero y casi siempre ficticio ejercicio
de poder. Se trata de un pacto más bien anti-fáustico. En aquel caso las
mercancías concedidas eran juventud y sexo, pero sin la renuncia explícita al
conocimiento. Antes bien, la lectura crítica del mito de Fausto hace hincapié
en la renuncia a ciertas seguridades paradisíacas a cambio del acceso a nuevas
facetas del conocimiento (como en una nueva versión de la serpiente genésica),
y bajo esta perspectiva sí que podemos calificar el intercambio que ofrece
poder a cambio de lucidez como de pacto anti-fáustico. Este pacto es hoy día
practicado a muy diversos niveles. Los jefecillos en los sistemas organizativos
se vendan los ojos y hacen la vista (y toda la conciencia) gorda con objeto de
mantener -y aún mejorar- su, en muchos casos, imaginario status. Este pacto
obedece a lo que Gregory Bateson perfilaba como adiestramiento (como en el caso
del amaestramiento animal). Pero una versión todavía más volátil del pacto
también se da entre el electorado y un líder sin escrúpulos. Los ciudadanos
británicos, ofreciendo su confianza al engreído, narcisista y más que mentiroso
B Johnson, que promete humo mítico a cambio de poder político, son un claro
ejemplo. Trágico. Lo último que deberíamos de perder es la lucidez.
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