Las efemérides, de las que tanto nos hemos alimentado en los últimos 20 años, tienen la misión de celebrar a un personaje o un hecho ilustres. Y este celebrar lleva implícita una valoración o, mejor, una actualización, una revisión o un replanteamiento. Las efemérides también sirven para fomentar la divulgación de figuras que los cánones culturales consideren lo suficientemente importantes o significativas como para recordarlas a nivel general. En este proceso de divulgación se da -necesariamente, casi podríamos decir- una simplificación que en algunos casos llega a alimentarse de tópicos o lugares comunes. Y los tópicos se suelen dar de narices con las actualizaciones o las revisiones. Hoy hace doscientos cincuenta años del bautizo de Herr van Beethoven y me resulta particularmente interesante comparar nuestras valoraciones actuales con las que se le tributaron en 1970, con motivo del bicentenario. Cada una habla de la época en que fue emitida. En 1970 la ola postmoderna ya se había iniciado pero todavía no había permeado lo suficiente como para haber perdido las referencias para con la Ilustración y los motores de la evolución de la Modernidad. En 1970 el maestro de Bonn estaba vivo y por fin parecía haberse desprendido de los tópicos con que la literatura generada hasta cien años post-mortem lo había obscurecido o burdamente clasificado. Esta literatura incluía desde llamadas del destino hasta frenéticos galopes, desde rabia por la moneda perdida hasta confesiones al claro de luna. En 1970 esta imagen folletinesca habia cedido en pos de algo más moderno que de alguna manera hacía referencia a la unidad de la cultura occidental, a la reconciliación post bélica y -muy significativamente- a la actualidad de la música de Beethoven, que pasó entonces a considerarse junto con Haydn y Mozart el tercer miembro de la trilogía clásica vienesa. La música de Beethoven, abstracta y arquitectónica como pocas, se liberó así por fin de las imágenes que la alejaban de una asimilación más seria y coetánea. En la década de los 70, cabe recordar, los conciertos clásicos estaban repletos de jóvenes que reivindicaban una nueva aproximación a Bach, Beethoven y otros compositores.
¿Qué sucede en 2020? El panorama ha cambiado radicalmente. El canon occidental y la Ilustración se han relativizado (de hecho ahora los orientales parecen ser los más interesados en Beethoven o en la música clásica en general). En los media se sigue recordando al personaje pero no se intenta un aggiornamento a nivel general. La obra de Beethoven sigue llenando las salas de público, pero de un público avejentado y achacoso incapaz de retener la tos en los pasajes más sutiles. Para una gran mayoría general la música, como todo, se limita a un asunto de usar y tirar. Beethoven es ahora simplemente una referencia, un bello insecto pinchado contra una plancha postmoderna donde los diferentes componentes han perdido las conexiones evolutivas que los mantenían como parte de una cadena que llegaba hasta nosotros.
Si escuchamos atentamente, sin embargo, Ludwig van parece seguir hablándonos de manera directa a través de un lenguaje que aun se sigue espléndidamente autoactualizando.