‘El problema, simplemente, era que Kafka había abandonado
este mundo demasiado joven. No se diría que en una primera juventud, ya que
cuarenta años, en 1924, era una edad que empezaba a ser provecta. 1924, en plena
efervescencia de los años locos de la postguerra, la era del jazz. Nunca
sabremos qué visión del mundo y las cosas hubiera tenido Kafka a los 65 años,
en 1948, en plena segunda posguerra, nada de años locos sino de lenta reconstrucción
y lenta digestión. Quizás hubiera oteado el mundo con serenidad o quizás hubiera
enloquecido viendo el destino de sus correligionarios hebreos’. Estos y otros soliloquios
indolentemente improductivos le rondaban por la cabeza (es como se dice
vulgarmente, pero difícilmente la cabeza tenía nada que ver) a L.S., maduro empleado
de la Invective Solutions Thinking on You, empresa dedicada -a pesar de
su rimbombante nombre- a comercializar un desatascador doméstico de cañerías
que se fabricaba en la República Popular China. El negocio se había expandido
en los últimos tiempos y, en consecuencia, la plantilla de ISTY había aumentado,
especialmente en lo referente a cargos. Cargos interemedios de esos cuya
función está a medio camino entre la palmadita en la espalda y el latigazo en
el mismo sitio (o un sitio peor) que responden a una visión postmoderna de lo
que antes se conocía por capataz o jefe de esclavos. L.S. se hacía cruces de
cómo la perspectiva de una simple medalla que en muchas ocasiones no ofrecía
recompensa dineraria alguna transformaba a gente que de entrada parecía ‘normal’
a sus ojos en agentes de la peor clase de aterradora distopía. L.S. tenía un
cometido muy concreto: debía intentar mejorar el producto desde el punto de
vista técnico. El tema no era precisamente baladí teniendo en cuenta una serie
de concurrencias. Por un lado, la casa generadora del producto era lo menos
transparente que se pueda imaginar. No se podía permitir que un distribuidor
como ISTY pudiera cambiar de algún modo su producto estrella. A ISTY, por otra
parte, no le interesaba en absoluto cambiar nada ya que la situación era muy favorable
y, a pesar de que se daban mucho autobombo con el tema de i+d, en el fondo
pensaban que los experimentos, mejor con gaseosa. ¿Qué por qué ISTY mantenía
-aunque en su mínima expresión- una estructura de i+d? Pues por las diversas
subvenciones, tanto locales como europeas, que recibía a cambio. A las ventajas
fiscales se añadía, además, una (otrora respetable, actualmente con un cierto
tufillo a engaño) aura de prestigio. El mismo prestigio que aquellas
pseudo-noticias que nos aseguran que “un estudio realizado en la Universidad de
blablablá ha encontrado que ….”. Mirara hacia donde mirara, a L.S. la imagen de
Kafka se le aparecía omnipresente. Para acabar de arreglar la situación, en
ISTY, como en todas las compañías con cierto desahogo económico e hiperjerarquización,
el número de cargos sin una tarea demasiado concreta asignada había ido en
aumento, y los interesados, de forma medio inconsciente, debían acallar su
conciencia recurriendo al auto-engaño. Una forma favorita de auto-engaño
consiste en la organización de reuniones. Reuniones para decidir planes,
contingencias, riesgos, blablablá y mil detalles que ni el propio Kakfa hubiera
sido capaz de imaginar. Y L.S. se había visto sometido a un número creciente de
celebraciones rituales en que el oficiante se entronizaba como un dios menor o simplemente
exhibia su plumaje cual pavo real venido a menos. Fue precisamente durante
estas reuniones, y con el fin último de preservar su salud mental, que a L.S.
se le ocurrió un plan de contingencia liberador. Ya que ISTY, como una gran
parte de las organizaciones, trataba a sus empleados como a escolares de 12
años, decidió que actuaría de la misma manera, cayendo en los brazos de una
pseudo-regresión durante el horario de trabajo, con objeto de preservar su conciencia
personal, que recuperaría cada día al salir de él. No se trataba de
ninguna novedad ya que mucha gente practicaba aquello de “fichar y dejar el
cerebro a la entrada para recuperarlo solamente en el fichaje de salida”. Pero
no solamente se libraría a manos de la regresión porque ello podría conllevar
consecuencias psíquicas inesperadas. Antes bien, sublimaría tal regresión en
forma de creación literaria. La literatura lo salvaría de la auto-consumación.
No tenía más que poetizar un poco la narración de lo que veía a su alrededor.
De esta manera transformaría, cual moderno rey Midas, la mierda que ISTY tan
metódicamente se proponía eliminar de las cañerías domésticas en oro de ley.
2 comentarios:
Fratello,
no hay como una entrada como ésta para vaciarse de tanta tontería corporativa, me he reído interiormente al identificar un montón de situaciones que, lamentablemente, padecemos (quizás tú un poco más...). ¡Ánimos, ya falta menos para la ansiada jubilación!
fp
Creo que antes de la jubilación aun podremos escribi un libro de cuentos más largo que las 1001 noches ....
fp
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