
En sus primeros años de vida, este blog analizaba con la esperanza de que las cosas se arreglasen desde la perspectiva de una ampliación de conciencia, a través de una evolución paulatina hacia la complejidad. Lo que ahora tenemos ocasión de observar es que desde entonces hemos involucionado, y lo seguimos haciendo de manera acelerada, a estados crecientemente primitivos. La revuelta de la ignorancia militante; un mal que, en ausencia de un marco unificador, toma su relevo infectando a amplios segmentos de la población cual nefasta pandemia crece sin cesar. Las esperanzas de salir adelante sin tener que pasar por un doloroso revulsivo se desvanecen también de forma acelerada, y cada vez parece más difícil alejar de nosotros la catástrofe. Mientras una parte de la población se pregunta que cómo hemos podido llegar hasta aquí otra parte, si no más abundante sí más estrepitosa, sigue danzando orgiásticamente alrededor del volcán, sin apenas darse cuenta de que puede despertarlo en cualquier momento. Las causas (pertenezco al primer grupo) son, como siempre, complejas y multifactoriales, pero en última instancia se relacionan con los aspectos más miserables de la naturaleza humana. La falta de cultivo del cuerpo, el alma y la mente generan un malestar que, ciegamente, crece y degenera en un indiferenciado y estéril sustrato. El ciudadano medio actual ya no confía en un futuro mejor y, por ende, en una evolución personal conseguida a base de esfuerzo y dedicación. Prefiere procastinar con un smartphone entre los dedos mientras se entrega a cualquier nadería cuando menos fútil y decididamente tóxica en muchas ocasiones. Cada vez se necesita más valor para permanecer mínimamente sereno sin perder por ello la conciencia de la situación. La sensación de no poder hacer nada por evitar el colapso (o recibir un castigo por intentarlo, cual moderno Laoconte) está íntimamente ligada a la transmisión virial del malestar y la ceguera. La terrible asunción de la falsa democracia -esa que se nos aparece en cada esquina en forma de (falso) cuestionario de satisfacción- confunde la igualdad de voto con la igualdad de opinión, haciendo romo cualquier intento de crecimiento y un árido desierto de lo que normalmente se entendía por sabiduría. El conocimiento habla, la sabiduría calla, pero la largamente cultivada estupidez grita cada vez de forma más ensordecedora.