En un pasado remoto las manifestaciones
musicales acompañaban a ceremonias religiosas, ritos de paso o de retorno,
celebraciones colectivas y, probablemente, también aparecían como
manifestaciones individuales de inclinación personal por el fenómeno sonoro. En
todos los casos -aunque quizás el último, el del imaginativo flautista o del
caramillo del pastor, sea más especulativo- la utilización de la música podía
darse de dos maneras bien diferenciadas: música para ser danzada o música para
ser cantada. Se me dirá que también podía servir a ambos propósitos a la vez,
pero en este caso la clasificaríamos rápidamente como música del primer grupo.
Posteriormente, a lo largo de la historia musical -tanto la de índole
tradicional como la académica- nos encontramos constantemente especímenes de
música cantabile y de música ballabile. Incluso
podemos encontrar épocas en que predomina una u otra aproximación. Es evidente
que ambos tipos de música han coexistido en cualquier período, pero algunos de
ellos han sido fuertemente cincelados por uno de los dos tipos. El barroco
musical viene configurado por la música danzable, tal como la primera parte del
S XX, mientras que una parte considerable del S XIX lo hace de la mano de la
música cantable (recordemos aquí el bel canto). La música del
período clásico, correspondientemente, representaría un compromiso entre ambas
tendencias. A estas dos categorías primigenias, basadas en la preponderancia
del elemento rítmico o del elemento melódico, respectivamente, podemos añadir
nuevas categorías surgidas por complejización evolutiva. Así, en la segunda
mitad del S XIX eclosiona la música de índole armónica de la mano del
wagneriano Tristán e Isolda, o la música tímbrica o textural en la segunda
mitad del S XX, de la mano de Ligeti o Xenakis. Cada una de las categorías
corresponde a un tipo de consideración temporal, es decir, a un modo de
percibir de qué manera la música configura nuestra vivencia del tiempo.
Mientras que la música danzable nos sumerge en el mundo de la pulsación
rítmica, del movimiento y del retorno circular, la música cantable lo hace en
el mundo ácrono, de la suspensión y de la traslación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario