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miércoles, 2 de julio de 2008

Ilusión


El arte como engaño. Se podría decir que una de las funciones primordiales del arte es la de hacer de espejo reflector de nosotros mismos y darnos a conocer nuevos mundos, nuevas percepciones. El arte es un hijo natural de la materia y del espíritu y, como tal, posee rasgos derivados de ambos progenitores. El espíritu cristalizado y la materia sublimada. El proceso de fijación varía dependiendo de la naturaleza del arte, desde las artes plásticas, en donde el “soporte físico” es la propia materia, hasta la música, la danza ó la poesía, en donde dicho “soporte físico” es mucho más evanescente y volátil. Ahora bien, sea en un extremo ó en el otro, el artista –y ahora me estoy refiriendo también al intérprete, en el caso de manifestaciones artísticas que precisen de tal rol- debe también de poseer ciertas cualidades de prestidigitador. Y no estoy hablando de pura mistificación, sino de ilusionismo. El op-art y sus equivalentes acústicos han explotado a fondo esta vía. Un pintor diestro sabe encontrar trazos que solo cobren vida dentro de la percepción global de una obra, trazos, por así decirlo, gestálticamente dispuestos. Igualmente un intérprete musical con suficiente capacidad técnica sabe hacer sonar en stacatto un pasaje demasiado rápido como para que los dedos ó el aliento puedan realmente ofrecer este tipo de toque. Estos artistas generan en el perceptor una ilusión óptica ó acústica que su mente acaba por completar. De cualquier modo, a los prestidigitadores también se les llama comúnmente magos. El supuesto engaño material no excluye la necesaria poesía.

2 comentarios:

Agustín S. A. dijo...

Querido Carles:

Maravilloso nexo el que estableces entre artista y mago. Cuando alguna vez me han preguntado detalles interiores de la construcción de un poema o de una historia (momento tentador para cultivar el ego) he preferido no dar ni un sólo detalle de la construcción de la obra en mi cabeza bajo la excusa: los buenos magos nunca revelan sus trucos. Si así fuera, la magia y la poesía perderían todo su misterio y su atracción.

Abrazos.

carles p dijo...

Querido Agustín,

Evidentemente que un buen mago nunca revela sus trucos. Me viene a la mente un fragmento del felliniano 8 e 1/2, cuando el protagonista pregunta al mago después de su exhibición que cuál es el truco que utiliza para averiguar lo que el público esconde en sus bolsos:
-por que,...¿hay un truco, verdad?
-pues sólo hay un truco a medias...

El autor se autoreferencia: en el filme hay una construcción oculta, que no se deja analizar fácilmente. Se diría que todo el andamio que ha utilizado para construiurlo ha quedado estéticamente integrado en el conjunto y se ha hecho transparente.

Cuando caes en la tentación de cultivar el ego, la magia desaparece de golpe.

Un abrazo afectuoso,

Carles