La intuición, función psicológica que Jung situaba al mismo nivel que el raciocinio, la sensación y el sentimiento, es, sin embargo, la más difícil de definir de las cuatro. Normalmente hablamos de razonamientos intuitivos ó no intuitivos atendiendo a la naturalidad con que se adaptan a los patrones que utilizamos para tejer nuestro discurso lógico y, de alguna manera, asociamos el carácter intuitivo a un tipo de razonamiento que llega con facilidad a predecir ó explicar un fenómeno. Precisamente el sentido que Jung asociaba a la función intuitiva viene a ser, en cierta manera, la contraria. La intuición como percepción no sensorial, no racional, no emotiva, que puede partir de una de ellas, pero que se sitúa más allá. La intuición puede provenir de la experiencia acumulada, pero también puede tener un origen inconsciente. Y el inconsciente de Jung es un espacio que abarca grandes extensiones de terreno. La intuición, así considerada, puede ser una estructura tanto pre- como trans-racional. En el primer caso se conoce comúnmente como olfato, interesante símil que nos acerca al más primitivo de los cinco sentidos. En el segundo cobra la forma de sexto sentido; por ejemplo, en la forma de percepción llamada ojo clínico (otra vez un símil sensorial, esta vez relacionado con la agudeza). El médico con buen ojo clínico (cada vez cuestan más de encontrar, porque nuestra sociedad hipertrofiada de racionalidad tiende a rechazar este tipo de percepción) no necesita pedir un sinfín de pruebas clínicas sofisticadas sino que va directamente a lo que su intuición le dicta. Las manifestaciones más primitivas de la intuición en ocasiones están relacionadas con los conceptos de supervivencia y lucha por el poder, como es el caso de la detección, en base a unas características morfológicas, de las personas que nos pueden ser afines y las que no con una simple y rápida mirada. Esta clasificación, con el paso de los años, pasa de dividir al prójimo en las categorías de “los deseables” y “los indeseables” a establecer una gradación de características más cercanas ó menos a las propias (además, la experiencia enriquece la pura apreciación simplista, ofreciendo mil matices que no se nos aparecen en nuestra primera percepción). Las manifestaciones más evolucionadas de la intuición corresponden a las de los visionarios, especialmente los que descubren nuevos modos de transcurrir, como algunos artistas, científicos ó sabios. Las intuiciones, sin embargo, son difícilmente compartibles y deben de plasmarse en objeto de percepción física (el arte), de percepción cognitiva (la ciencia) ó de percepción moral (la sabiduría). Y eso requiere un considerable esfuerzo que, sin embargo, viene propiciado por la propia intuición.
1 comentario:
Yo siempre he creído en la intuición y le he dado un peso importante en las grandes decisiones de mi vida. Sin embargo, la percibo tan imbricada con el componente emocional de mi pensamiento que me resulta difícil definirla como una función per se. Es más, diría que la intuición sólo acude a mi en situaciones de alto contenido emocional, en algo que realmente me afecta muy de cerca. Por ejemplo, yo soy incapaz, desgraciadamente, de acertar el número que resultará premiado en el próximo sorteo de lotería de Navidad, pero sin embargo, sí he percibido con claridad el sexo de mis hijas casi desde el momento de la concepción.
Mucha gente asocia la intuición a una cualidad espiritual o hasta paranormal pero yo estoy de acuerdo contigo en que es más un reflejo de la actividad de inconsciente. Y como tal, parece manifestarse de una manera arbitraria y desordenada. Parece depender de la facilidad de comunicación entre la parte consciente y la parte inconsciente de cada cerebro. Cuanto más amplios son los canales de interconexión de estas dos partes, mayor sería la capacidad intuitiva. Por otro lado, hay algo que me preocupa, y es que eso que llamamos intuición no sea mas que un truco de la mente, un espejismo similar al que se produce cuando sentimos un deja vu. Quizá la intuición sea solamente el resultado de la percepción no cognitiva de la realidad por parte del inconsciente, que luego caprichosa y juguetonamente, nos envía pistas hacia nuestra parte racional. Por otro lado, claro que aplico la intuición a la hora de definir a las personas de mi entorno. Esto se podría entender como tener prejuicios pues estoy juzgando a una persona sin conocerla pero en realidad no lo son, puesto que estoy analizando la información visual que me llega de ella. Asimismo, creo que el hecho de conocer a una persona es una bonita metáfora del principio de incertidumbre puesto que con nuestra actitud y disposición estamos claramente modificando la información que la otra persona nos devolverá. En el momento en el que interaccionamos con otra persona, nos convertimos en un todos indivisible y si intentamos definirla, estaremos definiendo la asociación.
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