Oigo por centésima vez en un film dirigido a los niños la eterna discusión entre los “menores” y las “personas mayores” acerca de la existencia de la magia. Los adultos aparecen en tales situaciones siempre dispuestos a chafar la guitarra de los pequeños asegurando que la magia no existe hasta que los hechos que se desarrollan a continuación demuestran lo contrario. Entonces los adultos “buenos” acaban dando la razón –limitadamente- a los menores y todos acaban muy amigos. El esquema puede parecer algo ñoño y de hecho lo es, aunque los esquemas alternativos postmodernistas en que los menores acaban deconstruyendo culturalmente el universo de los adultos para gran espanto de éstos se suelen quedar ahí y no ofrecen conclusiones ó, como se diría ahora, action points consistentes. Pero el punto de reflexión en este caso no viene dado tanto por la relación entre jóvenes y adultos cuanto por la eterna, ubicua y generalizada tendencia a proyectar en un espacio supuestamente “externo” todas nuestras teorizaciones, creencias, estructuras cognitivas, creaciones, fobias, miedos,…con la consecuente restricción severa de lo que representa nuestro yo particular. A la pregunta ¿existe X? siempre tendemos a convertir a X en un habitante de un mundo externo ajeno e independiente de nosotros. Y si es necesario, personalizamos a X. Es por eso que las respuestas a las preguntas: ¿existe la magia? ¿existe la relatividad general? ¿existe Dios? ¿existen los fantasmas? ¿existe el destino? ¿existen los OVNI? siempre deben de contextualizarse apropiadamente dentro de un marco de referencia. Todos los ítems citados existen en uno u otro espacio de conocimiento. No es que Santa Klaus no exista y la causalidad si; simplemente existen en algunos sistemas y no en otros. ¿Se deduce de ello que nosotros mismos creamos los espacios cognitivos con sus diferentes realidades? Sí y no. Digamos que accedemos a los diferentes espacios de forma progresivamente abarcante. El supuesto espacio externo ajeno e independiente no existe porque conforme ascendemos a través de los diferentes estados ampliamos efectivamente el grado de consciencia y nos damos cuenta de que “como adentro es afuera y como arriba es abajo”.
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