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viernes, 9 de julio de 2010

Gustos personales


En cuestiones de intérpretes musicales, como en la mayor parte de asuntos de este mundo, todo es cuestión de gustos. Uno se puede identificar en grado máximo con interpretaciones más ó menos puristas, rompedoras, académicas, elegantes, expresivas, vulgares, histriónicas, sinceras, concentradas ó superficiales. Y lo que a uno le puede parecer maravilloso, a otro puede disgustarle. Un factor importante en esta elección hace referencia a las primeras versiones a través de las cuales uno tuvo su primer acceso a ciertas obras. Estas primeras versiones escuchadas marcan una invisible impronta que a menudo mantiene una vinculación emocional de largo alcance (como la cocina de la madre ó la abuela). Los intérpretes histriónicos parecen ser más capaces de dejar una huella profunda en sus seguidores porque acaban encarnando mitos (véanse las Callas, Glenn Goulds, Toscaninis ó Horowitzs), pero también existe un tipo de intérprete que acaba identificándose con una obra, es decir, mitificando a un personaje, en el caso de los cantantes. Hace pocos días falleció Cesare Siepi, el bajo que encarnó al Don Giovanni prototípico de toda una época. Evidentemente Siepi forma parte (junto con Tebaldi, Corelli, Schwarzkopf, Fischer-Dieskau, de los Ángeles, Ludwig, Corena, Della Casa, Alva, Prey y otros muchos) de la generación de cantantes que contribuyó a crear mi propia impronta, mi propia cocina primigenia. Gustos personales aparte, creo que su Don Giovanni sigue siendo el que mejor expresa el drama profundo de contradicciones que encarna el personaje mozartiano, símbolo del hombre post-ilustrado y pre-existencialista. Desde el “misero, atendi se vuoi morir!” que lanza al Commendatore al inicio de la obra hasta el famoso grito final se conjugan arrogancia, rebeldía, cinismo y miedo inconsciente de forma inquietantemente conmovedora.

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