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sábado, 17 de septiembre de 2011

Marcas

En este desgastado momento de la historia a menudo nos agarramos con fuerza a clichés que ya no tienen una significación viva. Un ejemplo concreto es el de los clichés de la derecha y la izquierda política. En nuestras latitudes, estos términos se manejan como se suele hacer con los equipos favoritos y rivales de fútbol. La significación histórica de ambas posiciones ha dado lugar a lo que hoy en día son meras “marcas”. La posición conservadora se halla anclada en un pasado imperial en el que la cohesión social y política venía dada por la mitología al uso. Tal mitología particular excluía, evidentemente, las mitologías de los enemigos, que debían ser “salvados” o “sacrificados” –o ambas cosas a la vez- por el bien del imperio (un claro ejemplo de etnocentrismo). La posición liberal se halla anclada más adelante en la evolución y en este sentido es una posición postilustrada y mundicéntrica. Tal postura, sin embargo, se halla actualmente en una situación de atrofia cuya única aspiración consiste en negar la anterior visión mítica. La visión racional se ha hecho así  claramente insuficiente pero se niega a evolucionar pretendiendo constituir la última esencia de todas las cosas. Resumiendo, la posición conservadora niega la evolución porque con ella teme perder el poder, y la posición liberal, a pesar de reconocer la evolución que conduce hasta ella, niega que se pueda ir más allá. Tal es la situación de los términos derecha/izquierda política, por lo que no es de extrañar que cada vez mayores capas de la ciudadanía, dejen de identificarse con tales presupuestos y pretendan ir un poco más allá. En esto coinciden los pobres de El Cairo y los ricos de Tel Aviv, así como el resto de los indignados que en el mundo son. 

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