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viernes, 16 de diciembre de 2011

Colonización

            Podemos clasificar los modos de abordar los procesos creativos (ya sean artísticos, científicos ó de otra índole) en dos apartados muy diferenciados: por un lado está aquella manera en la que el fruto de la creación responde a una necesidad digamos que histórica ó ligada al proceso de evolución-despliegue natural de los conocimientos, percepciones, paradigmas, estilos…, ya sea completándolos ó también negándolos. Por otro lado está la manera –impensable antes del advenimiento de la post-modernidad- ahistórica (diacrónica) en la cual, una vez abstraída una razón, un esquema previo ó una fórmula se buscan en ella zonas inexploradas y se colonizan rápidamente. El desarrollo del primer modo viene dado en gran parte por la intuición; el del segundo viene condicionado por una estructura previa de la razón. El primer modo crea nuevos espacios emergentes; el segundo coloniza espacios que supone previamente existentes. El primero modifica efectivamente nuestros modos de pensar; el segundo añade más ejemplos a un modo de pensar preexistente (y en muchas ocasiones ignorado).

viernes, 9 de diciembre de 2011

Crisis

Ahora que la crisis nos empieza a enseñar los dientes en forma de colapso económico, que es, a fin de cuentas, la única faceta por la que una buena mayoría la reconoce como tal, la reflexión profunda se torna ya imprescindible. Pero dicha reflexión debe de realizarse desde una postura lo más alejada posible; alejada desde el punto de vista emocional pero, sobre todo, desde el punto de vista cognitivo. Una buena mayoría de las reflexiones que he leído en la prensa hace referencia al abordaje de la crisis económica con el único fin de buscar un parche de tente mientras cobro porque evitan –o, más propiamente, ignoran- cualquier perspectiva de cambio: simplemente se centran en una postura que creen objetivamente válida y deseable en cualquier situación y etapa de desarrollo. Ya sé que las metaposiciones absolutas no existen pero –repito una vez más- el grado de relatividad de las posturas sí que existe. Nuestro modelo económico se basa en una producción y un consumo que crecen exponencialmente. No hace falta ser un lince para reconocer el límite de este sistema. Todos –o casi todos- lo ven. No es un sistema inherentemente malo o bueno porque estos criterios dualistas no son estables con el tiempo. Es un sistema actualmente insostenible. Lo terrible del asunto es que para hacer que el sistema funcione se ha cultivado sistemáticamente la estupidez humana y con ello se ha minado en gran manera la capacidad de cambio. Todo cambio produce de entrada el miedo a lo desconocido que los populistas y los xenófobos saben explotar tan bien. Pero la raíz misma de la palabra crisis implica cambio; cambio de cualquier organización sujeta a evolución. Y tomando fracciones de tiempo lo suficientemente largas, cualquier cambio conlleva un desarrollo (o una extinción, normalmente para dar lugar a una nueva estructura). Por descontado que existen las involuciones, pero no hay involución que cien años dure. Y si otra faceta –más profunda y significativa- de la crisis corresponde a la crisis de valores debemos aprestarnos a definir unos nuevos valores (aprovechando los antiguos que resulten válidos, que son una gran mayoría) pero lo que no podemos es seguir ignorándolos mientras nos apoyamos vagamente en un tibio relativismo moral (esto empieza a parecer un discurso originado en el Vaticano, aunque me temo que el Vaticano se apoya en los valores consolidados para organizar una especie de cruzada contra la evolución natural). Tengamos el coraje de atravesar la crisis y crecer con ella. Ampliemos el programático sapere aude de la Ilustración a todos los ámbitos del conocimiento y la experiencia humanas.