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jueves, 22 de marzo de 2012

Rationale

           
Cada día con más frecuencia los medios de comunicación nos regalan con artículos y entrevistas en los que nos dejan caer explicaciones científicas de hechos que la sabiduría tradicional ya conocía con mucha anterioridad. Desde el cerebro del corazón al corazón del cerebro, desde las ondas armonizadoras del corazón hasta la interconexión de las mentes. Y parece que, con el nihil obstat del rationale científico, nos estén validando la certeza de tales conocimientos. Hoy he leído en esas temibles pantallas de información masiva en el metro que una serie de estudios científicos concluían que una dieta rica en frutos secos y pescado daba lugar a una agilidad mental más elevada, y después apostillaban con el rationale de los ácidos omega insaturados. Es curioso que se pida y celebre el tal rationale y en cambio no se pongan en duda los métodos empleados en el estudio ni su estadística (la verdad es que un ensayo clínico evaluando el efecto de potentes fármacos sobre cosas mucho más fácilmente mesurables tiene una enjundia y una dificultad lo suficientemente grandes como para que se desconfíe soberanamente de la noticia…). Está muy bien –y es lo normal y deseable- que exista una armonía entre la ciencia y otros tipos de conocimiento que tratan de los mismos temas pero con un punto de vista diferente. La ciencia trata los temas desde un punto de vista objetivo, de tercera persona, y halla así los correlatos objetivables, de tercera persona, respecto a temas que solamente se conocían en primera persona, a través de la experiencia subjetiva, que no es menos válida que la anterior sino que supone otro punto de vista. El problema lo tenemos cuando mezclamos puntos de vista ó también cuando lo hacemos con grados de evolución cognitiva. Así, los trasuntos mágicos se deben de juzgar desde un punto de vista mágico, y lo mismo sucede con los míticos y los mental-racionales. Cometemos el error cuando juzgamos trasuntos míticos con ojos mental-racionales (igual que sucedería al contrario). Y ése es precisamenmte el problema del cientifismo: que lo juzga todo desde el punto de vista objetivo y desde el grado de evolución cognitiva mental-racional. Es entonces cuando surgen las falacias, que también aparecen cuando efectuamos un paso en falso con cosas aparentemente tan bien estructuradas como las matemáticas. Aunque lo parezca, no trato de imponer un punto de vista personal. Trato más bien de abrir el punto de vista habitual, insidioso por omnipresente.

sábado, 17 de marzo de 2012

Imagen, Símbolo, Mecanismo


Una imagen es, en sentido amplio, la representación intramental, noética, que nos hacemos acerca de un elemento del mundo percibido, bien corresponda a una percepción sensorial (imágenes visuales, acústicas, olfactivas) o bien de otro tipo más abstracto, (geometría, modelos físicos, ideas en general). Las imágenes mentales han sido tratadas de manera muy distinta por diferentes escuelas de pensamiento, desde aquellas que propugnan su equivalencia con la realidad hasta las que las que las categorizan como puros estados mentales. Un símbolo también se corresponde con una representación intramental, pero situada en lo que algunos modelos psicológicos denominan inconsciente, por lo que conocemos obscuramente su significado pero desconocemos su procedencia (bien sea ésta pre- ó post-racional). El símbolo sería así una especie de imagen oculta. Un mecanismo es la imagen mental muy concreta de un proceso causa-efecto (no necesariamente mecánico) concatenado. Al contrario que el símbolo, el mecanismo es una imagen que nada oculta. Es, por tanto, un hecho consumado que lo único que puede llegar a hacer es concatenarse con otro mecanismo. Cuando un ilusionista revela sus trucos, su quehacer pasa de ser imagen poética a puro mecanismo. El mecanismo ha sido especialmente apreciado en el campo científico porque, mediante el proceso de concatenación, puede llegar a barrer todo el espacio correspondiente a un paradigma (nunca puede generar un paradigma per se; para eso hace falta otro tipo de imagen). Cuando un intérprete ejecuta una pieza musical básicamente genera un sonido físico a partir de una imagen mental previa de la pieza que está interpretando. Para generar esta imagen de modo máximamente efectivo necesita experiencia, madurez, conocimientos y un don especial que se puede llamar de muchas maneras (sentido musical, fuerza mental-musical), además de suficiente entrenamiento psicomotriz. Si lo que queremos es desvelar el misterio que se oculta tras una interpretación memorable y buscamos el mecanismo, la memorabilidad se queda en una pura destreza física ó en un análisis perspectivista de la estructura de la pieza en sí. Ambas cosas son sumamente interesantes, pero no tienen nada que ver con la imagen poética y su traducción, como pasaba con el ejemplo del ilusionista.

sábado, 10 de marzo de 2012

Confesión


Cuando era muy joven y escuchaba -antes de haber oído jamás el Clave Bien Temperado- el Ave Maria de Bach-Gounod pensaba que era lástima que una melodía tan cursi y apolillada tuviera un bajo tan moderno y tan bien hecho. Pronto supe el por qué.


martes, 6 de marzo de 2012

Modas

    Todos sabemos que las modas en el vestir van y vienen. Y aun retornando periódicamente, algo siempre se deja por el camino y otro algo siempre se incorpora. De esta manera, además del movimiento circular se introduce una evolución temporal diríamos en tercera dimensión y el pretendido círculo deviene una espiral. Y en Occidente –supongo que también en otros contextos- la indumentaria femenina siempre ha sido la protagonista de tales devaneos y polaridades. Por mucho que bajaran las temperaturas medias en la Edad Media respecto a la Edad Antigua no llegarían a justificar las diferencias entre las ligeras vestiduras propias del mundo greco-romano y las espesas capas usadas seiscientos años más tarde en las mismas zonas geográficas. Quizás la tendencia vino marcada por las civilizaciones bárbaras del más gélido norte europeo, pero seguro que también hubo algo más. Y este algo más se volvería a repetir en el S XIX, cuando desaparecieron los generosos escotes que exhibían impúdicamente los bustos de las mujeres de clase alta del Ancien Règime. Y ese algo hace referencia al misterio de lo oculto. La presencia de las carnes grecoromanas, renacentistas, rococós y de los años veinte del S XX contrasta con las veladuras y ocultamientos medievales, barrocos y románticos. Estoy describiendo algo más que modas y modos de vestir, porque modas y modos de vestir forman parte de toda una weltanschauung. ¿No tuvo lugar durante el medioevo y el XIX la persecución del “eterno femenino”, ya fuera en la forma simbólica de Santo Grial o en otra cualquiera? El vaivén siempre corresponde a un aparente dualismo: presencia/búsqueda, acto/potencia ó realización/proyecto.

viernes, 2 de marzo de 2012

Improvisaciones


Casi todo el mundo sabe que los intérpretes de música culta, a diferencia de los de otros tipos de música, como el jazz ó la música popular (espero que algún día tengamos una buena nomenclatura para este tópico) ejecutan (ó interpretan ó, mejor aún, juegan, como se dice en buena parte de lenguas) lo que un creador ha fijado de forma más ó menos rigurosa mediante un código determinado. Analizando más profundamente qué es lo que supone esta diferencia podríamos decir que se trata de cierto grado de libertad que viene más restringido para el ejecutante clásico (bien, siendo rigurosos, hace poco más de sesenta años que el intérprete clásico dispone en el repertorio de piezas abiertas y aleatorias que incluyen un grado de libertad mucho mayor que el anteriormente existente). De una manera simplista se podría decir que el ejecutante de música popular dispone de un grado de libertad mayor pero siempre se tiene que atener a unas reglas mientras que el intérprete de jazz puede llegar a improvisar en el mejor sentido del término. Hay que decir que la historia de la música ha contado casi siempre con el personaje del compositor-intérprete-improvisador, que desde el Romanticismo incluso tuvo a bien de bautizar como tales a sus improvisaciones (“impromptus”). Buena parte de tales impromptus – Ofrendas Musicales o como quiera que se llamara la pieza-, acabaron siendo fijadas mediante el código al uso y engrosando el repertorio de los intérpretes cultos. En ocasiones, y de una manera absolutamente superficial, se desmerece el trabajo del intérprete que traduce un código frente al del que improvisa, y eso forma parte de un gran error categorial. La verdadera diferencia entre ambos acontecimientos radica en las intenciones. Si la improvisación en grupo sólo se hizo posible –por razones de evolución armónica- cuando ciertos choques y bordaduras dejaron de sonar raros, poco después, con la invención de los métodos de registro acústico, el gran valor de la improvisación –el valor del instante- se vió amenazado por la fijación de ese instante en un registro mecánico. La gran diferencia entre la Apassionata de Barenboim y My favourite things de Coltrane estriba en que la primera obra sigue siendo de Beethoven mientras que la segunda deja de serlo de Richard Rodgers, el autor de la canción, porque en el jazz el interés y el protagonismo, se desplazan de la autoría a la ejecución. Aunque el intérprete clásico disponga aparentemente de menos grados de libertad que los de otros géneros, ¡qué grandes diferencias se dan en las ejecuciones de las misma piezas por diversos ejecutantes!