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sábado, 17 de marzo de 2012
Imagen, Símbolo, Mecanismo
Una imagen es, en sentido amplio, la representación intramental, noética, que nos hacemos acerca de un elemento del mundo percibido, bien corresponda a una percepción sensorial (imágenes visuales, acústicas, olfactivas) o bien de otro tipo más abstracto, (geometría, modelos físicos, ideas en general). Las imágenes mentales han sido tratadas de manera muy distinta por diferentes escuelas de pensamiento, desde aquellas que propugnan su equivalencia con la realidad hasta las que las que las categorizan como puros estados mentales. Un símbolo también se corresponde con una representación intramental, pero situada en lo que algunos modelos psicológicos denominan inconsciente, por lo que conocemos obscuramente su significado pero desconocemos su procedencia (bien sea ésta pre- ó post-racional). El símbolo sería así una especie de imagen oculta. Un mecanismo es la imagen mental muy concreta de un proceso causa-efecto (no necesariamente mecánico) concatenado. Al contrario que el símbolo, el mecanismo es una imagen que nada oculta. Es, por tanto, un hecho consumado que lo único que puede llegar a hacer es concatenarse con otro mecanismo. Cuando un ilusionista revela sus trucos, su quehacer pasa de ser imagen poética a puro mecanismo. El mecanismo ha sido especialmente apreciado en el campo científico porque, mediante el proceso de concatenación, puede llegar a barrer todo el espacio correspondiente a un paradigma (nunca puede generar un paradigma per se; para eso hace falta otro tipo de imagen). Cuando un intérprete ejecuta una pieza musical básicamente genera un sonido físico a partir de una imagen mental previa de la pieza que está interpretando. Para generar esta imagen de modo máximamente efectivo necesita experiencia, madurez, conocimientos y un don especial que se puede llamar de muchas maneras (sentido musical, fuerza mental-musical), además de suficiente entrenamiento psicomotriz. Si lo que queremos es desvelar el misterio que se oculta tras una interpretación memorable y buscamos el mecanismo, la memorabilidad se queda en una pura destreza física ó en un análisis perspectivista de la estructura de la pieza en sí. Ambas cosas son sumamente interesantes, pero no tienen nada que ver con la imagen poética y su traducción, como pasaba con el ejemplo del ilusionista.
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2 comentarios:
Fratello,
Tus últimas frases me han evocado aquellas demostraciones de niños japoneses tocando piezas de piano dificilísimas, o de órgano, con manos y pies pulsando los teclados con una coordinación pasmosa. Sin embargo, ¡qué poca de esta música nos llega al corazón! Es un ejemplo de mecanismo frío, implacable, perfecto en su ejecución pero al que le falta la poesía del truco de magia no desvelado. Parece que la robotizada interpretación de estos infantes nos llegue a algún rincón del cerebro que despierta nuestra admiración, pero no alcanza la región que nos proporciona placer. Y soy totalmente incapaz de explicar este fenómeno. ¿Qué hace que una sonata (y por qué no, una demostración matemática o un truco de magia) la percibamos como un engranaje en movimiento, bien engrasado pero gélido a la vez, o bien como algo sublime que nos llena de buenas vibraciones y que no nos cansamos de reproducir por su belleza? Probablemente la respuesta es multifactorial, desde la destreza del intérprete al estado de ánimo del oyente, pero ilumíname tú, querido amigo, que estoy convencido que has leído algo al respecto y querrás compartirlo con tus admiradores.
Un abrazo,
fp
Fratellino,
Me sobrevaloras! Sólo se me ocurren dos auto-citas (perdón por el aparente narcisismo). Pertenecen a épocas en las que estaba más lúcido:
http://tcmetacorner.blogspot.com.es/2006/06/ms-dualidades-cartesianas.html#links
http://tcmetacorner.blogspot.com.es/2008/10/ciberntica-del-intrprete-musical.html#links
¡Gracias por todo tu apoyo!
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