Nuestros
utensilios básicos de navegación por los aspectos cognitivos de la vida son las
percepciones y los referentes. A su vez, ambos están condicionados por una
genética, son modulados por una historia personal, y llegan a constituir
paradigmas o macroencuadres. Su funcionamiento interno se basa en la
racionalidad, pero también, de forma más o menos incosciente, en el mito y la
magia. Cuanto más amplios, numerosos y variopintos sean los referentes que
alberguemos, tanto más lo serán nuestros horizontes. Esta muelle sociedad que
parece atrapada por un bucle de recursión positiva hacia el colapso se deja
controlar fácilmente por aquellos que sacan partido de la limitación de
referentes. Nuestros referentes mayoritarios están constituídos por cuatro
elementos que iluminan pobremente nuestros chatos horizontes; a saber: 1/las
consignas publicitarias, 2/las consignas propagandísticas, 3/el cine, la música
y la literatura de consumo y 4/las asociaciones de términos automáticas. Los
guias de new york muestran tal restaurante donde se filmó determinada escena de
un film popular o cual rincón de la ciudad en donde tuvo lugar una persecución
en otro film. Eisenhower, durante su presidencia, dijo en una ocasión que
"el jazz es nuestro mejor embajador". Sin duda se refería a los años
veinte y treinta. Cuando pronunció la frase el cine había ocupado tal lugar. Es
evidente q cuando viajamos intentamos casar nuestra percepción con nuestros
referentes. Los referentes de la cultura popular, por extendidos y
autoreplicantes, tienen una fuerza inusitada. Pero el hecho de reducir la
percepción de una metrópolis a un puñado de anécdotas es una reducción, a mi
entender, excesiva...
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martes, 26 de agosto de 2014
lunes, 18 de agosto de 2014
Confesión
No diré que Transcliché metacorner haya llegado a ser mi lectura favorita, pero debo de confesar que en bastantes ocasiones en que rastreo el pasado del blog en busca de referencias para evitar una excesiva repetición (cosa que, seamos francos, no siempre consigo) me quedo un tanto enganchado con posts antiguos que ya no recuerdo haber escrito. Este olvido aparente propicia que su lectura me parezca más fresca y, además, resuenan en gran parte conmigo porque los escribí yo. Es una forma encubierta de autocomplacencia, pero también un aviso: o me pongo las pilas de nuevo o la decrepitud está cerca!
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