Aunque estemos
hartos de oir la canción de la innovación, que constantemente nos machacan los mass media, los departamentos de
recursos humanos y los coachers (New Age o no) de sobra sabemos que lo último
que quiere esta oxidada estructura social es cambiar. Las crisis económicas,
las crisis de valores, las locuras individuales o colectivas a las que
asistimos últimamente no inducen, en apariencia, a aprender a reflexionar sobre
este tipo de procesos. Una crisis implica cambio. Es inútil querer solventar
una crisis para recuperar el estadio anterior a ella. No solo las ideas
innovativas se reciben a regañadientes sino que se pretende que los procesos
naturales de aprendizaje sean reificados. Los maestros reciben consignas sobre
como enseñar cosas tan diáfanas como la sustracción numérica (“no hay que
contar de arriba para abajo sino de abajo para arriba”). La aritmética es una
colección de axiomas lo suficientemente sólidos (no creo que ningún superdotado
de primero de primaria pueda deducir, dado el actual estado de evolución, el
teorema de Gödel) como para que cada uno se construya una mecánica particular.
El resultado será el mismo, pese a lo que puedan pensar los parásitos de
despacho que mueven los correspondientes hilos. Este fenómeno también se
observa en los exámenes con selección de prerespuestas, los llamados de tipo
test. No se deja que el examinando construya un punto de vista. Se le ofrecen
una serie de respuestas ideadas bajo el epígrafe de Verdadero y Falso. Es más,
los falsos han sido cuidadosamente cocinados para dar la sensación de
verdaderos. Esto, evidentemente, a nivel de enseñanza básica, no parece
demasiado peligroso, pero lo es porque induce a pensar bajo este tipo de
dualidad. Ayer mismo leía en la prensa una entrevista con un cosmólogo al que
se le preguntaba si algún día se llegaría a conocer todo sobre el universo. El
anciano respondía que no, que esto no eras posible, que siempre quedarían
incógnitas. Evidentemente, pero no por limitación humana (que también) sino
esencialmente porque nuestro conocimiento no es como un almacén donde se
acumulan datos y teorías a lo largo de los siglos. Hace poco vi un reportaje
sobre el mundo del futuro que iba del mismo palo. Todo era increíble y “muy
futurista” pero visto bajo nuestra perspectiva del aquí y ahora, como si todo
se proyectara sobre un fondo neutro objetivo, ubicuo y eterno. Periodistas y
maestros: tenéis una responsabilidad gigantesca para con el futuro de la
sociedad (más que banqueros, políticos y científicos; sin duda alguna).
2 comentarios:
Hola Carles,
No puedo comentar exactamente el tema que tratas en tu post,ya que no tengo tantos conocimientos,ni una mente tan compleja como la tuya, pero me siento directamente interpelada por alguno de tus comentarios.
Entiendo y comparto tu llamada de atención hacia periodistas y maestros y de su responsabilidad hacia esta sociedad empobrecida y en decadencia. Quiero creer que la mayoría de profesores sabemos lo importante que es nuestro trabajo ya que lo estamos haciendo con personas en formación.
Como profesora tengo claro lo que debo hacer (otra cosa es que lo consiga): he de enseñar contenidos ("saber cosas"), he de enseñar habilidades ("saber hacer cosas") y he de enseñar valores ("saber juzgar y tomar decisiones").
A nuestro alrededor se gestan esas "locuras individuales y colectivas" que tu mencionas y que yo entiendo que son las diversas formas de fanatismo con las cuales hemos de convivir.
Nuestros adolescentes (y no solo ellos) viven rodeados de vulgaridad autocomplaciente y no saben o no pueden escoger buenos modelos de referencia. Muchos de ellos llevan en su interior la semilla del talento que los profesores deberíamos ayudar a desarrollar.
¿Qué podemos hacer para que algun día lleguen a ser personas educadas con profundidad de pensamiento y de sentimiento?
Ya se que la respuesta es intentar trabajar bien cada día con generosidad y paciencia, pero a veces parece que ni eso sea suficiente.
Me temo que estas palabras no aportan ninguna solución a un tema tan importante y que mas bien son un desahogo personal donde se refleja el cansancio de fin de curso y un cierto grado de pesimismo y melancolía (cosas de la edad,me temo)
Salutacions
Filo
Hola Filo,
Mi comentario es un pequeño homenaje a los profesores. Seguro que lo que hacéis es mucho más importante que lo que pensáis que hacéis o lo que se mesura fácilmente desde un despacho. Trabajar con generosidad y paciencia dia a dia, además de con el ejemplo, aunque pueda parecer insuficiente, constituye el núcleo de vuestro trabajo. Y seguro que no hay forma mejor de hacer germinar esas semillas de que hablas que el contacto con un buen profesor.
Todos los profesores con los que hablo me dicen cosas muy parecidas a las que apuntas. Es por eso que ahora más que nunca necesitáis todo el apoyo de la sociedad. Ánimos!!
Una abraçada
Carles
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