Era de prever. Entre las
características físicas de Seraphim Arch no se encontraba precisamente la
agilidad. Cuando sus 120 kilos se situaron justo encima de una de las antiguas
trampas para cazar los osos que tanto habían abundado en el bosque de
Ville-de-Golliath se vino abajo sin ningún tipo de paliativo. Su compañero, el
menudo Hstvo de Gaël, que iba discurriendo con él mientras caminaban por el
paraje, tardó en percatarse qué había pasado exactamente; tal fue la celeridad
del evento.
-Te has lastimado, Seraphim? –gritó asustado
Hstvo hacia el obscuro agujero en tierra que se había tragado a su compadre. Al
principio no hubo respuesta, y los segundos de
demora fueron progresivamente llenando de pavor al ya de por si
asustadizo Hstvo.
-Quizá me he roto algún hueso y estoy
lleno de arañazos y cardenales –respondió con aire igualmente asustado
Seraphim- aunque básicamente puedo seguir respirando. ¡Pero no te quedes parado
y ayúdame a salir de esta trampa, Hstvo! -Cuando éste último logró entrever la
sombra de su amigo quedó asombrado de la profundidad del agujero. Quizá los
osos de Ville-de-Golliath habían llegado a ser de tamaño más que respetable
unas décadas atrás, porque en aquel momento gran parte de los ejemplares habían
emigrado a St-Remy-la-Forêt en busca de panales de miel y fruta silvestre, que
ya no eran tan abundantes aquí como en otra época. Cuando Hstvo tendió hacia su
amigo el palo más largo y resistente que pudo encontrar a su alrededor comprobó
lo que ya era de esperar: no tenía suficiente fuerza como para extraer a
Seraphim de su nicho. Ni siquiera para que éste, con ayuda del soporte, pudiera
intentar la escalada por la frágil pared. Lo único que logró Seraphim con sus
intentos de trepar fue desprender tierra de la reseca pared, tierra que se fue
depositando sobre sus sandalias hasta enterrar sus pies. -¡No te preocupes compère, que te sacaré de aquí como sea!
–exclamó con cierto aire exageradamente teatral Hstvo. –Voy al pueblo en busca
de ayuda antes de que anochezca. –¡No, no me dejes solo a merced de las
alimañas! –suplicó en tono similar Seraphim. Visto desde fuera, el cuadro tenía
un aspecto tragicómico capaz de conmover e invitar a la burla a partes iguales.
–¡Pues ya dirás tu qué tengo que hacer! –preguntó Hstvo a Seraphim. –De
momento, hacerme compañía y darme ánimos para no desfallecer, evitando así que
este agujero se convierta en mi sepultura. –Pero Seraphim, ¿donde está aquel
espíritu alegremente contestatario de tus años mozos? No eras tu el que
escribió, siendo aún estudiante en el convento, aquellos versos que te valieron
un castigo tan severo y que decían algo así como:
I do
not know with whom Edan will sleep
But
I do know that fair Edan will not sleep alone
-Si, ¡lo recuerdo como si fuera ayer!
El prior se lo tomó por el lado más abyecto y fui castigado a llevar un cilicio
durante un mes seguido. ¡Solo por sentir cierta envidia de aquel abominable
cretino que se creía el centro de la abadía! Aunque gracias a este hecho, amigo
Hstvo, fui capaz de abandonar el convento –no sin antes reclutar un alma gemela
como tú- y recorrer el mundo … -Bueno, Seraphim, el mundo es algo mayor que los
bosques de Occitania … -Ya me entiendes Hstvo! Los bosques y tabernas de
Occitania han sido desde entonces nuestro mundo. Y allí escribiste aquellos
versos que se han llegado a hacer célebres más allá de estos confines:
In
taberna quando sumus,
non curamus quid sit humus,
sed ad ludum properamus,
cui semper insudamus.
quid agatur in taberna
ubi nummus est pincerna,
hoc est opus ut quaeratur;
si quid loquar, audiatur.
Si quid loquar, audiatur…
-Si, querido Seraphim, ¡ese fué un
momento feliz dentro de nuestra mutable existencia! ¿Recuerdas que aquellos
días conocimos a nuestras amadas Hildegaard y Ursulea, con quien convivimos
durante más de un año y que inspiraron el que quizás sea tu mejor poema?
Dies,
nox, et omnia
mihi sunt contraria;
virginum colloquia
me fay planszer,
oy suvenz suspirer,
plu me fay temer.
O
sodales, ludite,
vos qui scitis dicite,
mihi maesto parcite,
grand ey dolur,
attamen consulite
per voster honur.
Tua
pulchra facies,
me fay planszer milies,
pectus habens glacies,
a ramender ...
statim vivus
fierem per un baser.
-¡Nos hemos hecho viejos, compañero Hstvo!
Toda la poesía que recordamos pertenece a otra época. Una época diferente, distante;
muy anterior a nuestra condición actual; mucho antes de que no fuéramos más que ¡¡un par de
borrachines!!
Y la luna cayó como un cañón de luz
sobre Ville-de-Golliath mostrando a los dos goliardos envejecidos.