Vistas de página en total

viernes, 25 de mayo de 2018

Octies pro fratribus perversis



           Era de prever. Entre las características físicas de Seraphim Arch no se encontraba precisamente la agilidad. Cuando sus 120 kilos se situaron justo encima de una de las antiguas trampas para cazar los osos que tanto habían abundado en el bosque de Ville-de-Golliath se vino abajo sin ningún tipo de paliativo. Su compañero, el menudo Hstvo de Gaël, que iba discurriendo con él mientras caminaban por el paraje, tardó en percatarse qué había pasado exactamente; tal fue la celeridad del evento.
-Te has lastimado, Seraphim? –gritó asustado Hstvo hacia el obscuro agujero en tierra que se había tragado a su compadre. Al principio no hubo respuesta, y los segundos de  demora fueron progresivamente llenando de pavor al ya de por si asustadizo Hstvo.
-Quizá me he roto algún hueso y estoy lleno de arañazos y cardenales –respondió con aire igualmente asustado Seraphim- aunque básicamente puedo seguir respirando. ¡Pero no te quedes parado y ayúdame a salir de esta trampa, Hstvo! -Cuando éste último logró entrever la sombra de su amigo quedó asombrado de la profundidad del agujero. Quizá los osos de Ville-de-Golliath habían llegado a ser de tamaño más que respetable unas décadas atrás, porque en aquel momento gran parte de los ejemplares habían emigrado a St-Remy-la-Forêt en busca de panales de miel y fruta silvestre, que ya no eran tan abundantes aquí como en otra época. Cuando Hstvo tendió hacia su amigo el palo más largo y resistente que pudo encontrar a su alrededor comprobó lo que ya era de esperar: no tenía suficiente fuerza como para extraer a Seraphim de su nicho. Ni siquiera para que éste, con ayuda del soporte, pudiera intentar la escalada por la frágil pared. Lo único que logró Seraphim con sus intentos de trepar fue desprender tierra de la reseca pared, tierra que se fue depositando sobre sus sandalias hasta enterrar sus pies. -¡No te preocupes compère, que te sacaré de aquí como sea! –exclamó con cierto aire exageradamente teatral Hstvo. –Voy al pueblo en busca de ayuda antes de que anochezca. –¡No, no me dejes solo a merced de las alimañas! –suplicó en tono similar Seraphim. Visto desde fuera, el cuadro tenía un aspecto tragicómico capaz de conmover e invitar a la burla a partes iguales. –¡Pues ya dirás tu qué tengo que hacer! –preguntó Hstvo a Seraphim. –De momento, hacerme compañía y darme ánimos para no desfallecer, evitando así que este agujero se convierta en mi sepultura. –Pero Seraphim, ¿donde está aquel espíritu alegremente contestatario de tus años mozos? No eras tu el que escribió, siendo aún estudiante en el convento, aquellos versos que te valieron un castigo tan severo y que decían algo así como:

I do not know with whom Edan will sleep
But I do know that fair Edan will not sleep alone

-Si, ¡lo recuerdo como si fuera ayer! El prior se lo tomó por el lado más abyecto y fui castigado a llevar un cilicio durante un mes seguido. ¡Solo por sentir cierta envidia de aquel abominable cretino que se creía el centro de la abadía! Aunque gracias a este hecho, amigo Hstvo, fui capaz de abandonar el convento –no sin antes reclutar un alma gemela como tú- y recorrer el mundo … -Bueno, Seraphim, el mundo es algo mayor que los bosques de Occitania … -Ya me entiendes Hstvo! Los bosques y tabernas de Occitania han sido desde entonces nuestro mundo. Y allí escribiste aquellos versos que se han llegado a hacer célebres más allá de estos confines:

In taberna quando sumus,
 non curamus quid sit humus,
 sed ad ludum properamus,
 cui semper insudamus.
 quid agatur in taberna
 ubi nummus est pincerna,
 hoc est opus ut quaeratur;
 si quid loquar, audiatur.
 Si quid loquar, audiatur…

-Si, querido Seraphim, ¡ese fué un momento feliz dentro de nuestra mutable existencia! ¿Recuerdas que aquellos días conocimos a nuestras amadas Hildegaard y Ursulea, con quien convivimos durante más de un año y que inspiraron el que quizás sea tu mejor poema?

Dies, nox, et omnia
 mihi sunt contraria;
 virginum colloquia
 me fay planszer,
 oy suvenz suspirer,
 plu me fay temer.

O sodales, ludite,
 vos qui scitis dicite,
 mihi maesto parcite,
 grand ey dolur,
 attamen consulite
 per voster honur.

Tua pulchra facies,
 me fay planszer milies,
 pectus habens glacies,
 a ramender ...
 statim vivus
 fierem per un baser.

-¡Nos hemos hecho viejos, compañero Hstvo! Toda la poesía que recordamos pertenece a otra época. Una época diferente, distante; muy anterior a nuestra condición actual; mucho antes de que no fuéramos más que ¡¡un par de borrachines!!
Y la luna cayó como un cañón de luz sobre Ville-de-Golliath mostrando a los dos goliardos envejecidos.

2 comentarios:

Lluís P. dijo...

Fratello,
A pesar de no tener nada que ver con una trampa para osos, ni con un entorno monástico, y menos aún con la época que describe tu entrada en el blog, reconozco un claro paralelismo entre lo que une a Hstvo y Seraphim y nuestra amistad: como ellos, nos deleitamos en reírnos de la condición humana, sobretodo en entornos empresariales, cambiando la jerarquía eclesiástica por organigramas corporativos y cuestionando la autoridad basándonos en comportamientos ridículos y absurdos de ésta. Goliardos del siglo XXI, ¿por qué no? Quizás algún día también debiéramos dejar por escrito algunos versos transgresores... ¿o lo habremos hecho ya?
¡Que por mucho tiempo podamos seguir riéndonos juntos!

fp

carles p dijo...

Amen, fratello, amen

Fp