Acabo de leer "Contingencia, ironia y solidaridad", libro que Richard Rorty publicó en 1989 a partir de una serie de conferencias impartidas poco antes. Y a diferencia de lo que sucede con mucha literatura primaria en el campo de la filosofía (otras obras del mismo autor incluídas), el libro de puede digerir con notable facilidad. La tesis del pequeño volumen, expuesta con suma brillantez, es nada más y nada menos que la de dar un giro radical a la filosofía. Rorty reconoce el camino de los filósofos que ofrecieron una visión alternativa (historicista; evolucionista) a la del canon Platón-Kant (metafísica en el sentido clásico). Estima que, aun así, estos autores (Hegel, Nietzsche, Heidegger) cayeron también presos -aun queriéndola negar- de una especie de metafísica en el sentido de sustrato pre-existente al que se puede acceder de forma asintótica. Es decir, Rorty reconoce a los historicistas la puesta en primer plano del tiempo y la evolución (cosa que, siendo rigurosos, Kant ya había situado como una de las premisas para acceder al conocimiento) pero les niega la capacidad para reconocer el carácter contingente que los lenguajes (ergo la historia de la filosofía pero también de la ciencia) poseen per se. En pocas palabras: según Rorty cualquier idea nueva (en filosofía, arte, ciencia y otros asuntos) depende exclusivamente de un lenguaje, y éste es siempre contingente. A diferencia del filósofo metafísico, el filósofo ironista -como el literato, de quien toma su ejemplo- sostiene que ningún lenguaje está más cercano a la realidad que otro, porque la realidad la creamos precisamente nosotros con nuestros lenguajes. En el fondo se trata de una descripción alternativa de la Postmodernidad (Rorty siempre admiró a Derrida) enunciada de modo sumamente interesante. Rorty incluso expone una versión alternativa del problema crucial de la postmodernidad (el hecho de que el enunciado "no existen verdades absolutas: todo es relativo" no admita autoreferenciación) en la forma "¿cómo es posible redescribir a los filósofos anteriores sin caer en una nueva metafísica?". La última sección del libro -solidaridad- es la más técnica (se apoya en narradores como Proust, Nabokov y Orwell para ofrecernos una visión del buen comportamiento sin el apoyo de una moralidad a-temporal). Quizás aqui es donde más nos cueste aceptar sin más la visión rortiana y el libro pierda algo de la brillantez extrema de sus dos primeras secciones. Así y todo recomiendo fuertemente su lectura, aunque sólo sea para compensar la cada vez más patológica utilización de racionalizaciones expulsadas de su origen y supuestamente generadoras de conductas ejemplares.
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martes, 30 de octubre de 2018
Ironismo
Acabo de leer "Contingencia, ironia y solidaridad", libro que Richard Rorty publicó en 1989 a partir de una serie de conferencias impartidas poco antes. Y a diferencia de lo que sucede con mucha literatura primaria en el campo de la filosofía (otras obras del mismo autor incluídas), el libro de puede digerir con notable facilidad. La tesis del pequeño volumen, expuesta con suma brillantez, es nada más y nada menos que la de dar un giro radical a la filosofía. Rorty reconoce el camino de los filósofos que ofrecieron una visión alternativa (historicista; evolucionista) a la del canon Platón-Kant (metafísica en el sentido clásico). Estima que, aun así, estos autores (Hegel, Nietzsche, Heidegger) cayeron también presos -aun queriéndola negar- de una especie de metafísica en el sentido de sustrato pre-existente al que se puede acceder de forma asintótica. Es decir, Rorty reconoce a los historicistas la puesta en primer plano del tiempo y la evolución (cosa que, siendo rigurosos, Kant ya había situado como una de las premisas para acceder al conocimiento) pero les niega la capacidad para reconocer el carácter contingente que los lenguajes (ergo la historia de la filosofía pero también de la ciencia) poseen per se. En pocas palabras: según Rorty cualquier idea nueva (en filosofía, arte, ciencia y otros asuntos) depende exclusivamente de un lenguaje, y éste es siempre contingente. A diferencia del filósofo metafísico, el filósofo ironista -como el literato, de quien toma su ejemplo- sostiene que ningún lenguaje está más cercano a la realidad que otro, porque la realidad la creamos precisamente nosotros con nuestros lenguajes. En el fondo se trata de una descripción alternativa de la Postmodernidad (Rorty siempre admiró a Derrida) enunciada de modo sumamente interesante. Rorty incluso expone una versión alternativa del problema crucial de la postmodernidad (el hecho de que el enunciado "no existen verdades absolutas: todo es relativo" no admita autoreferenciación) en la forma "¿cómo es posible redescribir a los filósofos anteriores sin caer en una nueva metafísica?". La última sección del libro -solidaridad- es la más técnica (se apoya en narradores como Proust, Nabokov y Orwell para ofrecernos una visión del buen comportamiento sin el apoyo de una moralidad a-temporal). Quizás aqui es donde más nos cueste aceptar sin más la visión rortiana y el libro pierda algo de la brillantez extrema de sus dos primeras secciones. Así y todo recomiendo fuertemente su lectura, aunque sólo sea para compensar la cada vez más patológica utilización de racionalizaciones expulsadas de su origen y supuestamente generadoras de conductas ejemplares.
viernes, 19 de octubre de 2018
Magmas
El
arte se distingue de otras actividades humanas por su poliédrico abanico de
significados y simbologías. Una obra de arte perdurable parece hablar a cada
generación y a cada individuo de forma personalizada. Esta riqueza asegura que
la obra maestra guarde, cual magma, un remanente de energía que parece
renovarse con el paso del tiempo. Esta personalización incluye, claro está, una
referencia que remite a un tiempo pasado en nuestra biografía. Igual que la
magdalena de Proust, algunas piezas han quedado fijadas en nuestra mente en
referencia a determinados paisajes vividos o soñados en otras épocas. Nuestro
tiempo es pobre en simbologías porque hemos reducido éstas a la superficialidad
de los clichés y las racionalizaciones, que nada tienen que ver con ellas.
Nuestra época no cree en las simbologías, pero cree de forma totalmente
a-crítica en racionalizaciones y clichés. Quizas se refiera a eso Byung-Chul
Han cuando habla de la sociedad de la transparencia. El poliédrico abanico de
significados y simbologías al que aludía antes viene a ser, en cierta manera,
lo opuesto de la figura de superficie pulida de las esculturas de Jeff Koons
que Han utiliza como metáfora de nuestra época. La transparencia a la que Han
se refiere no es capaz de reflejar nada, mientras que las esculturas de Koons
solamente reflejan una imagen muy nítida pero muy pobre. El magma del poliedro
complejo siempre encierra muchas sorpresas ignotas que se renuevan con el
tiempo.
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