Hace unos días observé en un tren de cercanías como una mujer joven parecía ejercer una acción social gestionando una serie de jóvenes trabajadores africanos que parecían bastante integrados en el sistema laboral. Me alegra ver este tipo de acciones que tanto enfurecen a los que se aferran a posiciones fijas y temen por la integridad de Europa. Europa es el nombre por el que conocemos a la Modernidad, una porción substancial de la civilización occidental. En sentido estricto el nombre define un continente, estructura más tangible si bien de límites inciertos. Según la primera acepción Europa es un proceso y, como tal, sujeto a cambios y contingencias. Europa no es un objeto fijo sino un proceso histórico que sigue vivo. La llegada de inmigrantes hace cambiar a Europa, evidentemente. Pero este cambio -en algunos momentos históricos de forma más leve y en otros más acentuada- se ha dado siempre. O rinovarsi o perire ...
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jueves, 26 de marzo de 2020
sábado, 14 de marzo de 2020
Mahagonny
Nuestra curiosa –que no
inédita- situación actual conjuga diversos elementos propios de la sociedad
medieval (epidemias, terraplanismo, amenazas apocalípticas terrestres o
extraterrestres) con otros elementos propios de la crisis de la Modernidad
(posverdad, ética líquida, corrección política). De esta conjugación -como
sucede en cualquier otra situación- algunos grupos sacan sobrados beneficios
(léase dirigentes políticos, medios de comunicación, grupos financieros o
fabricantes de utensilios anti-epidemia –desde mascarillas hasta escapularios-).
Lo que más me asusta es la aparente falta de riqueza estructural,
ramificaciones, derivaciones. No: se supone que todos debemos de habitar este
espacio mental común y monolítico al que la mediocridad llama con descaro “la
realidad”. Frente a esta estrategia económica basada en el vertedero de basura
(consumismo de usar-y-tirar crecientemente acelerado) y esta ética basada en la
famosa frase de Louis XV “après moi, le
dèluge” necesitamos redibujar nuestras coordenadas en todos los aspectos si
queremos salir del atolladero. Para redibujar nuestras coordenadas y
recontextualizar nuestras excesivamente reificadas certezas debemos dar un paso
atrás y ver el conjunto con una perspectiva más amplia. Esta situación de
aislamiento podría ser una oportunidad excepcional para replantearse todos
estos temas. Aunque me temo que más que al Decamerón nos remitiremos a Mahagonny. Cuando el huracán haya pasado
de largo reprenderemos nuestros vicios sociales aún con más intensidad…
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