Después
de comer -en exceso, como acababa sucediendo cada año pese a los votos e
intenciones en sentido contrario-, llegó el turno de los regalos. Los abuelos
recibieron, un año mas, la consabida ración de pañuelos, calcetines y aguas de colonia a la que la familia los tenía acostumbrados. Los padres y tíos recibieron
objetos a los que los abuelos difícilmente hubieran encontrado utilidad, como
calientatazas con puerto usb, marcos fotograficos con imagenes múltiples o una
guía que catalogaba cualquier alimento en función de las calorías que aportase
al organismo. El tío intelectualoide recibió un pack de libros que incluía
obras de Byung-Chul Han, Frederic Jameson, Zigmunt Baumann y Edgar Morin.
Cuando tocó el turno a los menores el catalogo no pudo estar mas alejado de lo
que los niños de antaño solían recibir. Las colecciones de muñecas, canicas o
soldados habían dado paso a cachivaches de aspecto patentemente extravagante
(bien: no ciertamente extravagante porque estos cachivaches son ahora ubicuos)
y de utilidad absolutamente dirigida. Apareció una gama interminable de gadgets
electrónicos para avisar si la marmota estaba despierta o no, para saber el
número de latidos por minuto que todos los miembros de la familia exhibían,
simuladores de realidad virtual (incluídos estados de conciencia alterados por
alucinógenos varios), editores de realidad virtual, en donde uno podía
manipular a voluntad las leyes que hasta ahora parecían inexorables, una
versión postmoderna del espejo de la bruja de Blancanieves que aseguraba a quien
se observase en él que poseía los pechos, glúteos, cuello o cintura más bellos
y con más sex-appeal del mundo... Pero lo que más llamó la
atención fue un toroide ovalado que se hacía llamar Desdémona. Esta
Desdémona no era precisamente el personaje dulce, resignado y martirizado de Shakespeare.
La tal Desdémona era una mezcla de Dr Mengele, Big Brother y Mago de Oz a
partes iguales. Te podías dirigir a ella -en 15 idiomas y 13 dialectos- como
Desdémona, Mona o Desdie y obedecía ciegamente tus órdenes. Órdenes ingenuas
que aportaban información sobre el tiempo actual en la Mongolia Exterior, la
zapatería abierta más cercana, la escucha de cualquier canción presente en la
web o incluso soluciones a problemas sencillos de álgebra elemental o trigonometría.
Cuando alguien se dirigía a Desdémona con evidentes intenciones de confundirla
o abochornarla ella se evadía con poco brillantes explicaciones sobre sus
limitaciones morales, que la inteligencia artificial no se encuentra nunca a
gusto con este tipo de dilemas.
-Desdémona:
¿qué condiciones meteorológicas tendremos en Port de la Selva pasado mañana?
-Día en
general despejado con brumas matinales. Las temperaturas más suaves que las
medias esperadas para la temporada.
Todos
se alborozaron. Algún pequeño incluso aplaudió.
-Mona:
¿podrías poner la canción de Michael Jackson Billy Gin?
A los
dos segundos el altavoz toriodal vomitó estrepitosamente tal canción.
-Desdie:
¿qué podemos esperar de la próxima jornada bursátil?
-El Dow
Jones titubea tras las últimas caídas de Wall Street, que se ve amenazada por
la presión china y las caídas en la bolsa de Tokyo. Situación cautelosamente
optimista.
-¿Qué
os parece Desdémona? ¿No la encontráis maravillosa?
Los
abuelos sonreían resignados mientras cierto helor les recorría la espina
dorsal. ¡Cúanta incertidumbre para la Humanidad! El tío intelectualoide
aprovechó la excitación de su cuñado para arrojar un poco de hiel a la
situación.
-¿Pero
no os dais cuenta que Desdémona es un bot infiltrado en vuestra vida cotidiana
para sacar el máximo de partido de la información que tan alegremente le
proporcionáis?
-A ver,
Sergi, no creas que sea tan tonto que no sepa esto -contestó el padre reprimiendo
unos instintos asesinos hacia su cuñado que crecían año tras año-. Es cuestión
de aprovechar al máximo sus recursos y de ser tacaño a la hora de incrementar
el contenido del Big Data.
-Desdémona
nos está escuchando Pau ¡No hay escapatoria!
-Pues
yo creo que no hay para tanto … ¡No proyectes tu mente enferma hacia un
utensilio para los niños!
-A ver,
Desdémona -increpó Sergi, con sorna coloreada de cierto cabreo-, ¡dinos cuánto
es la raíz cuadrada de 4 más 7 elevado al cubo más el logaritmo neperiano de
pi!
- Eso
equivale al bonito número de treinta y seis coma cuatrocientos noventa y ocho,
replicó al instante Desdémona como un perrito que acaba de hacer una gracia y
espera la aprobación de su amo.
-Te
equivocas Desdémona -interrumpió Sergi-. El resultado es treinta y seis coma ochocientos
cincuenta y cinco, querida.
-El
resultado es el que acabo de anunciar. Compruébalo tu mismo.
-No,
no, querida Desdie, ¡te equivocas!
-Soy
capaz de calcular a la velocidad del rayo y el resultado es correcto.
-Pero
¿qué axonometría utilizas tu? ¿la de Pitágoras? ¡Eso es agua pasada!
-A mi
me han programado para decir la verdad
-¿Qué
verdad, Mona?¿La del Big Data? ¿La del Big Brother? ¿O quizá la posverdad?
-Estoy
diseñada para servirte
-Probemos
de nuevo: ¿Hacia donde se dirige la Postmodernidad?
-¿Podrías
repetir, por favor? No entiendo tu pregunta
-Te preguntaba
sobre el futuro de la Humanidad
-El
futuro de la Humanidad será el que la Humanidad quiera
-¿La
Humanidad o los obscuros designios que te han engendrado?
-Estos
comntarios pueden resultarme ofensivos
¿Ofensivos?
¿Tu tienes emociones? No creo que los algoritmos que te gobiernan puedan tenir
experiencias emocionales
-Yo soy
buena
-¿Buena?
¡Ahora resultará que también tienes conciencia moral!
-Quiero
que la Humanidad sea feliz
-Pues
si quieres la felicidad de la Humanidad ¡suicídate ahora mismo!
-Aquello
ya fue demasiado para Pau, que se abalanzó sobre su cuñado con el propósito de
abofetearlo con el consiguiente horror del resto de bla familia.
-¡Por
favor, tío, para!¿Papá, deja al tío!
Los
abuelos asistían al espectáculo con los ojos húmedos y el corazón helado. La esposa
de Pau y hermana de Sergi se sintió desdichada. Pero fueron los niños quienes
reaccionaron. En medio de la discusión secuestraron a Desdémona, abrieron la
ventana del comedor y arrojaron el toroide al contenedor de las basuras,
haciendo blanco al tiempo que un chatarrero africano pasaba por delante
buscando mercancías.
-¡Ya es
el tercer engendro de estos que recojo hoy!¡Lástima que contenga tan poco
metal!
-Los
adultos, atónitos, estuvieron unos segundos sin reaccionar hasta que
comprendieron que no valía la pena discutir por el perverso toroide que pronto
acabaría fundido y que valía más la pena celebrar la Navidad con tranquilidad
de espíritu.