Vistas de página en total

domingo, 7 de diciembre de 2025

Tanzen und springen

 


           En un pasado remoto las manifestaciones musicales acompañaban a ceremonias religiosas, ritos de paso o de retorno, celebraciones colectivas y, probablemente, también aparecían como manifestaciones individuales de inclinación personal por el fenómeno sonoro. En todos los casos -aunque quizás el último, el del imaginativo flautista o del caramillo del pastor, sea más especulativo- la utilización de la música podía darse de dos maneras bien diferenciadas: música para ser danzada o música para ser cantada. Se me dirá que también podía servir a ambos propósitos a la vez, pero en este caso la clasificaríamos rápidamente como música del primer grupo. Posteriormente, a lo largo de la historia musical -tanto la de índole tradicional como la académica- nos encontramos constantemente especímenes de música cantabile y de música ballabile. Incluso podemos encontrar épocas en que predomina una u otra aproximación. Es evidente que ambos tipos de música han coexistido en cualquier período, pero algunos de ellos han sido fuertemente cincelados por uno de los dos tipos. El barroco musical viene configurado por la música danzable, tal como la primera parte del S XX, mientras que una parte considerable del S XIX lo hace de la mano de la música cantable (recordemos aquí el bel canto). La música del período clásico, correspondientemente, representaría un compromiso entre ambas tendencias. A estas dos categorías primigenias, basadas en la preponderancia del elemento rítmico o del elemento melódico, respectivamente, podemos añadir nuevas categorías surgidas por complejización evolutiva. Así, en la segunda mitad del S XIX eclosiona la música de índole armónica de la mano del wagneriano Tristán e Isolda, o la música tímbrica o textural en la segunda mitad del S XX, de la mano de Ligeti o Xenakis. Cada una de las categorías corresponde a un tipo de consideración temporal, es decir, a un modo de percibir de qué manera la música configura nuestra vivencia del tiempo. Mientras que la música danzable nos sumerge en el mundo de la pulsación rítmica, del movimiento y del retorno circular, la música cantable lo hace en el mundo ácrono, de la suspensión y de la traslación.