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lunes, 13 de noviembre de 2006
Paisajes
La mayor parte de los artistas adscribe sus realizaciones dentro de un determinado “paisaje” que se suele repetir a lo largo y ancho de su obra. Dependiendo del correspondiente género artístico, dicho paisaje adquiere diversos nombres: arco dramático, para géneros artísticos croniques, trazo ó rasgo, para géneros atemporales. Muchos grandes directores cinematográficos presentan claros arcos dramáticos que se repiten en sus sucesivos filmes. Así, el arco dramático berlanguiano, en que un personaje ó un grupo de ellos, con el fin de mejorar sus condiciones de existencia, organiza un gran happening que hace que al final dichas condiciones empeoren, o el arco dramático wilderiano, en el cual un personaje hace la vista gorda con su conciencia y flirtea con actitudes inaceptables para él con objeto de obtener ciertos beneficios, hasta que, hastiado, renuncia a la mejora y es rescatado psíquicamente. Determinados compositores también muestran una clara predilección por ciertos arcos dramáticos sonoros. De los quince fragmentos que integran las cinco -hoy injustamente poco recordadas- sinfonías tripartitas de Arthur Honegger solamente uno, el final de la segunda, finaliza con una dinámica situada más allá del mezzoforte. Finalicen de forma sombría, juguetona, apaciguada ó esperanzada, el resto de los fragmentos acaba en piano ó pianissimo, efecto recalcado en el caso de la quinta sinfonía –di tre re-, en que un leve toque de timbal pp finaliza los tres movimientos. El efecto del arco dramático es muy notable, teniendo en cuenta otra característica esencial de los fragmentos sinfónicos honeggerianos: el lirismo un poco rudo expresado en ff por medio del tutti orquestal. En ocasiones la gradación de planos sonoros es progresiva (literalmente perdemos altura a mayor ó menor velocidad), pero en algunos casos es abrupta, como en la tercera sinfonía, con objeto de reflejar un gran contraste anímico, o en el primer movimiento de la quinta, en que un plano sonoro en crescendo hasta el ff desaparece súbitamente para dejar paso a un segundo plano que parecía estar allí anteriormente, pero que no podíamos escuchar debido a la presencia del primero (como la luz del sol ocultando la de las estrellas).
Otro compositor del S XX con predilección para con cierto tipo de paisaje sonoro es György Ligeti. Buena parte de sus estudios pianísticos, así como numerosas piezas orquestales, finalizan en el registro más agudo en pp. Da la sensación como de transición ó escape hasta otra realidad a la que no se accede a través del oído. En cierta manera este final destroza la sensación de espacio global objetivo que podíamos haber tenido hasta ese momento. Existe un paralelo en el mundo de la danza: la coreografía original de Maurice Béjart para “Symphonie pour un homme seul” de Pierre Schäffer/Pierre Henry, en la que los bailarines “escapaban”, en cierta manera, a su plano de existencia habitual, abandonando el escenario por su parte superior por medio de cuerdas colgantes.
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