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miércoles, 10 de enero de 2007
Interior/Exterior
En su tratado Psychologische Typen Carl G. Jung clasifica a los seres humanos como introvertidos cuando el objeto de su recorrido vital se halla en el interior y de extravertidos cuando dicho objeto se halla en el exterior de ellos mismos. Evidentemente, dicha clasificación se refiere a la parte consciente del proceso. Porque el recorrido exterior no tiene sentido sin una asimilación interior y a su vez el recorrido interior es estéril si no va acompañado de una práctica exterior. Para el introvertido, la lucha diaria por la subsistencia supondrá, por regla general, mayores esfuerzos que para el extrovertido. Para éste último, por el contrario, la digestión de un evento trágico, que lo pondrá automáticamente en contacto con su interior, será un proceso más delicado que para el primero. Para el introvertido la necesidad de aventuras externas suele ser menor porque de alguna manera considera que lo que puede hallar afuera también está adentro, mientras que para el extrovertido la necesidad de interiorización es menor porque también de alguna manera considera que su camino vital sólo tiene sentido si se “llena” de experiencias. La relación de lo externo con lo interno precisa de una constante retroalimentación que sitúe y guíe en todo momento el curso de la parte complementaria. Un científico –por muy teórico que sea- sin capacidad de observación de lo externo difícilmente dispondrá de un punto de partida estable. Pero si este científico es incapaz de generar nuevas percepciones a través de su visión interior, será siempre más funcionario que científico. Utilizo el término “funcionario” con el sentido habitual que la cotidianeidad le otorga. En la Historia ha habido grandes funcionarios como Kafka, Einstein ó Satie (aunque la fase de funcionario de éstos dos últimos no duró mucho). Kafka, como muchos artistas, compensaba su insatisfactoria cotidianeidad con la actividad creativa. Esto nos lleva directamente a la consideración de la descompensación existente en numerosas ocasiones entre las vidas interior y exterior de artistas creadores ó intérpretes hipersensibles. El cliché quiere que los grandes intérpretes sean en su desenvolvimiento extraprofesional unos divos caprichosos con grandes residuos de infantilismo. Personalmente creo que los residuos de infantilismo los padecemos, en mayor ó menor grado, todos los adultos. Lo que sucede es que estos residuos crecen más fácilmente en un entorno de estrés emotivo y además se alimentan de la relación que muestra el intérprete con sus cualidades, que en tales ocasiones poseen unas dosis de conciencia mágica cercanas al mundo infantil. El intérprete notable con la conciencia evolucionada es preferible al intérprete notable con la conciencia poco evolucionada. En el mundo de la conciencia evolucionada, el binomio interior/exterior no es más que otra forma de dualidad ya superada.
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