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miércoles, 28 de marzo de 2007

Metaponte


Explica la crónica/leyenda que cuando Hipaso de Metaponte, pensador del grupo pitagórico, reveló la existencia de los números irracionales (en su caso, la raíz cuadrada de 2, longitud de la hipotenusa de un triángulo rectángulo isósceles), es decir, que tales números no podían ser reducidos a una razón aritmética, fue ahogado en el mar por sus correligionarios. Esto ocurrió hacia el siglo V AC, en los albores del despertar de la estructura mental de la conciencia. Es evidente que tal actitud procedía de los anteriores estratos de la conciencia; en este caso de la estructura mítica. La estructura mítica no puede explicar la estructura mental en términos racionales; tan sólo míticos. Más de mil años más tarde, en los albores del método científico (Bacon, Descartes), un grupo conservador y bienpensante de la conservadora y bienpensante Royal Society londinense desafiaba a Newton acerca del carácter poco científico de la reciente ley de gravitación universal. ¿Cuál era esa fuerza misteriosa que actuaba a distancia atrayendo a los cuerpos? Aquí la estructura mental no tan sólo se había desplegado de forma natural en la historia sino que estaba entrando en su fase deficiente ó racional. En el caso de Hipaso se ahogó lo que se aparecía como evidente, en el caso de Newton se dudó de lo que aparecía como herético. Hoy en día se enarbola el método científico como un sustrato básico en el que apoyarse. Y lo es, pero tan sólo dentro de la estructura racional. El sólo hecho de imaginar la posible existencia de una estructura transracional, hace que tal sustrato deje de ser básico. La postmodernidad todavía no ha llegado al pelotón del grupo de los científicos, desde donde manadas de integristas se atrincheran para no perder su supuesto status social de sacerdotes de la verdad indiscutible. Conocimientos como, por ejemplo, la medicina Ayurvédica ó la Astrología nunca serán científicos, pero ello no significa su automática invalidez fenomenológica. Tales disciplinas arrastran una tradición muy anterior y nunca han pretendido ser científicas. Para tranquilizar la conciencia, la ciencia ortodoxa lanza eslóganes del tipo efecto placebo, factores psicológicos, etc. ¿Por qué la medicina ortodoxa se pregunta tan poco sobre el efecto placebo, capaz de curaciones reales, o la física tan poco sobre los siete famosos experimentos de Sheldrake? Porque en realidad prefiere mantenerse en sus límites, como las explicaciones mágicas ó, más tarde, mitológicas que se daban otrora para con los fenómenos de la naturaleza. La historia, como todo fractal, se repite.

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