Existen individuos cuyo objetivo vital, a menudo inconsciente, consiste en la demostración urbi et orbe de su sobrada capacidad para cualquier cosa. Y este objetivo nace en muchas ocasiones (ó hace su primera aparición) en edades muy tempranas. Como si más tarde quisieran restregar por la cara al mundo la injusticia que se cometió cuando supuestamente se les infravaloró. Estas frustraciones infantiles son en ocasiones derivadas de una excesiva represión en la niñez ó adolescencia. Y hay gente que llega a gastar verdaderas fortunas, y aún la salud, con tal de lograr su objetivo. Aunque la falta absoluta de represión –esto ya se empieza a observar en nuestro entorno social- tampoco conduce a ninguna situación ideal. Muy al contrario, está dando pie a un narcisismo difícilmente manejable. La necesidad de demostración a la que antes aludía aleja a su protagonista del mundo por hinchazón desmesurada del yo. Característicamente, el narcisismo difícilmente manejable también tiende a aislar del entorno a su víctima. ¿De dónde proviene entonces tanta tendencia yoica desmesurada? Sencillamente, se trata de una respuesta a la salvaje cosificación en la que todos nos vemos atrapados, tanto en el papel de ejecutores como en el de vícitmas.
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