Hoy se celebra el 200 aniversario del estreno, en el vienés Theater an der Wien, de la beethoveniana V sinfonía. La célebre pieza ha sido siempre, desde su nacimiento, uno de los blancos preferidos –si no el que más- de los generadores de literatura asociada a los compositores y su música. Que si el destino llama a tu puerta, que si briosos corceles, que si mil batallas, desde Emil Ludwig a Romain Rolland, las imágenes más literarias que musicales han adornado algo que no necesita ningún tipo de adorno. Ya el propio secretario de Beethoven, Anton Schindler, propagó la idea, hoy día considerada falsa, de que fue el propio compositor quien le indicó la imagen del destino llamando a la puerta (lo que sí está demostrado es que Schindler falsificó los diarios de conversación de Beethoven). El discípulo del compositor Ferdinand Ries también contribuyó a la serie de clichés sobre el compositor en general y su V sinfonía en particular que todavía hoy no se han acabado de eliminar. Parece ser que toda esta literatura disgustaba particularmente a Beethoven, cosa nada sorprendente tratándose de un creador de formas puras y con una extraordinaria imaginación abstracto-formal. Es mejor dejar en la puerta de la sala de conciertos la literatura barata y comprobar que es la arquitectura, el equilibrio, la esbeltez, la estructura y la completitud lo que nos sigue maravillando de esta obra.
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