Hace pocos días asistí a un concierto en el que se interpretaba el Harmonielehre de John Adams. Mientras seguía, semiaburrido, el transcurso de algo que aparentemente no quiere ser desarrollo musical en el sentido tradicional pero que en el fondo pide a gritos que así se le considere, me devané los sesos hasta que di con el origen –consciente ó inconsciente- del tema de la progresión de acordes que aparece insistentemente en los tres movimientos de la obra: procede de la ópera de Prokofiev L’Amour des Trois Oranges, y allá parece situar al oyente en una dimensión entre fantástica y onírica. Una de las frases más famosas de Picasso –pródigo de por sí en frases famosas- afirma que el artista mediocre pide prestado, mientras que el artista genial roba directamente. Intenté entonces establecer una comparación entre el minimalismo –o, en este caso, más bien el post-minimalismo, o como se le quiera llamar- con el neoclasicismo de los años 1920. Aquel movimiento era básicamente una reacción contra la hinchazón desmesurada que acompañó los últimos momentos del postromanticismo, pero que a la postre permitió la emergencia de una nueva visión, la construcción de algo nuevo. El neoclasicismo hizo, en sus inicios, una utilización del material –más en forma de estilo que de contenidos- procedente de los viejos maestros con afanes constructivos. Más tarde, el concepto se aplicó a un ámbito musical mucho mayor, desde la música de Hindemith hasta la de Bartók e incluso la del Schönberg maduro. El origen del “préstamo” neoclásico puede estar en el pastiche, pero el resultado va más allá o, como el propio Stravinsky dijo de sus primeras obras neoclásicas, “son parodias musicales, pero mucho más que eso”. El hecho de poder objetivizar un estadio evolutivo del pasado se suele corresponder con la emergencia de un nuevo estadio de desarrollo. Mientras el viejo estadio se desarrolla se está presa de él y, consecuentemente, se vive desde dentro, resultando transparente a la mirada interior. El minimalismo, por su parte, nace como un movimiento de raíz aperspectivista, como una alternativa al también aperspectivista serialismo que dominó la escena musical de los años 50. El propio Adams dijo que el sonido de la música dodecafónica le desagradaba. Los primeros autores minimalistas dieron a luz un nuevo marco de referencia musical en donde el fondo atemático era sostenido por un esquema más ó menos repetitivo que iba variando de forma casi imperceptible, de manera que lo que exponían era en realidad un proceso, a la manera del op-art. Pero el fondo atemático acabó siendo considerado como un objeto musical a la manera perspectivista, al tiempo que los esquemas simples parecían agotarse rápidamente. Fue entonces –coincidiendo con la aparición de la derivación equívoca del “new age”- cuando los compositores se dedicaron a hurtar fragmentos del pasado, que en este caso ya no eran utilizados tanto como objetos de trabajo cuanto como mercancía robada que “recolocar” en el mercado.
3 comentarios:
Este tipo de robo fué bautizado hace unos años, o así lo entiendo, como posmodernismo. Dice Dore Ashton que Beethoven es el posmodernismo de Mozart "et ainsi de suite".Es un robo que, para que resulte interesante se ha de hacer, tal como dijo Picasso, con todo descaro. Es una apropiación de tipo amoroso, más que un plagio que sólo se atreve a ser un préstamo.No conozco apenas el movimiento minimalista en la música, pero en la escultura propició una visión totalmente nueva, situando al espectador "dentro" de la escultura, con lo que evidentemente se potencian los valores estructurales.Rosa.
La postmodernidad en el mundo del arte se atiene a criterios muy parecidos a los que se adscribe en el mundo del pensamiento. Así, el reconocimiento de la intersubjetividad -y, con ello, de la construcción cultural que acompaña a toda manifestación-, viene siempre acompañado de una utilización del pasado/perspectiva como objeto. Pero no -com era el caso del neoclasicismo- como objeto de creación sino colamente como exposición de un cadáver. En el fondo se trata de un encubierto ejercicio de narcisismo, que invariablemente acompaña los productos de la postmodernidad. Dicho en pocas palabras, la postmodernidad ha sido algo muy necesario y ha cumplido una función, pero creo que más bien la de ser la "conciencia de decrepitud" de la modernidad.
Volviendo a la obra de John Adams, creo que, a pesar de todo, quiere ser vista -aunque inconscientemente- como perteneciente a la modernidad. O sea que todavía la encuentro más vacía de contenido.
En mi opinión, y bajo tu punto de vista, creo que nos sería difícil encontrar una sola obra con "contenido" en toda la producción de John Adams.
Aunque vende muchos discos (cosa harto increible hoy en dia) la verdad es que su nivel de originalidad compositiva y de frescura se le perdió en su "Short Ride in a Fast Machine" y no lo ha vuelto a encontrar.
De todas formas "Harmonielehre" se deja escuchar.
Adams tiene cosas muchísimo peores como el oportunista y lamentable "On the Transmigration of Souls".
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