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jueves, 14 de octubre de 2010

Aprehensión

Una de las claves para poder aprender algo es ser conscientes de que todavía no poseemos la experiencia de lo que vamos a aprender. Si lo que aprendemos es una técnica, nos hará falta un cierto tiempo –que puede ir desde unos minutos hasta bastantes años- para adquirirla y manejarla con soltura. Casi todo el mundo es capaz de entender esto. Si lo que aprendemos es un concepto, también deberemos dejar que éste prenda en nosotros. Si el concepto está contenido en nuestra forma de pensar –es decir no es más, en el fondo, que una nueva estructura relacional- el proceso puede ser rápido (aunque para manejarlo con soltura haga falta, de nuevo, cierta rodadura). Pero si el concepto está más allá de nuestros esquemas habituales, o incluso más allá de nuestra estructura cognitiva, no nos queda más remedio, para avanzar en esa dirección, que hacer lo que los profesores de otrora llamaban “un acto de fe” y suponer que allá donde nosotros todavía no vemos nada hay algo a lo que quizá podamos acceder con un poco de tesón. Aquí toma su verdadera  significación el verbo “aprender” en el sentido de aprehender, o sea, el de llegar a conocer. Y esto sirve tanto para un concepto filosófico como para una obra de arte como para una cosmovisión física. Y esto ya hay mucha menos gente capaz de entenderlo. Cuando no hemos alcanzado el grado de madurez medio de nuestro entorno, en etapas infantiles, la velocidad habitual de crecimiento (físico, emocional, intelectual, moral) es tal que parece llevar de forma ineludible hacia un desarrollo. En etapas en las que se ha alcanzado el nivel medio de madurez parece que el deseo de avanzar un paso más cesa en numerosos casos, llegando a hacer creer al individuo que lo que está más allá de sus capacidades actuales es el producto de la fantasía de otros, lo que le lleva a mirarlo con indiferencia ó incluso con desdén, cuando la pulsión inconsciente parece amenazar su hubris. Un caso más de lo que hace poco tildaba de no dejar que las cosas fluyan.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

fratello,

la frase "En etapas en las que se ha alcanzado el nivel medio de madurez parece que el deseo de avanzar un paso más cesa en numerosos casos" me ha hecho reflexionar sobre el porqué de este cambio de actitud, más que comprobable a cualquier nivel. Yo creo que se trata del tipo de educación que se recibe, que si está orientada a llenar la mente de conceptos para vomitarlos en un examen (y aplicarlos más adelante en la vida profesional) como aquél que rellena cucuruchos de helado, sin ni atisbo de curiosidad que profundice en el tema, pues no se le puede pedir al sujeto que al alcanzar la madurez se vuelva de pronto en un intelecto inquieto, con ganas de aprender. Desgraciadamente, para que la gente se volviese un punto más crítica y reflexiva sobre todo lo que puede aprehender, es necesario empezar por educar a su abuela, y de momento no veo que educadores o educados estén por la labor. Pero no preocuparse, que el tiempo pone siempre las cosas en su lugar, y quizás salgamos de esta crisis más pobres pero, ojalá, un poco más críticos.

fp

carles p dijo...

Dices bien: siempre he estado convencido de que una educación más crítica, más consciente y que evitara ensalzar "el mito de lo dado" podría elevar el grado de madurez de la población en unos cuantos lustros. El problema de introducir este tipo de educación es que la hace mucho más difícil teniendo en cuenta que se trata de discípulos por otra parte inmaduros. Pero a la larga, es la única alternativa posible al "fascismo pedagógico".

fp