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lunes, 28 de febrero de 2011

Dinero


                        La naturaleza de nuestra relación con el dinero retrata nuestra pertenencia a una cultura, condición, ideología y tipología psicológica. Hay quien ve en el dinero básicamente un bien que resume el fruto del trabajo humano y a la vez representa un potencial para procurar mejoras a la sociedad. Es la visión calvinista. La visión católica, por el contrario, más dada a expansiones y coups d’efect teatrales rebaja el vil metal a la categoría de la mundanidad y del pecado. Curiosamente, al situar el dinero en la lista de instrumentos del diablo, hace su pertenencia más morbosa y, por tanto, más apetecible. El dinero al servicio del poder y la escenografía podría ser un lema del Vaticano desde hace bastantes siglos. Las filosofías orientales, especialmente el taoísmo y el budismo, otorgan a la posesión material una categoría muy diferente, la de espejismo ó ilusión dentro de la gran ilusión del Maya, el mundo de las formas manifiestas. He utilizado tipologías religiosas como indicativas de las diferentes visiones porque estas tipologías han delimitado claramente, a la vez que definido, las diferentes culturas y subculturas. Evidentemente que hay excepciones: maharajás en la India y Franciscos de Asís en Europa. ¿La visión sintética de todo ello? Pues que el dinero no da la felicidad sino más bien el enunciado anticomplementario: la falta de dinero provoca infelicidad. Una buena parte de los millonarios sienten perpetuamente el síndrome de la falta de suficiente dinero y ello los hace comparativamente más  infelices al lado de quien posee mucho menos pero no siente tal necesidad. El dinero como paliativo de los dos peores males de este mundo: la ignorancia y el miedo.

jueves, 24 de febrero de 2011

Estadios


En una ocasión Rimski-Korsakov aconsejó a su discípulo Stravinsky que se abstuviera de escuchar demasiado la música de Debussy, a riesgo de acostumbrarse a ella y acabar aceptándola. Esta actitud corresponde a la del creador que intuye pero no acaba de comprender la genialidad de sus sucesores. En términos parecidos se encontraba Puccini cuando le dijo a su admirador Diaghilew que la música de su protegé Stravinsky era “horrible, pero llena de genio”. De nuevo vislumbramos los mismos afectos en Mahler, quien tras defender públicamente de forma ardorosa a su discípulo Schönberg, exponía en privado sus dudas acerca de la música de los jóvenes (aunque sus edades solamente diferían en 14 años). Es evidente que el trasfondo que subyace en esta actitud es el del miedo. Miedo a ser superado, miedo a perder un status o miedo a la decrepitud. Miedo, eso sí, sublimado y contextualizado por la mente, que informa a la conciencia acerca de las virtudes de lo que está por venir o en ciernes. Este miedo, en el fondo, es el propio de todo estadio individualizado respecto al proceso del que forma parte. Es el miedo de Layo cuando se le anuncia que morirá víctima de su hijo Edipo (cosa que ocurre posteriormente pese a todos sus empeños, aunque Edipo pague su crimen con la regresión, es decir, con la negación del proceso). También el de Cronos-Saturno, que devora a sus hijos por temor a que hagan con él lo mismo que él hizo con su padre Urano-Caelus. Curiosamente, en nuestros días se ha empezado también a dar la situación contraria. Así, por ejemplo, Messiaen juzgando a Dutilleux como alguien que, pese a ser más joven (8 años) que él, ha utilizado elementos de su propia sintaxis de forma mucho más conservadora. O algunos de los compositores americanos del minimalismo y postminimalismo renunciando compulsivamente al serialismo de sus mayores. Vivimos en una época que por un lado muestra un gran potencial expansivo pero el grueso de la sociedad que todavía la rige adopta defensivamente una actitud contractiva que se refleja en tales aparentes involuciones.

domingo, 20 de febrero de 2011

Reuniones

Cada vez se tiene más tendencia a planificar -y con ello a acotar- el futuro a corto/medio plazo. Sabemos ya en enero qué reuniones tendremos el próximo diciembre, con quién y los temas que se discutirán. Pensando un poco más (siendo creativos, dirían los falsos profetas de la psicología industrial), hasta las conclusiones a las que llegaremos. Y si me apuras un poco, hasta podríamos escribir ahora el acta del futuro meeting (solamente quedará por añadir la jerga de moda del próximo diciembre). ¿Es ésta la racionalidad de la que tanto nos enorgullecemos? Frente a este fascinante panorama solamente se me ocurren tres explicaciones: o somos unos comediantes de primera, o estamos bajo mínimos en nuestro proceso de evolución o estamos tan asustados que pretendemos no trascender el tiempo, sino detenerlo dentro de lo posible. Posiblemente las tres son ciertas.

martes, 15 de febrero de 2011

Escaleras mecánicas


                        Una parte no trivial de las habilidades que necesariamente debe de poseer el buen intérprete de música de cámara (incluyo, evidentemente, al pianista acompañante -arcaísmo todavía utilizado-) es la cualidad de la anticipación. Anticipación al fraseo del partenaire, a su respiración, a cualquier error o contingencia. La anticipación funciona como aliada de la intuición y a la vez del estado de alerta (en el mejor sentido del término). Pero la anticipación tiene una contrapartida: la debilitación que produce en el sentido del ahora, cualidad imprescindible en todo buen intérprete. Una vez más la idealidad viene situada en el camino central: hay que mantener un ojo en el ahora y el otro en el poco después, en el  presente continuo de William James. Un poco como lo que sucede cuando se añaden las propias zancadas al ascenso mecánico de una escalera. Hay quien para de caminar poco antes de llegar al final porque se ve incapaz de coordinar su ritmo al del artilugio, o de anticipar el resultado conjunto de ambos movimientos. Hay quien sabe salir de la escalera sin parar de andar, pero solamente piensa en la futura coordinación de ambos movimientos y tropieza por el camino, incapaz de fijar su atención en lo que acontece en cada momento. Fijándose en lo que sucede en las escaleras mecánicas y en los conciertos también se aprenden cosas…

domingo, 13 de febrero de 2011

Consejos


El consejo bienintencionado es un arma de doble filo. Ante un dilema o una situación compleja, cuando alguien se siente perdido y pide consejo a alguien de su confianza en muchas ocasiones acaba obrando de forma opuesta a la que se le había aconsejado. Ello se debe, sin duda, a que el valor del consejo no es otro que el de provocar una catarsis, de desembozar una situación de falta de flujo. Y la catarsis la debe de experimentar necesariamente el aconsejado, quien ya ha experimentado el nudo de la situación compleja. En ocasiones el aconsejador basa su consejo en el intento de abrir los ojos del aconsejado a una realidad que se le escapa o no acierta a captar con un grado suficiente de integridad. Pero el aconsejado rara vez abre los ojos porque aunque lo haga, su realidad puede ser muy diferente a la del bienintencionado aconsejador. Decía Satie: “haz lo contrario de lo que he hecho yo: no hagas caso a nadie”. Cuando alguien mayor que tú en experiencia, edad o grado jerárquico te intenta hacer ver el mundo a través de sus ojos lo debes de respetar (especialmente, en el primer caso, algo menos en el segundo y mucho menos en el tercero) y sacar un provecho de su privilegiada situación relativa, pero de ningún modo debes de dejar de oír tu voz interna, tu intuición, que seguirá contigo por una buena parte de tu vida. Eso sí, debes de educar y hacer madurar en grado sumo tu intuición, tu voz interna y tu conciencia en general, porque en caso contrario puedes llegar a estadios regresivos con suma facilidad (y encima confundirlos con signos de madurez, tal es el poder seductor de las regresiones).

sábado, 5 de febrero de 2011

Medallas


Una clara consecuencia del aumento del narcisismo y del ego-que-no-fluye es la creciente utilización –a todas luces, con éxito- de la condecoración como forma de retribución. Sea en forma de medalla (sin fondos asociados, al estilo militar), sea en forma de premio ó simplemente en forma de exposición pública, la condecoración es capaz de comprar almas, hacer callar bocas y serenar los ánimos hasta nuevo aviso. Dice Raimon en una de sus pocas canciones irónicas que hay gente que ha resistido la tortura pero no la adulación. Los recién condecorados de hoy en día no aguantarían la tortura a la que alude la canción, pero para ellos la baja exposición pública ó la falta de reconocimiento ya es una forma de tortura. Son los mediocres antiprofesionales que genera hoy día el sistema de retribución por objetivos, perversión favorita de un sistema que hace aguas por todos los costados.