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martes, 23 de agosto de 2011

Leyes


Como en muchos otros ámbitos de la vida política y social, existen buenas diferencias entre los países mediterráneos y los del norte de Europa en lo que a códigos civiles se refiere. En los países ribereños, debido sin duda a la influencia histórica de la lex romanorum, se generan gran cantidad de leyes escritas sin conexión aparente con las necesidades generales de los ciudadanos. Si bien hace dos mil años esta dinámica, fruto del universo integrador mítico del Imperio Romano, fue un instrumento de evolución y una conquista importante, el uso posterior no puede interpretarse sino como un intento de ejercer un poder (o, todavía más triste, la pura ilusión de ejercerlo) por parte de un sector de la población. Cuando las leyes, en su espíritu, recogen las inquietudes contemporáneas y resultan significativas para la civis no pueden ser formalmente utilizadas como instrumento de dominación. Frente a la utilización inarmónica de la ley ha surgido, históricamente, la rebeldía más ó menos institucionalizada e incluso la sociedad secreta, la mafia local. Es interesante observar a este respecto que la Iglesia Católica ha ejercido históricamente su poder temporal desde una sede sita en la ribera mediterránea y, como tal, dicho poder temporal también ha generado sus leyes sin espíritu y sus consecuentes rebeldes. Es significativo preguntarse por qué durante la Ilustración las logias masónicas de centroeuropa acogían en su seno buena parte de individuos con altas cotas de poder (¡incluso reyes y emperadores!) mientras que sus homólogas del sur funcionaban como alternativas frente a un poder grandemente basado en el Ancien Régime. En el caso de España, huelga decirlo, esta descripción aplicó especialmente. Todo lo dicho para las leyes generales aplica también para el funcionamiento local. Así, en cada uno de nuestros microcosmos particulares abundan los individuos que generan leyes (que en ocasiones aplican a todo el mundo excepto a ellos) para un funcionamiento supuestamente ideal y  que responden únicamente a un deseo más o menos oculto de ejercer cierto poder.

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