La ópera como género estuvo en boga entre la aristocracia durante el
barroco y más tarde, durante el XIX, pasó a formar parte del mundo burgués (atravesando
un período intermedio ambivalente representado por el clasicismo vienés). A
finales del XIX la ópera era un género genuinamente popular, como los coros
obreros y el género folletinesco. Después de la Belle Epoque, sin embargo, la
ópera declina. La aristocracia y la burguesía más sofisticada conciben el
ballet, la plasticidad musical, como algo más excitante que la ópera, el drama
musical. Las clases populares y las vanguardias encuentran un nuevo género que
les puede ir como anillo al dedo: el cinematógrafo. La ópera, por tanto, sufre
un cierto declinar después de la I Guerra Mundial. Y no es que los grandes
compositores abandonen totalmente el género; simplemente la demanda disminuye,
los precios se encarecen y la producción baja (aún así aparecen algunas obras
maestras como Wozzeck). La situación
no cambió fundamentalmente tras la II Guerra Mundial. El abismo entre la
producción de vanguardia y el viejo público en constante demanda del viejo
repertorio se agrandó todavía más. Es por eso que cuando un compositor de la
generación de la vanguardia se decidió a escribir una ópera sintiese ante todo
los deseos de tildarla de anti-ópera,
anatemizando así los efectos del citado abismo. Y lo cierto es que Le Grand Macabre no es una anti-ópera,
como sí lo podían ser Opera de Luciano Berio, Staatstheater
de Mauricio Kagel o algunas de las primeras óperas minimalistas (y quizás lo
sería más tarde el monumental ciclo Licht
de Stockhausen). El propio compositor aduce que, tras considerar que no se podría
escribir otra anti-ópera después del gran happening
de Kagel, enfocaría su obra como una anti-anti-ópera, es decir, que recogiera
simultáneamente una mirada irónica sobre la tradición operística y a la vez
sobre la crítica anti-operística. Este planteamiento esencialmente
postmodernista, sin embargo, en ocasiones cede y da paso a una ópera en el
sentido tradicional del término, empezando con el preludio, una especie de
homenaje irónico a la toccata que abre el monteverdiano L’Orfeo, esta vez interpretada por un grupo de bocinas de automóvil.
Un gran compositor como Ligeti, sin embargo, logra que dicho preludio, por
cochambroso –justo como nuestra época- que quiera parecer, tenga una prestancia
que ya no nos abandonará a lo largo de toda la obra. El autor ha tildado esta ópera
como su ‘segundo requiem’ en el sentido de que completa, esta vez bajo un
prisma sarcástico, su famoso Requiem de 1965. La intención de ambas piezas, sin
embargo, las hace herederas de las danzas de la muerte medievales. En aquel
caso se trataba de una advertencia: sic transit gloria mundi, la muerte como
igualadora social. Ahora se trata de anatemizar el miedo a la muerte riéndose
de ella. En la ópera, al igual que en la pieza de Ghelderode en que está
basada, la muerte se muere y con ella el miedo a la propia muerte. El
apocalipsis ‘de bolsillo’ está mostrado con todos los elementos de nuestro
presente, desde el miedo a los meteoritos hasta las discusiones estériles de
los políticos, pasando por la banalización de la sexualidad, los aparatos
policiales represores (y autoenloquecidos!) y los caprichos del poder. Solo la
pareja de amantes, ajena en gran parte a la situación, se yergue por encima del
caos e incluso conduce a todos los personajes hasta la moraleja final. Si en
ella no se nos abre el paraíso de la misma manera que en los finales
mozartianos sí, al menos, nos libera de la asfixia de nuestros tiempos. El tema general de esta ópera bien podría ser el de la resiliencia, experiencia nada ajena a la vida de su autor.
2 comentarios:
Hola Carles,
quiero agradecerte de manera especial este post que has dedicado a Le Grand Macabre. Lo poco (muy poco) que conozco de G. Ligeti merece todo mi respeto y admiración. Asistí hace unos dos años a una representación de esta ópera en el Liceo (se anunciaba como estreno en España) con la atractiva puesta en escena de La Fura dels Baus que incluyes en tu texto. Desde luego mereció la pena ir, pero me ha resultado más útil y interesante leer tus comentarios, ver los excelentes enlaces musicales,volver a ver la ópera y ver el estupendo domumental de tv sobre el compositor.
Estoy de acuerdo cuando calificas de "cochambrosa" la época actual y creo que esta obra nos ayuda a reflexionar sobre la sociedad en decadencia que nos rodea (y que hemos de procurar que no nos arrastre).
Gràcies per compartir els teus coneixements.
Filo
Moltes gràcies a tu, Filo!
Una abraçada
Carles
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