La mayor grandeza de la democracia consiste en que todos tienen derecho a emitir su voto y los ciudadanos nos comprometemos a aceptar la decisión de la mayoría. Lo que no debemos confundir es el voto con la opinión. Porque existen todo tipo de opiniones: la del experto y la del ignorante, la opinión del café de sobremesa y la que es fruto de una dilatada experiencia, la gratuita y la meditada, la que es rica en referentes y la que se basa únicamente en las redes sociales. Y no todas tienen el mismo valor. En éste sentido somos demasiado esclavos de “tuits” y "megustas". Las sociedades deberían tratar de aprender de sus ciudadanos intelectual, moral y evolutivamente más aventajados. En demasiadas ocasiones actúa como un niño pequeño que desprecia los consejos de sus mayores. El problema es que la zoquetería se contagia y propaga por el tejido social con suma facilidad. Solamente tendemos al creer a pies juntillas a la gente que en el S XVI representaba a la iglesia y que en el S XXI representa a la ciencia, sin discrepar entre genios y zoquetes, que de todo hay en cualquier lado. No tenemos remedio...
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domingo, 29 de junio de 2014
Confusiones
La mayor grandeza de la democracia consiste en que todos tienen derecho a emitir su voto y los ciudadanos nos comprometemos a aceptar la decisión de la mayoría. Lo que no debemos confundir es el voto con la opinión. Porque existen todo tipo de opiniones: la del experto y la del ignorante, la opinión del café de sobremesa y la que es fruto de una dilatada experiencia, la gratuita y la meditada, la que es rica en referentes y la que se basa únicamente en las redes sociales. Y no todas tienen el mismo valor. En éste sentido somos demasiado esclavos de “tuits” y "megustas". Las sociedades deberían tratar de aprender de sus ciudadanos intelectual, moral y evolutivamente más aventajados. En demasiadas ocasiones actúa como un niño pequeño que desprecia los consejos de sus mayores. El problema es que la zoquetería se contagia y propaga por el tejido social con suma facilidad. Solamente tendemos al creer a pies juntillas a la gente que en el S XVI representaba a la iglesia y que en el S XXI representa a la ciencia, sin discrepar entre genios y zoquetes, que de todo hay en cualquier lado. No tenemos remedio...
viernes, 20 de junio de 2014
Flores
La primavera avanza en el hemisferio boreal. Las flores aparecen por doquier y los poetas, los pintores y también los simples mortales se aprestan a aprehenderlas, en los más diversos sentidos. Esta aprehensión provoca un corte, una fragmentación epistemológica que pretende aislar de su flujo un objeto que es, en realidad, una parte de un proceso. Las flores marchitan –lo mismo que si se dejan en su sitio, pero no de igual manera- para regozijo de poetas y pintores, que plasman así sus naturalezas muertas. Los comunes de los mortales, en un gesto también poético, las colocan entre las páginas de un libro. Quizás la mayor diferencia entre el mundo material y el mundo simbólico –del cual el mundo del arte es parte importante- radica en la recolocación del objeto artístico, una vez extraído del proceso físico, en una zona en la que los flujos restituyen el proceso y por ello lo perpetúan. La Naturaleza imita al Arte pero haciendo lo contrario que él. Arrieros semos, puede que en el camino nos encontremos.
sábado, 14 de junio de 2014
Espacios
El espacio fue definido, juntamente
con el tiempo, por Kant -es decir, por la Modernidad- como una de las formas
sensibles de conocimiento, es decir, como parte de las condiciones fijas y
externas a nuestra observación dentro de las cuales situamos nuestras
percepciones y juicios. Nuestra visión se ha ampliado considerablemente desde
entonces. El propio paradigma físico en el que Kant apoyaba su modelo –la
gravitación universal newtoniana- varió radicalmente hace cien años. Espacio y
tiempo dejaron, así, de constituir categorías fijas e independientes y
empezaron a formar parte, de forma incluso conjunta, de la trama orgánica. No
solamente eso: nuestras percepciones sobre ambos factores constituyen una pequeña parte no extensiva a una muestra
de cualquier tamaño. Dicho de otra manera: nuestro espacio y nuestro tiempo
poco tienen que ver con el espacio y el tiempo ultra-microscópicos o
astronómicos. Pero hoy no quiero hablar
de esto. O solamente de una parte de esto; la que trata con nuestra relación
con el espacio. Nuestra percepción del espacio ha ido desarrollándose a lo
largo de la historia, como atestigua el desarrollo de la pintura en los últimos
mil años. Los jalones más significativos de este desarrollo han sido el
descubrimiento de la perspectiva –la tercera dimensión- en el pre-renacimiento
italiano y la incorporación del tiempo –la cuarta dimensión- con el cubismo a
principios del S XX (que a su vez correlacionan con los paradigmas mecánicos
copernicano y einsteniano, respectivamente). En la pintura descubrimos la
relación que cada época ha mantenido con la noción más abstracta del concepto.
El espacio tridimensional que ocupan las formas que nos rodean y las oquedades
en que nos hallamos también habla de nosotros tanto de forma colectiva como
indivudual. Cuando se es joven se tiende
de forma natural a rellenar el espacio circundante con mil cachivaches.
Conforme la edad avanza se aprecian crecientemente los espacios vacíos, que
actúan sobre nuestra conciencia como matrices protectoras. Una especie de
frontera transparente o límite virtual que nos envuelve como una burbuja
estéril. También se pueden considerar como jardines zen desprovistos de piedras
y rastrillos. La naturaleza de este espacio poco denso es la de engendrar todo
nuestro mundo, como el vacío cuántico. Cuanto más vacío más rico –más posibilidades-.
Como nuestro corazón.
domingo, 8 de junio de 2014
Viaje
El mundo está cambiando de forma acelerada. Para poder dar cuenta de este
cambio necesitamos de un marco, un paradigma, una perspectiva. La necesidad del
marco está fundada en la objetivización de nuestras percepciones: podremos ser
capaces de observar/aprehender/conocer/racionalizar/controlar. En otras
palabras, necesitamos de un metaespacio privilegiado. Este hecho se ha dado
siempre por supuesto en relación con las Humanidades pero no fue hasta Koyré,
Bachelard y Kuhn que quedó claro que aplicaba igualmente a las ciencias de la
naturaleza, cuyo estudio es tan humano como el de las humanidades propiamente
dichas. Pero en una época de cambio es difícil establecer un marco que nos sirva
para un trayecto significativamente duradero. Debemos ir cambiando de marco
conforme nos aceleramos. En la mecánica clásica las estrellas fijas se tomaban
como sistema de referencia no movible, aunque las estrellas también tienen
paralaje y movimiento aparente. Todo depende de la escala a la que nos movamos.
¿Qué necesitamos, pues, ahora, si queremos seguir conociendo? Por un lado,
necesitamos ampliar nuestro ámbito de visión. Como en el Renacimiento, debemos
ser capaces de poder observar a la vez disciplinas muy diferentes –disciplinas
antiguas y también nuevas disciplinas-. También debemos ser capaces de mirar
con ojos nuevos, otorgando así una validez relativa a nuestros marcos previos
de referencia. Debemos, por fin, y como hecho adicional sin precedentes, ser
capaces de ir más allá de nuestro método analítico y basado exclusivamente en
la razón y alcanzar una visión trans-objetiva –estoy intentando hablar de una
nueva forma de subjetivismo que no tiene nada que ver con lo que usualmente se
entiende por ello-. El nuevo subjetivismo no tendría demasiado que ver con la
llamada Inteligencia Emocional sino más bien con la convicción de que somos
parte del sistema y no deberíamos aislarnos de él para su comprensión. Un poco
como la amenaza del ego: el desarrollo del ego como mecanismo psicológico de
supervivencia se tiene que ver superado evolutivamente con la convicción de su
esencial falsedad so pena de hacer todavía mayor la desconexión.
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