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domingo, 29 de junio de 2014

Confusiones


                     
                La mayor grandeza de la democracia consiste en que todos tienen derecho a emitir su voto y los ciudadanos nos comprometemos a aceptar la decisión de la mayoría. Lo que no debemos confundir es el voto con la opinión. Porque existen todo tipo de opiniones: la del experto y la del ignorante, la opinión del café de sobremesa y la que es fruto de una dilatada experiencia, la gratuita y la meditada, la que es rica en referentes y la que se basa únicamente en las redes sociales. Y no todas tienen el mismo valor. En éste sentido somos demasiado esclavos de “tuits” y "megustas". Las sociedades deberían tratar de aprender de sus ciudadanos intelectual, moral y evolutivamente más aventajados. En demasiadas ocasiones actúa como un niño pequeño que desprecia los consejos de sus mayores. El problema es que la zoquetería se contagia y propaga por el tejido social con suma facilidad. Solamente tendemos al creer a pies juntillas a la gente que en el S XVI representaba a la iglesia y que en el S XXI representa a la ciencia, sin discrepar entre genios y zoquetes, que de todo hay en cualquier lado. No tenemos remedio...

viernes, 20 de junio de 2014

Flores



                     La primavera avanza en el hemisferio boreal. Las flores aparecen por doquier y los poetas, los pintores y también los simples mortales se aprestan a aprehenderlas, en los más diversos sentidos. Esta aprehensión provoca un corte, una fragmentación epistemológica que pretende aislar de su flujo un objeto que es, en realidad, una parte de un proceso. Las flores marchitan –lo mismo que si se dejan en su sitio, pero no de igual manera- para regozijo de poetas y pintores, que plasman así sus naturalezas muertas. Los comunes de los mortales, en un gesto también poético, las colocan entre las páginas de un libro. Quizás la mayor diferencia entre el mundo material y el mundo simbólico –del cual el mundo del arte es parte importante- radica en la recolocación del objeto artístico, una vez extraído del proceso físico, en una zona en la que los flujos restituyen el proceso y por ello lo perpetúan. La Naturaleza imita al Arte pero haciendo lo contrario que él. Arrieros semos, puede que en el camino nos encontremos.

sábado, 14 de junio de 2014

Espacios



               El espacio fue definido,  juntamente con el tiempo, por Kant -es decir, por la Modernidad- como una de las formas sensibles de conocimiento, es decir, como parte de las condiciones fijas y externas a nuestra observación dentro de las cuales situamos nuestras percepciones y juicios. Nuestra visión se ha ampliado considerablemente desde entonces. El propio paradigma físico en el que Kant apoyaba su modelo –la gravitación universal newtoniana- varió radicalmente hace cien años. Espacio y tiempo dejaron, así, de constituir categorías fijas e independientes y empezaron a formar parte, de forma incluso conjunta, de la trama orgánica. No solamente eso: nuestras percepciones sobre ambos factores constituyen  una pequeña parte no extensiva a una muestra de cualquier tamaño. Dicho de otra manera: nuestro espacio y nuestro tiempo poco tienen que ver con el espacio y el tiempo ultra-microscópicos o astronómicos. Pero hoy no  quiero hablar de esto. O solamente de una parte de esto; la que trata con nuestra relación con el espacio. Nuestra percepción del espacio ha ido desarrollándose a lo largo de la historia, como atestigua el desarrollo de la pintura en los últimos mil años. Los jalones más significativos de este desarrollo han sido el descubrimiento de la perspectiva –la tercera dimensión- en el pre-renacimiento italiano y la incorporación del tiempo –la cuarta dimensión- con el cubismo a principios del S XX (que a su vez correlacionan con los paradigmas mecánicos copernicano y einsteniano, respectivamente). En la pintura descubrimos la relación que cada época ha mantenido con la noción más abstracta del concepto. El espacio tridimensional que ocupan las formas que nos rodean y las oquedades en que nos hallamos también habla de nosotros tanto de forma colectiva como indivudual.  Cuando se es joven se tiende de forma natural a rellenar el espacio circundante con mil cachivaches. Conforme la edad avanza se aprecian crecientemente los espacios vacíos, que actúan sobre nuestra conciencia como matrices protectoras. Una especie de frontera transparente o límite virtual que nos envuelve como una burbuja estéril. También se pueden considerar como jardines zen desprovistos de piedras y rastrillos. La naturaleza de este espacio poco denso es la de engendrar todo nuestro mundo, como el vacío cuántico. Cuanto más vacío más rico –más posibilidades-. Como nuestro corazón.

domingo, 8 de junio de 2014

Viaje


                     El mundo está cambiando de forma acelerada. Para poder dar cuenta de este cambio necesitamos de un marco, un paradigma, una perspectiva. La necesidad del marco está fundada en la objetivización de nuestras percepciones: podremos ser capaces de observar/aprehender/conocer/racionalizar/controlar. En otras palabras, necesitamos de un metaespacio privilegiado. Este hecho se ha dado siempre por supuesto en relación con las Humanidades pero no fue hasta Koyré, Bachelard y Kuhn que quedó claro que aplicaba igualmente a las ciencias de la naturaleza, cuyo estudio es tan humano como el de las humanidades propiamente dichas. Pero en una época de cambio es difícil establecer un marco que nos sirva para un trayecto significativamente duradero. Debemos ir cambiando de marco conforme nos aceleramos. En la mecánica clásica las estrellas fijas se tomaban como sistema de referencia no movible, aunque las estrellas también tienen paralaje y movimiento aparente. Todo depende de la escala a la que nos movamos. ¿Qué necesitamos, pues, ahora, si queremos seguir conociendo? Por un lado, necesitamos ampliar nuestro ámbito de visión. Como en el Renacimiento, debemos ser capaces de poder observar a la vez disciplinas muy diferentes –disciplinas antiguas y también nuevas disciplinas-. También debemos ser capaces de mirar con ojos nuevos, otorgando así una validez relativa a nuestros marcos previos de referencia. Debemos, por fin, y como hecho adicional sin precedentes, ser capaces de ir más allá de nuestro método analítico y basado exclusivamente en la razón y alcanzar una visión trans-objetiva –estoy intentando hablar de una nueva forma de subjetivismo que no tiene nada que ver con lo que usualmente se entiende por ello-. El nuevo subjetivismo no tendría demasiado que ver con la llamada Inteligencia Emocional sino más bien con la convicción de que somos parte del sistema y no deberíamos aislarnos de él para su comprensión. Un poco como la amenaza del ego: el desarrollo del ego como mecanismo psicológico de supervivencia se tiene que ver superado evolutivamente con la convicción de su esencial falsedad so pena de hacer todavía mayor la desconexión.