Acabo de leer A rough ride to the future, el último
libro publicado de James Lovelock, escrito el año pasado, cuando su autor
contaba ya 95 años. Me he maravillado triplemente: primero por el hecho de que
una persona de esta edad pueda seguir manteniendo una claridad de pensamiento
tan ejemplar, segundo porque es capaz de reconsiderar alguna de sus ideas
recientes en torno al futuro de Gaia y en tercer lugar por ser capaz de seguir
manteniendo, contra viento y marea, su independencia de pensamiento. Hoy en dia
parece que el modelo Gaia es algo que puede fácilmente ser admitido pero hace
30 años la batalla liberada en torno a él y la posición de incomprensión y
desprecio mostrada por la mayor parte de la comunidad científica eran más que
notorias. En el nuevo libro Lovelock hace repaso de su trayectoria,
describiendo con suma lucidez el papel del científico y del inventor en la
sociedad, dando razones por las que su modelo tardó tanto en ser (parcialmente)
admitido, explicando por qué la ciencia “oficial” se encuentra hoy en una
situación que frena la creatividad, y todo sin ningún rencor ni acritud. Como
sucede con las obras del último período de muchos artistas, A rough ride to the future se adentra en
un terreno que parece dirigido por una imaginación desbordada que va más allá
del sentido común. Así, a partir de la intuición de “orden energético de
resonancia” apunta a que el sistema Gaia puede situarse en un estado de mayor
energía que contenga los fundamentos para desarrollar una vida no ya basada en
el “carbono húmedo” sino en el silicio y que sea compatible con la mayor
temperatura que tendrá que soportar el planeta en unos cuantos millones de años.
Lovelock reitera su vieja defensa de la energía nuclear, que lo ha puesto en
contra de los grupos ecologistas convencionales y en el libro asegura que la
racionalidad sola no puede construir ni la ciencia ni la técnica, incluidos los
inventos. En su británica defensa de
la ciencia atribuye el extendido sentimiento de “culpa” acerca del cambio
climático a la “religión medioambientalista”, insistiendo que no hay que
culpabilizar a nadie por un desarrollo que puede, a la postre, ser beneficioso
para Gaia. He encontrado una entrevista realizada el año pasado en Oxford a
raíz de la presentación del libro. Corrobora la claridad mental y a la vez la
independencia ideológica que Lovelock siempre ha tenido, pero que a esta edad
ya le puede permitir las expresivas risas con que salpica su exposición.
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