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domingo, 18 de octubre de 2015

Lozanía


                        Acabo de leer A rough ride to the future, el último libro publicado de James Lovelock, escrito el año pasado, cuando su autor contaba ya 95 años. Me he maravillado triplemente: primero por el hecho de que una persona de esta edad pueda seguir manteniendo una claridad de pensamiento tan ejemplar, segundo porque es capaz de reconsiderar alguna de sus ideas recientes en torno al futuro de Gaia y en tercer lugar por ser capaz de seguir manteniendo, contra viento y marea, su independencia de pensamiento. Hoy en dia parece que el modelo Gaia es algo que puede fácilmente ser admitido pero hace 30 años la batalla liberada en torno a él y la posición de incomprensión y desprecio mostrada por la mayor parte de la comunidad científica eran más que notorias. En el nuevo libro Lovelock hace repaso de su trayectoria, describiendo con suma lucidez el papel del científico y del inventor en la sociedad, dando razones por las que su modelo tardó tanto en ser (parcialmente) admitido, explicando por qué la ciencia “oficial” se encuentra hoy en una situación que frena la creatividad, y todo sin ningún rencor ni acritud. Como sucede con las obras del último período de muchos artistas, A rough ride to the future se adentra en un terreno que parece dirigido por una imaginación desbordada que va más allá del sentido común. Así, a partir de la intuición de “orden energético de resonancia” apunta a que el sistema Gaia puede situarse en un estado de mayor energía que contenga los fundamentos para desarrollar una vida no ya basada en el “carbono húmedo” sino en el silicio y que sea compatible con la mayor temperatura que tendrá que soportar el planeta en unos cuantos millones de años. Lovelock reitera su vieja defensa de la energía nuclear, que lo ha puesto en contra de los grupos ecologistas convencionales y en el libro asegura que la racionalidad sola no puede construir ni la ciencia ni la técnica, incluidos los inventos. En su británica defensa de la ciencia atribuye el extendido sentimiento de “culpa” acerca del cambio climático a la “religión medioambientalista”, insistiendo que no hay que culpabilizar a nadie por un desarrollo que puede, a la postre, ser beneficioso para Gaia. He encontrado una entrevista realizada el año pasado en Oxford a raíz de la presentación del libro. Corrobora la claridad mental y a la vez la independencia ideológica que Lovelock siempre ha tenido, pero que a esta edad ya le puede permitir las expresivas risas con que salpica su exposición.

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