La campaña electoral en las que nos hemos visto sumidos en las últimas
semanas muestra de nuevo los elementos a los que nos tiene acostumbrados este
tipo de manifestaciones. Los aspirantes a gobernar exhiben, cual mercachifles,
lo que sus votantes quieren escuchar: promesas imaginarias, frases épicas,
argumentaciones supuestamente inteligentes, acusaciones mutuas sin fin… En esta
ocasión, la campaña me ha llamado la atención por dos puntos. El primero es por
el desmesuradamente elevado número de encuestas previas que se han ido
generando a lo largo de ella. Las encuestas, como los ensayos clínicos o tantas
variables numéricas de tipo estadístico, se pueden dirigir a voluntad sin hacer
ningún tipo de trampa. El sesgo en la toma de muestra, la jerarquía de las
cuestiones investigadas, la psicología en su disposición y mil variables más o
menos ocultas pueden desviar los resultados virtualmente hacia cualquier
dirección. ¿Cuál es el valor, entonces, de tales ejercicios –convenientemente
pagados por grupos de presión-? Pues el de influenciar en lo posible sobre los
resultados reales. Aunque en nuestro mundo existen multitud de ellos, se
trataría de un ejemplo perfecto de hiperrealidad baudrillardiana: la precesión
de los simulacros. El segundo punto que me ha llamado la atención es el tipo de
comunicación utilizado. Los candidatos, para vender su mercanciía, utilizan la
argumentación (algunos mejor que otros) porque eso es lo que en teoría se
espera de ellos pero lo que están ofreciendo en realidad (de forma más o menos
explícita) son diferentes narrativas. Y estas narrativas se ajustan a patrones
que el votante tiene como referencia (algunas de las cuales están absolutamente
out of date, a propósito). Tanto es así que el votante modula su percepción de
la argumentación en función de la narrativa que percibe o cree percibir. De
hecho no estoy diciendo nada original; se trata de un fenómeno muy conocido en
comunicación. Tampoco se trata de un fenómeno nuevo: en su monumental diálogo La República, Platón introduce una
narrativa como el mito de la caverna como pieza de argumentación.
Hiperrealidad, narrativas….se nota mucho que estoy releyendo a Baudrillard y
Lyotard?
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