¿Por qué tan raras veces los humanos nos preguntamos
sobre el pensar? De hecho, buena parte de la humanidad rara vez ejecuta la
acción de pensar en primer orden, o sea que la de segundo –el pensar sobre el
pensar- nunca se la ha planteado. Con la evolución y la creciente complejidad
del mundo cada vez se tiende a pensar más en cosas aparentemente externas pero
cada vez menos en nuestra aprehensión del mundo, que se da por hecha. Por eso
los nuevos burócratas nos quieren hacer creer (y una gran parte ellos
efectivamente cree) que el estudio de la filosofía se hace menos y menos
relevante de cara a la gestión del conocimiento. Sinceramente creo que todo
ello es un espejismo fruto complejo de varios factores: la invasión de la
postmodernidad, la crisis de la filosofía como tal -que necesita un fuerte
revulsivo- y la involución general de la sociedad que se va infantilizando
progresivamente. Precisamente en esta época de crisis y cambio absoluto de
referentes es cuando debemos ampliar nuestro concepto de filosofía tal y como
poco a poco lo vamos haciendo con el estudio de las ciencias naturales (aunque
esto último lo perciba realmente muy poca gente ya que el grueso de la
población vive mentalmente 100 años atrás). Lo que es terrible, limitante y
social y políticamente muy peligroso es suponer que el conocimiento científico
es absoluto y no precisa de pensamiento de segundo orden, con lo que la
filosofía se vuelve objeto de lujo superfluo. Hasta hace cincuenta años la
universidad representaba un corpus sólido de conocimiento que exponía los
paradigmas firmemente establecidos. Cada vez más las facultades no exponen
conocimientos generales sino técnicas y prácticas aisladas alrededor de ellos
porque tiende de forma inconsciente a considerar que estos conocimientos
generales son verdades absolutas intocables. Los cambios de paradigma (sistemas
complejos, holismos, teoría del caos, sistemas disipativos, gravedad cuántica,…)
que han aparecido en las ciencias naturales en los últimos cincuenta años
apenas han entrado en los temarios de las facultades, que siguen aferradas a
dogmas como el modelo darwiniano de evolución, el determinismo feno-genotípico
y otros casos célebres resultado del pensamiento analítico no-sistémico. De la
misma manera que algunos de los dualismos clásicos en la historia de la ciencia
(determinismo/indeterminismo; onda/corpúsculo; continuo/discontinuo;
azar/necesidad) se han disuelto en la más moderna ciencia como resultado de
aplicar pensamiento de segundo orden, así la filosofía debería iniciar un
pensamiento de tercer orden que pudiera superar la racionalización que busca
hacer de la racionalidad la explicación última de todo. En repetidas ocasiones
un científico tan prominente como Stephen Hawking ha demostrado una cerrazón
mental que avergonzaría a la mayoría de los grandes físicos de la historia
cuando ha declarado que la filosofía está muerta y que es la ciencia la que
debe contestar todo tipo de preguntas. Tanto él como su colega y amigo Roger
Penrose hablan de la evolución del conocimiento científico como el de una
verdad absoluta que evapora en su camino toda traza de incertidumbre sobre el
mundo hasta llegar a una situación final de conocimiento absoluto. El modelo
del conocimiento como algo ajeno a la mente humana que tanto he puesto en tela
de juicio en este blog, vaya. Les diría que el conocimiento, como el propio
universo, tiene una curvatura que decrece ante nuestros ojos a medida que
abarcamos más superficie, de manera que cuanto más exploramos más nos
percatamos de que la esfera cuya superficie perseguimos se agranda. En el
límite, la curvatura se hace nula solo cuando hemos explorado una superficie
infinita...
4 comentarios:
Carles: Bonito texto que da para mucho pensar y volver a pensar...Solamente se me ocurre añadir un comentario, aunque no recuerdo la fuente, "toda recta es parte de una curva".
Hasta pronto. Rosa.
Fratello,
Las mentes más preclaras en robótica se manifestaron recientemente sobre el enorme peligro que suponía los avances acelerados hacia un soldado-robot, cuyas intenciones, no precisamente pacifistas, podían ser difíciles de controlar. Advertencia que se suma a la de los actuales drones con fines militares, los antivirus que pueden paralizar plantas industriales de forma remota, etc... En todos estos ejemplos, la tecnología brilla con luz propia, mientras que la filosofía que acecha detrás tiene más tintes sombríos (máquinas de matar al alcance de unos pocos) que claros. Por lo tanto, una discusión ético-filosófica sobre los límites de esta tecnología letal no es que sobre, es que es vital para nuestra supervivencia como especie. Aunque, a decir verdad, si estamos rebasando muchos límites (ecológico, moral, etc...), pues digo yo que quizás con nuestra extinción no se pierde gran cosa.
Tú sigue escribiendo, que nosotros te seguimos leyendo.
fp
Gracias Rosa!
Si: toda recta es parte de una curva...en el infinito
abraçada
carles
Fratello,
Sí; la cuestión ética es tan crucial como la gnoseológica...
Lo de la extinción no es mala idea, aunque siempre da pereza, ¿no?
Ora et elabora
fp
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